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Que no, que no. Pero huele a muerte

Vamos hacia el pasado de nuestra historia, negando nuestro futuro. Lo desolador es que la inconsciencia facilita esta creciente dinámica del odio.

Álvaro Jiménez M
12 de febrero de 2018

Asesinar a quienes hacen la paz es el crimen más despreciable que pueda conocerse.

Asesinar se volvió fórmula, por miedo a una democratización de la sociedad colombiana.

Democratizar, que no es otra cosa que superar la exclusión, la inequidad y el atraso en el que continúa una parte del país.

Democratizar, que significa enfatizar que la riqueza crezca para que las oportunidades crezcan para muchos y no solo para el pequeño círculo que las ha tenido todas y las reproduce solo para sus amigos, cómplices y beneficiarios.

Democratizar, que significa ganar dignidad y respeto ante nosotros mismos, ante la región y ante el mundo.

Es cierto que hay dolor y que el mismo no desaparecerá mágicamente. Es claro que necesitamos meses, años para superarlo, pero sacar la balanza para pesar el de cada uno, nos conduce a valorar el dolor de unos como mayor o menor que el de otros. Ese es un camino mezquino.

Creemos que la encrucijada que vive Colombia nació con el plebiscito. No. Se deriva de las decisiones del presidente Santos y del expresidente Uribe.

Cada uno hasta el fin de su vida y sus herederos hasta el fin de la suya, cargarán responsabilidades sobre este tiempo incluyendo aciertos y desaciertos. La historia implacable dará su veredicto.

En el entretanto, los seguidores de uno y de otro, continúan azuzando odios y hacen pensar que en estas elecciones habrá muerto.

Dolorosamente, matar es una rutina nacional, una costumbre para conservar el poder, para impedir los cambios.

¿Quien matará?

Nadie sabe. Los fantasmas del asesinato permanecen tan invisibles como los del odio, nadie se adjudica su promoción, pero ahí están.

Ser ave de mal agüero es odioso, advertir los malos momentos sepulta al mensajero, pero cada uno, debe usar su experiencia. La mía es sobre la repetición de una historia ya vivida.

Vamos hacia el pasado de nuestra historia, negando nuestro futuro. Lo desolador es que la inconsciencia facilita esta creciente dinámica del odio.

Este mundo clase mediero, urbano con su apatía y rabias, ¿matará a los exmiembros del desaparecido secretariado de las Farc sin inmutarse?  Dirán luego, qué vaina, se complicó esto ¿?

Este mundo despreocupado podrá también matar a Petro como resultado de sus miedos, o ¿por sus odios a Herbin Hoyos? Aquí, todo es posible menos la cordura.

Tal cosa la demuestran los ex Farc asesinados a manos del ELN en Nariño, los 25 dirigentes sociales eliminados en 42 días de 2018, la disputa abierta a tiro y granadazo limpio en Ituango, municipio de Antioquia, o los llamados del mismo Herbin Hoyos, a matar sin preocuparse por abogado que para eso está el publicitado De la Espriella.

Si los liderazgos no hablan y actúan en consecuencia frente a este riesgo, los costos que pagaremos son imprevisibles y tal como 27 años atrás, en los 90, veremos retrasarse la oportunidad de modernizar el país.

@alvarojimenezmi

ajimillan@gmail.com

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