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Así funciona la codicia

Los socios de InterBolsa utilizaron una clínica para desviar el dinero de clientes sin su autorización, para salvaguardar sus intereses.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
1 de junio de 2013

No es fácil desnudar el perfil del avaro y exponer su cinismo y su ambición sin límite. Sin embargo, en el caso de Rodrigo Jaramillo, el cerebro del escándalo de InterBolsa, su verdadera naturaleza quedó muy bien expuesta en la manera como adelantó la operación del préstamo a la Clínica La Candelaria. Este fue su modus operandi:

El 12 de octubre de 2012 la holding de InterBolsa tenía que pagar un crédito por 70.000 millones al Banco de Colombia, pero no tenía la plata. Ese crédito había sido utilizado para hacer la redención de unos bonos ordinarios por 120.000 millones de pesos que InterBolsa S.A. había realizado en julio de 2012. En ese mismo momento InterBolsa hizo una emisión por 50 millones de dólares en los famosos bonos TEC de Luxemburgo, cuyo destino era el pago de esos 70.000 millones de pesos de Bancolombia. 

Sin embargo entre agosto y octubre de 2012, InterBolsa S.A. le prestó 86.000 millones de pesos  a las empresas del grupo Corridori para evitar incumplimientos, –plata que solo Corridori sabe dónde está– y la holding no tenía liquidez para cumplir el compromiso con Bancolombia. (Según Pablo Muñoz, liquidador de InterBolsa, en los balances este préstamo aparece respaldado solo con unos pagarés y la única forma de recuperar esa plata es que Corridori y las empresa que eran parte de su red para tomarse Fabricato, la paguen).

¿Qué hizo entonces Rodrigo Jaramillo? ¿Echarse la mano al dril, que hubiera sido una posibilidad más honesta? No, impensable. Prefirió echar mano del dinero de los clientes y en especial del que había en la SAI donde sí tenía liquidez en carteras como las de Credit.  

En ese momento entra en escena la Clínica La Candelaria. Esta institución tenía unos contratos con la Nueva EPS, por 78.000 millones de pesos y era cliente de la cartera colectiva Credit, las más grande de InterBolsa. Se estructura el negocio con la clínica con el propósito de utilizarla como intermediario y a cambio esta recibe su recompensa:  la holding le pagaba el 15 por ciento anual y esta a su vez le pagaba el 13 por ciento a la cartera. Es decir, la clínica se ganaba alrededor de 400 millones de pesos por hacer la operación en solo tres meses. La holding firma un crédito directo con la clínica y le da unas garantías de sus inversiones como acciones de Fabricato, Coltejer, participaciones en el Fondo de Easy fly, y en el fondo de Tribeca. 

A las seis de la tarde del 12 de octubre de 2012, la cartera Credit le descuenta los pagarés de esos contratos que tiene la clínica por 78.000 millones de pesos y le da liquidez. Para ello se crea una cuenta en la comisionista en la cual entran la totalidad de los recursos. Sin embargo, la plata no dura ni un minuto allí porque de esos 78.000 millones, 73.000 los utiliza la holding para pagar el préstamo a Bancolombia y 5.000 se quedan en la comisionista como capital de trabajo. 

El documento que sella esta operación fraudulenta se firma el 7 de noviembre de 2012, cuando Rodrigo Jaramillo hace la dación en pago a la cartera de Credit de la SAI de la totalidad del crédito y para eso le entrega las garantías pertinentes. (Ver documento).

Es decir, los  socios de InterBolsa utilizaron una clínica para desviar el dinero de clientes sin su autorización, con el propósito de que fueran usados por la matriz porque querían salvaguardar sus intereses. 

Según el estatuto orgánico del sistema financiero, se prohíben tajantemente las operaciones entre matriz y filial, situación que no tuvo en cuenta el doctor Rodrigo Jaramillo cuando firmó este documento y donde claramente ratifica la ilegalidad de la operación. Pero además, según nuestras fuentes, se sabe que se tenía listo una operación similar con unas empresas de William Vélez, socio del  finado hermano de Rodrigo Jaramillo en Opain, por 70.000 millones. Pero la operación se cayó porque una de sus empresas, la que tenía el contrato del alumbrado público de Cali, salió cuestionada en los medios. 

Sobra decir que la Superintendencia Financiera ya les había ordenado desmontar estas operaciones de descuentos de pagarés en diciembre de 2011 por 107.000 millones de pesos, que se le habían otorgado al grupo Corridori, y les había dado plazo hasta el 30 de septiembre para hacerlo. En ese sentido, la afirmación hecha por Rodrigo Jaramillo de que esta operación de la clínica sí fue autorizada por la Superintendencia Financiera, se cae de su peso.  
 
¿Quién se beneficiaba de toda esta triangulación? Pues los socios de InterBolsa: Rodrigo Jaramillo, su hijo Tomás, Víctor Maldonado y Juan Carlos Ortiz. Cuando tuvieron problemas de iliquidez no quisieron meterse la mano al dril. Las veces que los bancos les propusieron darles créditos si los avalaban con sus bienes, dijeron que no. Su cinismo y su ambición sin límite, como en El avaro de Molière, terminaron imponiéndose sobre la bondad humana. 

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