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ASI NO ES

Semana
9 de junio de 1997

Hay que reconocer que en la decisión de RCN de no recibir cuñas políticas en sus informativos hay un interés legítimo por purificar la política, y de reflejar el equilibrio informativo del medio. Y no cabe duda, desde luego, de que la decisión es valiente y osada. Por un lado RCN renuncia a un buen volumen de ingresos, y por el otro sacrifica el poder que los grupos económicos ejercen sobre los candidatos, que es inmenso. Pero me temo que la decisión tomada tiene el peligro de terminar haciendo todo lo contrario a lo que se pretendía: no abrir la democracia, sino cerrarla. No puede ser verdad, por ejemplo, la premisa de que un medio no es democrático si le pautan publicidad política, y en cambio es democrático porque no deja pautar. La explicación de Juan Gossaín, a quien hay que reconocerle que es un buscador incansable de fórmulas para hacer del periodismo colombiano un oficio cada día más noble, ha sido la de que dicha publicidad política favorece desde luego al que tiene la plata para comprarla, y perjudica al que no. Pero resulta que, querámoslo o no, en el desequilibrio está la esencia de una contienda democrática para la Presidencia. No todos los candidatos tienen las mismas posibilidades, ni hablan igual de bien, ni saben lo mismo de economía, ni atraen al público por igual. Y más contundente aún: no todos tienen los mismos votos, realidad que, por obvia que suene, es en la que se basa el Estado para organizar la financiación de las campañas. Le dará más plata al que más votos saque, y menos al que saque menos votos. Por otro lado, admitamos que la manoseada objetividad de los medios es una bonita propaganda impracticable en la realidad. Igual que el dinero proveniente del Estado, que se otorga en proporción a los votos del candidato, el tiempo y la atención periodística que los medios les otorgan también está determinada por las mayores o menores posibilidades del candidato, de acuerdo con las encuestas o con el entusiasmo que despiertan en la opinión. Si RCN entrevista al Fiscal durante una hora ininterrumpida el día de su renuncia, y no hace lo mismo con Carlos Holguín Sardi o con Juan Camilo Restrepo el día en el que éstos anuncian el lanzamiento de sus candidaturas, es porque las encuestas de opinión sugieren que las posibilidades de Valdivieso son mayores que las de sus contrincantes. Pero a Carlos Holguín Sardi y a Juan Camilo Restrepo siempre les queda la posibilidad de utilizar la financiación estatal que recibirán para sus campañas en corregir, a través de la publicidad política pagada, la aparente falta de interés que en principio despiertan sus candidaturas en RCN y en otros medios de comunicación. Es que para eso es la plata que el Estado les da a los candidatos: no es para que compren chocolates, ni se vayan para Hawai. Y mucho menos para que compren votos: es para que la inviertan en propaganda y publicidad, que es una manera indispensable para hacerse conocer entre el electorado. Cerrar entonces un medio de comunicación a esta posibilidad resulta ser una medida totalmente antidemocrática y de pronto hasta inconstitucional, porque perjudica al que depende de dichas cuñas para asegurarse un espacio en los medios de comunicación, porque tiene menos posibilidades políticas que los demás, o porque brilla menos que los demás, o porque definitivamente despierta menos interés que los demás. Es, pues, la publicidad política pagada la única manera de corregir esta desigualdad. Por otro lado, escuché a Juan Gossaín argumentar que la decisión de no recibir publicidad política pagada busca que se frene el ingreso de dineros del narcotráfico a las campañas, porque así los candidatos tendrán que gastar menos. Con todo respeto, tampoco creo que ese argumento sea válido. Como decía Nancy Reagan en su campaña antidrogas en Estados Unidos, "just say no". Es lo único que se necesita para no recibir dineros del narcotráfico: decir que no. Es un hecho comprobado que a un candidato nunca le alcanza la plata que tiene para su campaña. Pero el hecho de que tenga en qué gastársela, y no le alcance (remember Samper), no implica que esté condenado a recibirla del narcotráfico.Tampoco se entiende por qué se toma la decisión de no aceptar cuñas políticas en los noticieros, pero sí en los programas de variedades. Es decir, no oyendo a Gossaín, pero sí oyendo a Manzanero...Y más complicado todavía, no entiendo por qué se acepta la cuña de un jabón, en la que se anuncian sus propiedades desinfectantes y estéticas, pero no la de un candidato, que anuncia sus ideas para mejorar el país y ayudarle a la gente. El oyente de RCN tendrá entonces derecho de que le anuncien cómo queda más limpio, pero no cómo queda mejor gobernado.El electorado tiene que contar con la mayor cantidad de posibilidades para conocer qué piensa y qué ofrece un candidato. Cerrar los medios de comunicación a la posibilidad de ayudar en este propósito parece, en sí mismo, un contrasentido. Finalmente, una cadena radial que no acepta publicidad política pagada representa en el fondo una amenaza para los candidatos: la idea que se lleve la gente acerca de ellos será únicamente la que el periodista, en este caso Gossaín, proyecte a través de sus preguntas y comentarios, y no la que el candidato, por su propia voluntad, quiera reflejar entre su electorado a través de mensajes publicitarios diseñados por él. Al paso que vamos, a RCN podría sucederle una gran ironía: que por cuenta de la recién tomada decisión, Caracol termine siendo, en la campaña que comienza, un medio de comunicación mucho más democrático.

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