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Atentado contra el aburrimiento y el olvido

Juan Carlos Moyano, director del grupo Teatro Tierra, habla del actual momento de la dramaturgia en Colombia y del gran movimiento de teatro que hay por estos días en Bogotá.

Semana
17 de septiembre de 2001

En una nación gobernada por inciertos y habitada por amnésicos que no reconocemos las raíces de nosotros mismos, el arte es una elocuencia que resiste. El teatro particularmente ha jugado un rol decisivo en la expresión abierta de la vida y de la memoria, en Colombia, ahora, universalmente hablando, cuando el globo rota de manera incierta poniendo en peligro todas las especies. El teatro ha convocado la creación y el regocijo y ha colmado las plazas y los recintos, de manera pacífica, mientras otros propagaban el tedio en el ágora de la existencia y mutilaban la imaginación.

A veces la gente se olvida del teatro y se deja engolosinar con ese tipo de propuestas de consumo masivo, que se apoyan en el estrellato efímero que conceden los medios de comunicación y en la manipulación del morbo público. Y tal vez sea necesario esta clase de espectáculos destinados a calmar los requerimientos de una sociedad estresada, con precarios hábitos culturales. Además, eso no es extraño en un ambiente donde la TV ha sido erigida de manera suprema en el santoral del imaginario colectivo.

Pero el teatro ha sido decisivo, palpitante, en esa relación singular de la comunicación humana, cuando actores y espectadores se conjugan en el ritual de la escena, en la relación que se genera cuando se despierta el encuentro de lo creativo, entre seres y símbolos, entre personajes y personas. Sin esa interacción lo escénico no funciona, lo dramático no se materializa. En Colombia, desde el comienzo, con los pioneros y maestros, el teatro ha conseguido desarrollarse, logrando hallazgos y procreando procesos de resonancia internacional.

El teatro nuestro, diverso en cuanto a propuestas y calidades, ha estado muy cerca de la sensibilidad de los colombianos. Ha nacido de los poros de la cultura, con sus inconvenientes y sus esplendores. El teatro es consanguíneo de las emociones y su juego de espejos alimenta la sensibilidad. También es cierto que el arte escénico made in Colombia se ha cualificado y hoy en día encontramos un buen muestrario de hallazgos inquietantes. Porque el teatro, además de divertir es un transmisor natural de inquietudes y alteraciones reflexivas.

Claro, al mismo tiempo el teatro es fugaz, impermanente como la existencia y el drama de quienes hacemos teatro bien podría ser esa rara sensación de eterna fugacidad que experimentamos en los instantes culminantes de nuestro trabajo. Ya no somos ingenuos y muchos no creemos que valga la pena ideologizar el teatro y menos en un país donde los ideólogos de pacotilla nunca nos ayudaron a sentir la historia con ganas de soñar y de vivir. Hicieron de la realidad un esquema y una sarta de pretensiones programáticas.

De hecho, el buen teatro es de alto voltaje ideológico, dramático y estético. Los clásicos griegos o los poetas isabelinos resultan más sarcásticos y reveladores que cualquier ensayista filosófico. Pero es bueno entender que el único compromiso posible del teatro es con el teatro mismo. Con el rigor y la calidad. El Teatro es raíz y la memoria no solo es inventario de recuerdos, recuento de los hechos. Memoria es lo que somos, la suma de factores genéticos con rasgos congénitos, con los influjos culturales y con la forja que la experiencia directa nos proporciona. En ese sentido el teatro es un arte memorioso, indudablemente.

En agosto hay teatro por todas partes y en ese panorama hay un grupo de cinco grupos que nos autodenominamos desconcertados y estamos dispuestos a cometer un atentado contra el tedio y el olvido. Estamos desconcertados y no deseamos formar parte del concierto disonante de una cultura que se olvida de todo y que no dice nada. Estamos desconcertados, con la conciencia despierta: no queremos concertar con la quietud ni con la mediocridad.

Pero nuestro atentado es inversamente proporcional a los atentados terroristas. Vamos a realizar una temporada de teatro contra el olvido, para presentar nuestras obras, realizar talleres abiertos y para reunirnos alrededor de un foro donde reflexionaremos acerca del teatro colombiano, su historia y su memoria. Para el foro hemos convidado a distintos personajes del panorama teatral y a todos los estudiosos, estudiantes y espectadores que quieran intervenir en esta reflexión colectiva.

Los responsables del atentado somos, Ensamblaje Teatro, Aquelarre Teatro, Umbral Teatro, Teatro de la Memoria y Teatro Tierra. Como es un homenaje a la concordia y a un nuevo sentir ciudadano y como Bogotá está cumpliendo años y nosotros seguimos propagando los acordes del desconcierto, las boletas no cuestan nada y se distribuyen en las taquillas de cada lugar de representación. No queremos que todo se siga botando al abismo sin fondo del olvido.



* Director del Teatro Tierra
Grupo desconcertado
Vea la programación del grupo de teatro Desconcertados en Agenda Cultural.

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