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Los demócratas suspenden la ayuda militar a colombia porque les interesa incomodar a Bush, no porque les importen un pito los derechos humanos

Antonio Caballero
21 de abril de 2007

Los demócratas del Congreso norte-americano, que ahora son mayoría, suspenden la ayuda militar a Colombia porque sospechan que el Ejército colombiano está implicado en serias violaciones de los derechos humanos.

Está muy bien que lo hagan. Porque tales violaciones son muchas y graves, en efecto, aunque hayan sido siempre achacadas a "ovejas negras" o "manzanas podridas" dentro de la institución. Y porque, aunque no existiera esa razón para suspender la ayuda militar, bastaría con la comprobación exhaustiva de que tal ayuda sólo sirve para prolongar las guerras, enredándolas. Los gobiernos de Colombia llevan más de medio siglo recibiendo ayuda militar de los Estados Unidos: armas, adiestramiento, asesoría. Y miren cómo va la guerra.

Lo malo es que lo dicho en el primer párrafo no es verdad. No es verdad que suspendan la ayuda, ni es verdad que lo hagan, como dicen, por los nobles motivos que alegan.

Lo hacen -quiero decir: lo anuncian- porque les interesa crearle incomodidades al gobierno republicano del presidente George W. Bush, y no porque les importen un pito los derechos humanos. No les han importado nunca, como lo demuestra el hecho de que fue el gobierno demócrata del presidente Bill Clinton el que inventó el 'Plan Colombia' por el cual los militares colombianos reciben los más recientes paquetes de esa ayuda. Y no es que sospechen nada: es que saben de sobra que los gobiernos de su país, tanto los republicanos como los demócratas, han brindado esa ayuda sin pestañear a todos los ejércitos amigos de sus intereses políticos y económicos, por muy violadores de los derechos humanos que hayan sido: hasta a los que se comen a los niños.

Es más: saben también, de sobra, que su propio ejército y su propio gobierno, el ejército y el gobierno de los Estados Unidos, hacen lo mismo. Practican la tortura, como se ha visto en las cárceles militares de Abu Ghraib en territorio iraquí y de Guantánamo en territorio cubano, ambas bajo control norteamericano. Recurren a la mercenarización de la tortura, a través de la ignominiosa figura de la "entrega extraordinaria" (extraordinary rendition) de sospechosos detenidos a policías de países amigos conocidas por su pericia en el oficio de torturar. Y han inventado (sin que se hayan oído protestas humanitarias por parte del Congreso) esa aberración sin atenuantes que es la categoría delictiva de "combatiente enemigo ilegal": alguien a quien se puede privar sin juicio para siempre y sin explicaciones de la libertad y hasta de la existencia jurídica. En la práctica, un detenido desaparecido o al que en cualquier momento y sin consecuencias (salvo para él mismo) puede hacerse desaparecer.

Tampoco es cierto que suspendan la ayuda, como anuncian. Solamente la reducen, al congelar 55 millones de dólares de los 200 previstos. Y esa congelación es sólo pasajera. La autorización de la entrega de los fondos está condicionada a la certificación por el Departamento de Estado de que los beneficiarios sí son respetuosos de los derechos humanos. Tal certificación ha sido ya firmada y rubricada con todas las de la ley por la secretaria de Estado Condoleezza Rice; pero falta todavía, falta solamente, que los senadores la lean. No han podido hacerlo, los disculpa el consejero del senador Patrick J. Leahy, presidente del Subcomité de Operaciones Exteriores, porque no han tenido tiempo de leer completo el informe, que consta de cincuenta páginas. Pero en cuanto lo lean, autorizarán el gasto.

No es mucho, la verdad, cincuenta y cinco millones de dólares, si sirven para ganar, o al menos para no perder por completo una guerra. En ir perdiendo la de Irak el gobierno norteamericano lleva ya gastados quinientos mil millones. Y todavía faltan, antes de la retirada final con la bandera enrollada entre las piernas como el rabo de un perro que se da a la fuga, varios cientos de miles de muertos más.

Tal vez la guerra de Colombia no llegue a tanto. Pero ojalá, por lo menos, los senadores demócratas que van a seguir votando dócilmente su financiación nos ahorren el espectáculo de su fariseísmo hipócrita. Que al aprobar los pagos para Uribe hagan suya la frase con la que otro presidente norteamericano, el demócrata Franklin Roosevelt, justificaba su apoyo al nicaragüense Tacho Somoza: "Será un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta".