Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

¿Bitcoines? Uy Echeverry como que nos tumbaron…

La fiebre por las criptomonedas se ha convertido en instrumento para activar nuevas estafas piramidales en el país y ha desatado la locura por invertir en una opción que muchos economistas consideran otra burbuja, próxima a estallar.

Germán Manga, Germán Manga
28 de diciembre de 2017

Los estafadores de última generación en Colombia se presentan como representantes de empresas que compran y venden criptomonedas y les cuentan a sus clientes la historia de la más popular y exitosa de todas, bitcóin, que valía 1.000 dólares en enero de este año y tocó un máximo de 20.000 en diciembre. Son expertos en exponer y exaltar las ventajas de ese tipo de inversiones y la posibilidad de duplicarlas en tiempos tan breves como dos o tres meses.

Como en los días más febriles de la pirámide DMG, el espejismo del dinero abundante, rápido y sin esfuerzo desata la codicia y lleva a muchos a entregar sus ahorros, vender o hipotecar bienes o tomar créditos.

150.000 cayeron de esa forma este año en América Latina –muchos de ellos en Colombia- víctimas de una firma fantasma llamada Me Coin que logró recaudar 300 millones de dólares que sus promotores se apropiaron antes de desaparecer sin dejar rastro. 90.000 colombianos más fueron víctimas de una estafa idéntica con una firma llamada Gladiacoin, sin posibilidad alguna de dar con los responsables porque a diferencia de otras estafas y de las antiguas pirámides todo ocurre en la red donde no hay forma de ubicarlos. Los reclutadores usan falsas identidades y no tienen domicilio fijo ni oficinas y las operaciones no están amparadas por ningún tipo de garantía privada ni del gobierno.

Las monedas digitales facilitan el intercambio y el comercio en la red, no tienen referencia física ni respaldo de ningún país ni entidad. Se transan a través de internet mediante códigos cifrados y preservan el anonimato de sus propietarios.  Los defensores del sistema lo consideran una alternativa eficiente al sistema financiero tradicional, porque es instantáneo, universal y no impone cargos ni comisiones.

Al tiempo con el bitcóin creado en 2009 por una persona o grupo de individuos que se hacen llamar Satoshi Nakamoto, surgió el blockchain una tecnología que garantiza la seguridad de las transacciones que son archivadas en bloques, abiertos al escrutinio de cualquier persona que puede acceder a la información de cada usuario, excepto a su identidad y verificar de cuántos fondos dispone. Los nuevos bitcoines son generados a través de un proceso descentralizado llamado "minería", miles de personas en todo el mundo descifran algoritmos utilizando un software especial, a cambio de bitcoines, y con su trabajo van creando los bloques, fortalecen el sistema, hacen circular la moneda y aprueban las transacciones.  

En la actualidad circulan por internet más de 700 criptomonedas. La principal amenaza que enfrentan sus tenedores es el robo por hackers –el año pasado en un solo hecho en Japón, una comercializadora sufrió un robo de 65 millones de dólares-.  Y la incertidumbre acerca del futuro de ese otro aporte novedoso e impactante de la tecnología. El mundo se debate al respecto entre el asombro por el desbocado crecimiento que registró este año el bitcóin –más de 1500 por ciento- su volatilidad –perdió 30 por ciento de su valor en cuestión de horas este mes de diciembre- y las crecientes denuncias de que el fenómeno podría ser una megaestafa, o burbujas de especulación a punto de estallar.

Jordan Belfort, el estafador que inspiró la película El Lobo de Wall Street dice que las criptomonedas son un peligro igual al de los "fondos ciegos” cuando las compañías recaudaban sin especificar cómo gastarían los dineros.  

El premio nobel de economía Joseph Stiglitz, dice que habría que prohibirlas porque con el anonimato favorecen todo tipo de actividades criminales y que el día que se exija en las operaciones virtuales la misma transparencia que rigen las transacciones financieras de los bancos, el mercado "simplemente colapsaría". Robert J. Shiller, otro nobel de economía, quien predijo las burbujas punto com y la inmobiliaria de EEUU dice que es sin duda otra burbuja, pero que cuando se desplome su valor no será cero, simplemente más bajo.

De todas maneras, no es un tema menor.  Ya están activos más de 16 millones de los 21 millones de bitcoines posibles y la masa total de la moneda tiene un valor superior a los 224.000 millones de dólares. Creció este año en forma desmesurada en buena parte porque captó el interés de los fondos de cobertura y una verdadera avalancha de compradores, que en países como Corea ya aglutina a 31 por ciento de los trabajadores que le invierten duro en busca de dinero rápido y fácil.

Como otras revoluciones desatadas por la tecnología tomó por sorpresa a los gobiernos y a las instituciones y ahora se desata un ímpetu regulatorio en muchos países como Estados Unidos, Japón, Corea, Israel, China, Singapur, entre otros.

Si se cumplieran los peores pronósticos el blockchain se salvaría por mérito propio de todo naufragio como el modelo de seguridad financiera, libre, democrático, abierto y sin interferencias estatales, que el sector financiero no había podido desarrollar y que serviría para reinventar su negocio con una herramienta rápida, segura y casi libre de riesgos.

En Colombia –país donde no escasean estafadores y tramposos- el fenómeno abrió nuevos espacios a operaciones de tipo piramidal, en particular con ofertas públicas iniciales de criptomonedas (ICO, por sus siglas en inglés), patentado por empresas emergentes para recaudar el dinero necesario para emprender el negocio, a cambio de criptomonedas. Caen muchos ahí y en las fases posteriores del proceso. “El dinero no crece en los árboles, y de eso tan bueno no dan tanto”, advirtió al respecto el superintendente financiero Jorge Castaño. Sabio y prudente hacerle caso.

@germanmanga

Noticias Destacadas