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Cadetes del espacio

Este reality cruel tiene todo que ver con la campaña presidencial. Solo que los cadetes colombianos saben que no hay viaje al espacio, pero actúan como si lo ignoraran

Daniel Coronell
12 de febrero de 2006

El reality show que empezó esta semana en la televisión británica tiene un parecido grande con la campaña presidencial colombiana. Un concurso especialmente diseñado para ganar un premio que no existe. En 'Space Cadets', nueve concursantes y tres actores infiltrados por la producción compiten por un cupo en un vuelo al espacio. Fueron contactados por una supuesta agencia rusa que les aseguró que su único interés es demostrar que un civil, común y corriente, puede ser tripulante de un orbitador. Después de un largo proceso de selección, sólo quedan 12. Los cuatro mejores serán parte de la primera excursión turística promocional a los límites de la órbita terrestre. Les han dicho que su experiencia servirá para animar a personas de todo el mundo a comprar sus tiquetes para viajar fuera del planeta. Ellos creen que están en un centro de entrenamiento para cosmonautas en la antigua Unión Soviética. Llegaron a bordo de un avión privado cuyo destino exacto no podían conocer por razones de seguridad. Se someterán a todas las rutinas de preparación exigidas para los tripulantes de una nave. Cámaras antigravedad, aceleradores centrífugos, trajes de astronauta y hasta un simulador del transbordador, ambientan la vida de los participantes. Pero todo es falso. Ellos no saben que la base aeroespacial es en realidad un estudio construido en un cuartel inglés abandonado. Los implementos domésticos, la decoración y hasta el papel higiénico fueron comprados en Rusia para convencerlos de que están en ese país. El transbordador es sólo una pieza de utilería usada en películas. Los severos instructores, que los llevarán al límite de la resistencia son actores que fingen ser oficiales del desaparecido Ejército Rojo. Al final no habrá vuelo al espacio, solamente les dirán que todo era mentira y transmitirán su reacción. ¿Rabia? ¿Tristeza? ¿Desesperanza? Todo vale para crearle audiencia a un reality. Como una forma de legitimar la farsa y garantizar que los engañados puedan resistir la verdad, la producción ha consultado con personas allegadas a cada uno de ellos. Los realizadores están autorizados por las familias de los participantes para crear en ellos la ilusión, y también para despojarlos súbitamente del sueño. Su decepción tiene precio. Cada concursante recibirá un poco más de 10.000 dólares para que se marche sonriente después de la pesada broma. Pero ¿qué tiene que ver este juego cruel con la campaña presidencial de Colombia? Pues en realidad, todo, salvo el hecho de que los cadetes colombianos saben desde el comienzo que no hay viaje al espacio, pero actúan ante la audiencia como si lo ignoraran. Seis meses antes de las elecciones todos sabemos quién va a ganar. Por esa razón el país real es totalmente indiferente a la controversia entre los coleros. Sin embargo, no falta quien arme el tinglado para simular que realmente hay una campaña en marcha. ¿A quién -distinto a ellos y a sus familias- puede importarle un debate entre Rodrigo Rivera y Cecilia López? por poner un ejemplo. ¿Podrán Rafael Pardo y Andrés González -fervientes impulsores de la reelección de Uribe en el Senado- ser alternativa frente a su antiguo jefe? ¿En cuál cabeza sensata cabe que Serpa, Navarro o Mockus tienen alguna posibilidad de ganarle al Presidente que maneja al mismo tiempo los recursos del Estado, los caciques de la politiquería y el voto de opinión? Como las respuestas son obvias, cabe preguntarse: ¿Por qué siguen? Unos porque quieren ponerse en la cola para cuando la pelea sea más pareja y otros por el premio de consolación. La llamada ley de garantías ofrece 4.000 millones de pesos como anticipo no reembolsable para gastos de campaña de cada candidato. Una pequeña cifra para compensar la desilusión de los perdedores, sin cuyo patriótico concurso no tendría legitimidad la reelección. Apenas un cariñito para estos cadetes que tanto hacen para ayudar a la democracia... y a la producción.

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