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Caín y Abel: Ficciones tropicales

Desde El Dorado hasta la Seguridad Democrática, Colombia continúa basando sus procesos sociales y económicos en héroes con varias máscaras.

Alejandro Cruz, Alejandro Cruz, Alejandro Cruz
4 de abril de 2013

Colombia es un país rezandero. Que se arrima al Santo(s) que más alumbre y se aleja del héroe que no responde inmediatamente al lugar de la catástrofe. En parte, esto explicaría que el debate público sea poco sistemático y se concentre en los centros urbanos con acceso a medios masivos de comunicación y sueños de sociedades industrializadas.

Sin embargo, en la otra Colombia (la de las mayorías) no es extraño encontrar devotos que consideran algo normal fenómenos como el paramilitarismo o -en la otra orilla- la lucha contra el Estado ausente y los gobiernos corruptos. No en vano, durante los últimos 200 años de República se han visto multiples ejércitos  que giran en torno a la actividad económica más rentable.  Por eso llama la atención que grupos de ciudadanos preocupados por la moral pública, se manifiesten iracundos contra productos de la industria de los medios de comunicación mientras en el mundo real la cosa es más jodida que en la caja mágica. Olvidan así que esa misma industria les ha vendido Revertrex, las bondades de Pacific Rubiales o el paso hacia la redignificación de la patria que traería el regreso de Uribe Vélez.

La muerte de Víctor Carranza permite entender mejor este fenómeno. Algunos lo ven como un héroe regional hecho a pulso, dueño de la esmeralda más grande del mundo y salido del fango para convertirse en un prohombre conocido por su compromiso con la paz y el desarrollo económico de Boyacá , Casanare, Meta o el Vichada. Para otros Carranza fue visto como un importante jefe paramilitar, usurpador de tierras y patrón de más de una guerra

Lo cierto es que en su momento, Carranza colaboró en la lucha contra Pablo Escobar, que ayudó con la pacificación del norte de Boyacá, que fue uno de los primeros grandes empresarios nacionales del sector minero en Colombia, sobreviviente de atentandos con bazukas y listo para responder con su revólver y sus muchachos a sus enemigos. En suma, un colombiano de la zona rural que ascendió para poder almorzar alguna vez con presidentes liberales, senadores conservadores, soldados con ideologías eclécticas, reinas de belleza y campesinos de la ‘banana republic’. 

Esto no es una apología a Carranza. Tampoco es un juicio porque para eso está la rama judicial o la ley divina. Es un breve retrato de un personaje que acompañó las múltiples dinámicas de la Nación colombiana y que encarnó las tantas contradicciones de la patria que siempre está moralmente atormentada.

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Panta Rei

Empieza a preocupar dentro del sector empresarial el exceso de negociaciones de Tratados de Libre Comercio por parte del gobierno nacional. El punto a favor es que debido al incremento de las importaciones podrían mejorarse las condiciones para el consumidor colombiano. Sin embargo, se corre el riesgo de un escenario en el que el incremento de negociaciones conduzca a descuidos en la operacionalización de posibles rutas de solución en temas como las Zonas de Reserva Campesina, las licencias mineras y los grandes proyectos agroindustriales.

* Politólogo, investigador y consultor. Ha realizado estudios para agencias gubernamentales, empresas del sector minero, organismos multilaterales, organizaciones de la sociedad civil, centros académicos y empresas de derecha, centro e izquierda. Le parece más grave la falta de acceso a la salud que una corrida de toros. Ni blanco ni negro... es mejor la bandera gay. En Twitter: @alecroix

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