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Calentamiento

Ya los más sagaces de entre los poderosos y los ultraderechistas se están percatando de que la miopía política y económica de su presidente Bush constituye una amenaza también para ellos

Antonio Caballero
15 de diciembre de 2003

Ante la Comisión de Derechos Humanos de la OEA (Organización de Estados Americanos) se acaba de presentar una denuncia por genocidio contra el gobierno norteamericano del presidente George Bush. La hacen los Inuits -que antes recibían el nombre, considerado por ellos injurioso y despectivo, de esquimales-; y consiste en que la 'desfirma' por parte de

Bush del Protocolo de Kyoto contra el Calentamiento Global firmado por Clinton en 1997 condena a muerte a su raza: el calentamiento de los hielos del norte del Canadá y de Alaska, en donde viven, extermina las focas y las morsas de las que se alimentan, los osos polares de los que obtienen pieles para calentarse, derrite sus iglús (no sé cómo se llaman estas viviendas de hielo en un lenguaje inuit políticamente correcto), y hace que, a causa de la inhabitual delgadez del hielo en primavera, los cazadores se ahoguen, dejando viudas y huérfanos.

Los inuits, que además de ser inuits son canadienses o norteamericanos del estado de Alaska, llevan esa ventaja: y por eso los oyen, y su denuncia llega hasta la OEA. Pero cosas parecidas les han pasado, sin consecuencias, a todas las tribus indígenas de América, desde la Conquista hasta hoy. Desde los iroqueses en el lejano norte hasta los araucanos en el lejano sur, pasando por todas las tribus geográficamente intermedias. Y hoy siguen padeciendo el exterminio las que quedan, cada día más diezmadas, en el cinturón amazónico: la civilización de los blancos de Occidente les destruye su hábitat, para decirlo en términos de antropólogo. Y se mueren.

Pero eso, por supuesto, no tiene consecuencias: son los derrotados de la historia.

Lo que tiene de nuevo, y de sorprendente, este Calentamiento Global que denuncian los marginados inuits (o esquimales como se llamaban antes), es que no afecta solamente a los derrotados de la historia sino también a los vencedores. Es verdad que el arrogante gobierno norteamericano del ultraderechista presidente Bush se niega a firmar el protocolo de Kyoto por el cual 140 países del mundo se habían comprometido a reducir su producción de gases calentadores de la atmósfera (en particular el dióxido de carbono): pero si lo hace no es sólo por rico, ni por poderoso, sino por ciego e ignorante (o, si ustedes prefieren, por ultraderechista: la ultraderecha nunca piensa en la posibilidad de que el futuro exista). Pero ya los más sagaces de entre los poderosos y los ultraderechistas se están percatando de que la miopía política y económica de su presidente Bush constituye una amenaza también para ellos. Lo dijeron en la conferencia de Milán, en donde en estos días pasados se discutían los puntos más delicados del ya viejo (diciembre de 1997) Protocolo de Kyoto. ¿Quiénes lo dijeron? Los más ricos de entre todos los ricos: las empresas que reaseguran a las empresas de seguros.

Explicaron ellos -gente seria, gente que piensa en plata: no esa tonta gentecita que piensa en términos de la humanidad, de la moral o de la historia-. explicaron ellos en Milán, después de los inuits y de las tribus amazónicas, que lo del calentamiento del planeta va en serio, y tiene consecuencias más desagradables que la de permitirle al presidente Bush andar en camiseta en el mes de diciembre. Salió uno y dijo:

-Las pérdidas sufridas en Europa por las compañías de seguros a causa de las sequías del verano de 2003 superan los quince mil millones de euros.

(No mencionó a los muertos de calor: en Europa, este verano, 25.482 ancianos y niños: un 60 por ciento más de lo normal en cada mes de agosto). No mencionó a los muertos, pero señaló que entre 1970 y 2002 las pérdidas de las empresas de seguros y reaseguros por desastres climáticos se multiplicaron por diez (una vez reajustados con referencia a la inflación). Es cierto que las organizaciones de salud y de la infancia de las Naciones Unidas, para no hablar de las fundaciones no gubernamentales que se ocupan del asunto, llevan años diciendo que cada año que pasa aumenta el número de muertos provocados directamente por el recalentamiento de la atmósfera (vamos en la modesta cifra de 150 mil al año). Pero lo de ahora es otra cosa. Dice el señor Thomas Lester (citado por The Guardian de Londres), representante de la empresa reaseguradora 'Re', que es una de las tres o cuatro más grandes del mundo y tiene su sede en Munich:

-Sí: los científicos vienen hablando de eso. Pero es que nosotros somos hombres de negocios y no podemos seguir aceptando semejantes pérdidas.

A ver si a ellos, a lo mejor, les hacen caso.

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