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Calma, señor procurador

No se si valga la pena que el Gobierno se esfuerce por sacar adelante unos diálogos de paz si luego el procurador general se va a convertir en la piedra en el zapato.

Óscar Sevillano
23 de abril de 2013

Nadie desconoce que en una democracia se requiere de pesos y contrapesos, porque de esta manera se evitan errores que en un futuro podrían causar más de un dolor de cabeza en un país, con una situación de por sí complicada como la de Colombia, por ejemplo. Sin embargo, no es lógico, ni mucho menos normal, que la mayoría de integrantes de este sistema democrático tengan que verse atemorizados por que en él existe un elemento que amenaza con cobrársela si ejecuta alguna acción con la que éste no se encuentre de acuerdo.

Este parece ser el caso del procurador general de la Nación, Alejandro Ordóñez, quien parece haberse convertido en una amenaza para la inmensa mayoría de funcionarios, quienes hoy día prefieren que se les califique como “ineptos”, antes que verse destituidos por un fallo del Ministerio Público que acabe de tajo con el esfuerzo que vienen realizando desde mucho años atrás por salir pensionados de alguna de las entidades oficiales.

Se entiende y se acepta que se quieran sanear las entidades públicas de todo el foco de corrupción administrativa que por décadas enteras ha reinado en su interior, pero lo que resulta inaceptable es que con la excusa de que al procurador general de la Nación no existe un verdadero órgano de control que, valga la redundancia, le controle, este pueda atravesársele a cuanta decisión o propuesta exista en el panorama de la vida nacional, no solamente para garantizar los derechos de un grupo de personas como las que pertenecen a la comunidad LGBTI, por ejemplo, sino además también en las ideas que con mucho esfuerzo y dificultad se presentan al país para solucionar los largos años de conflicto armado que ha padecido nuestro territorio.

Soy de los colombianos que poco creen en las intenciones de paz de las FARC, pero si se llega a firmar un acuerdo con el grupo armado y este cambia las armas por la política, estoy dispuesto a dejar atrás los prejuicios que tengo frente a ellos, y vería con buenos ojos el que estos puedan participar en la democracia electoral de nuestro país, así mi voto nunca sea por alguno de sus miembros. Por lo tanto, si en nuestro territorio existen personas que, como yo, podríamos dejar atrás nuestra desconfianza a un lado, con tal de que miles de campesinos y ciudadanos que habitan en las regiones puedan vivir tranquilos, no veo la razón por la que señor procurador, Alejandro Ordóñez, esté dispuesto a permanecer en medio de un radicalismo mal sano para la vida de la nación.
 
Es posible que las comparaciones sean odiosas, pero no veo diferencia entre el jefe del Ministerio Público y Manuel Marulanda, alias 'Tirofijo', que con tal de morir en su ley, nunca dio su brazo a torcer.

Por otro lado, no veo en qué le puede afectar al señor procurador que dos personas del mismo sexo unan sus vidas, si al final no le hacen daño a nadie. Por lo tanto, no resultan válidos los argumentos de que “esto atenta contra la moral y el buen comportamiento de la sociedad”, y si así fuera, perdóneme, señor procurador, pero peor no podemos estar porque una sociedad que, por poner tan solo un ejemplo, acepta y aplaude las acciones de una persona como Víctor Carranza, acolitando de paso cuanta fechoría se le ocurría hacer mientras estuvo vivo, sin que nadie se atreviera a decir, “esta boca es mía”, no tiene mucho que defenderle.

Es por esto, señor procurador, que resultó ofensivo para la democracia de un país que enviara una de sus funcionarias a supervisar el cumplimiento de un acuerdo que se hizo bajo la mesa, con senadores que se encuentran bajo su total vigilancia, para tumbar el proyecto que permitía el matrimonio para las personas del mismo sexo. Con esto quedó más que claro, que con tal de que nadie se atreva a contrariar a Alejandro Ordóñez, este es capaz de utilizar su poder atemorizante.

Parece ser que tenían razón quienes opinaron que la fiesta para celebrar el matrimonio de Natalia Ordónez, hija del señor procurador, fue un acto de demostración del poder de este, y es lógico porque a un evento de estos sólo asisten las personas que le son cercanas a la pareja de recién casados, y dudo mucho que la novia sea íntima amiga de Roy Barreras, María Emma Mejía, el presidente Santos y su primera dama, Luis Carlos Sarmiento, los magistrados de las altas cortes, etc.

No sé entonces si valdrá la pena que el gobierno nacional se esfuerce por sacar adelante unos diálogos de paz con los grupos armados si luego de una posible firma el procurador general de la Nación se va a convertir en la piedra en el zapato de las aspiraciones políticas que estos puedan tener. Como también creo que la labor de los activistas de derechos humanos en todos sus matices, seguirá siendo una pérdida de tiempo, porque dentro del sistema de pesos y contrapesos, existe un elemento que a pesar de ser un ferviente servidor de la Iglesia Católica les mira con desprecio.

Colombia necesita de un ánimo constructivo, no destructivo, señor procurador, por tanto, yo le pido el favor de que se calme y no insista en querer mostrarse como “el Coco de la función pública”, ese personaje mítico con que las abuelas y las mamás asustan a sus niños, si no siguen sus órdenes.

@sevillanojarami

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