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Calvario de un fumador

Juan David Medina narra su calvario desde que se prohibió fumar en sitios públicos para prevenir los crecientes índices de cáncer. Foro con los lectores sobre el tema.

Semana
25 de julio de 2004

Llevo media vida fumando: 14 años. Y la mitad de esos cinco millones de pesos en cigarrillos me los he gastado en Bogotá. Me parecía el lugar ideal para los fumadores: clima frío, buenos precios y una acogedora gama de sitios donde rara vez advertía un letrero de "zona de no fumadores", mucho menos el terrorífico "prohibido fumar". Corría el año de 1997 y la bonanza contrabandista, aún en auge, me permitía el lujo de comprar Marlboro original americano, ruso e incluso árabe por la módica suma de 1.500 pesos el paquete. En los sanandresitos este valor se reducía a la mitad. Para los excéntricos se conseguía Yves Saint Laurent (el único mentolado bueno que ha existido), John Player Special, Dunhill, Capri (especial para las señoras que jugaban bridge), Benson & Hedges y Camel (único equiparable en calidad al Marlboro), a precios similares y en perfecto estado, es decir, fresquitos. Porque con los cigarrillos sucede lo contrario que con el trago: entre más frescos, mejor. Se fumaba en las tiendas, en los cafés, en las bibliotecas, en algunos cines y hasta los profesores fumaban y dejaban fumar en los salones de colegios y universidades sin ningún pudor ni recato. Era un "laissez faire" que promulgaba la sana convivencia y el vive y deja morir de Guns n' Roses. Una sociedad civilizada que irrespetaba al no fumador cariñosamente. Así como sigue irrespetando cariñosamente al abstemio o a las solteronas camanduleras o a los homosexuales indiscretos. Siguiente: Fanny Kertzman llega a la DIAN Pero el sueño bogotano duraría poco. La llegada de Fanny Kertzman a la dirección de la Dian sería el comienzo del fin. En menos de un año Fanny y sus perros doverman acabaron con el contrabando de cigarrillos. Ahora sólo se podía comprar Marlboro venezolano (lo menos peor), que nunca será igual al americano, así como la Coca-Cola colombiana nunca sabrá igual que la gringa. O se arriesgaba uno a comprar americanos que llevaban años en containers olvidados, con unas manchas amarillas en el fieltro y un olor asqueroso, a berrinche. Quedaba, por supuesto, la opción nacional, que nunca ha sido de mi gusto: Mustang, Royal, Montecarlo, President y Piel roja, este último muy apetecido por los marihuaneros para quitarles el papel y armar sus "porros". Luego vendrían las campañas publicitarias contra el tabaco: "Fumar no te hace grande (sólo te ves como una niña que fuma)", "los fumadores: una especie en vía de extinción (con dinosaurios como muestra)" y "fumar no te hace ver sexy (con bocas llenas de colillas)". La meta era reducir los índices de nuevos fumadores. El inicio de los "afterparties" iba bien con estas campañas, ya que en sus ambientes sólo se desenvolvían sustancias tan disímiles al tabaco como el éxtasis, la cocaína y el LSD. Se olvidaron de los nuevos drogadictos, alcohólicos y mujeres con embarazos no deseados, por no decir de los nuevos delincuentes. Sin embargo, sí que era molesto sentirse observado y señalado por unos puritanos que perseguían más nuevos mercados de vicio que nuevos pulmones sanos. De todas formas seguí fumándome mis quince diarios. Siguiente: Escasea el Marlboro Subieron los precios, aunque siguen siendo de los más bajos en el mundo, y el Marlboro comenzó a desaparecer: después de que se conseguía Marlboro rojo, light, mentolado y mentol light en cualquier parte, los cigarrillos más famosos del mundo ya no se encontraban en los anaqueles de casi ningún supermercado. El arribo de dos monstruos estaba acaparando el mercado. Kool y Belmont hicieron su entrada triunfal, con sendas campañas publicitarias y de merchandising. Había chicas Kool y Belmont en todas las universidades, meneándose y regalando cajas de cigarrillos. Hoy en día la mayoría de jóvenes fumadores en Bogotá se ubica entres estas dos marcas. Lo light y lo mentolado se apoderó de las mentes, barrigas y pulmones de los colombianos. Hasta los más pobres fuman Green, que es verdaderamente horrible. La gente cree que entre más light hace menos daño, y es todo lo contrario, porque trae más químicos el filtro para darle un sabor suave o mentolado. Lo más espantoso de hoy, sin duda son esos X-Tra con insoportable olor y sabor a canela. Pero para todo hay gente en este mundo, incluso para fumar natilla. Siguiente: La opresión se vuelve mundial Los fumadores ni nos inmutamos con todas esas campañas, que al final no servían para mucho, hasta que llegó el nuevo milenio y con él la desesperación de los países por hacer cambios en su devenir. Mientras en Estados Unidos los fumadores con cáncer demandaban a la Philip Morris por adicionar una sustancia adictiva dentro de sus cigarrillos, en Europa la presión de países como Irlanda y Noruega (que no dejan fumar ni en la calle) sirvió para que la Organización Mundial de la Salud presentara un tratado que involucra a los 192 países que pertenecen a la Organización de las Naciones Unidas en el que se prohíbe rotundamente la publicidad de cigarrillos y se suben los precios e impuestos del tabaco hasta en un 40 por ciento. Philip Morris perdió la demanda y hoy muchos fumadores norteamericanos de Marlboro viven bien sus últimos días gracias a ellos y a su vicio. El tratado europeo fue aprobado el año pasado, casi cuatro años después de ser presentado, pero de los 192 países todavía faltan más de 70 por firmarlo, entre ellos Colombia. Tenemos plazo hasta el 29 de junio. Para aprobarlo debe existir un consenso entre todos los ministerios, y resulta que el de Agricultura no lo aprueba porque esta medida dejaría sin empleo a la bobadita de 125 mil campesinos que derivan su sustento del cultivo del tabaco. Aunque el convenio plantea un fondo para la reconversión de cultivos, eso mismo le dijeron a los raspachines de coca y actualmente son desplazados. En mi opinión es mejor que pague quien los produce que quien los consume, porque es el primero el que se lucra, no uno. Siguiente: El Código de Policía Como contentillo para la OMS mientras se firma el convenio, la Policía Nacional incluyó en su último Código de Policía una estricta prohibición de fumar en sitios públicos, con penas desde multa por incumplimiento hasta cierre de los establecimientos y detención por desobediencia. Mejor dicho, si hoy me cogen en una tienda fumando me puedo ir para la cárcel y el chuzo lo cierran. Así porque sí. La primera vez que sentí ira de fumador frustrado fue en el Café Victoria de la Universidad Javeriana. Ya con el tinto en la mano procedí a encender mi cigarrillo cuando la mesera me objetó que ahí no se podía fumar. Ni había zona de fumadores. Me tuve que salir y dejar el tinto ahí, porque no tenían vasos desechables. No me cabía en la cabeza que existiera un café o un bar donde no se pudiera fumar (ya hay varios). En menos de lo que canta un gallo, los locales comerciales de la ciudad se vieron inundados con el letrero que más detesto: "Prohibido fumar". Ahora lo que hay que buscar es la "zona de fumadores". Y es verdad. Yo creo que nos estamos extinguiendo, como el comercial de los dinosaurios. Pero más que nostalgia personal, me preocupa qué vicios peores han reemplazado al cigarrillo en la juventud bogotana. Las pepas se consiguen como pan caliente y el riesgo de muerte, hay que decirlo, es miles de veces mayor. Martín de Francisco decía que "el suicidio es bueno, pero no hay que abusar de él, por eso fumo"; y también decía "antes, durante y después de cualquier cosa no hay nada mejor que un Marlboro". Pero incluso él lo dejó. Quién sabe por qué. Comenzó entonces mi calvario de persecución en la antigua capital del buen fumar. En cinco años el precio de los cigarrillos se duplicó y ya es difícil conseguir Marlboro en cualquier parte. Los bares siguen vendiendo Kool y Belmont, ninguno de los cuales me paso. En ocasiones aguanto un Lucky Strike, pero casi siempre viene con olor a berrinche. Nada como destapar una caja de Marlboros frescos y sentir el aroma de buen tabaco. El otro día una amiga me trajo una paca de Marlboros suizos desde Valledupar y le dije que era el mejor regalo que me habían dado en mi vida. Pero, oh sorpresa: al destaparlos vi que tenían manchas amarillas y el consabido olor fétido. Entonces quise que mejor me hubiera traído chocolates. Siguiente: Lo que queda por fumar y por hacer Free, Delta, Fly, Premier y Montana constituyen las nuevas y pomposas ofertas nacionales, todas ellas mentoladas y ultralights. Siempre pruebo cada marca nueva, a ver qué tal, pero siento como si estuviera fumando papel. No hay como el Marlboro. Si antes era tortuoso acompañar a la mamá o a la novia de compras, ya he vivido en carne propia lo que es hacerlo sin poder fumar. Ya no se puede fumar en casi ningún centro comercial. En Andino, Unicentro y Granahorrar sólo hay un sitio para fumar: afuera. En Atlantis no se puede fumar, pero hay tres bares donde sí dejan. Un dato útil: en Bulevar Niza sí se puede fumar en todo el centro comercial sin problema. Claro que si la Policía se entera, en una semana ya no se podrá. En las tiendas, restaurantes y cafés que no tengan sillas al aire libre no se puede fumar. . En la Luis Ángel Arango antes se podía fumar. En Oma no se puede fumar. Sólo hay dos Crèpes&Waffles donde se puede fumar: el de la 9ª con 74 y el de la avenida La Esperanza. Ni siquiera en mi casa me dejan fumar. Y bueno, esto es bien triste. Un consejo para fumadores: vayan siempre al mismo sitio y háganse amigos del dueño, con eso los dejará fumar, escondidos, eso sí en el último y más feo rincón del establecimiento. O acostúmbrense a fumar y tomar tinto parados en la entrada de la tienda, o sentados en el andén, o contra una ventana abierta. Los grupos también ayudan, los burros se buscan para rascarse y los fumadores para respaldarse. La estrategia de la OMS para patrocinar su convenio antitabaco es comparar el vicio con la pobreza que produce. Dice que en los hogares más pobres se destina 10% de los ingresos para sufragar las ansias de los pulmones oscuros y las mentes limpias. Yo, que soy pobre, les puedo asegurar que sale más caro dejar de fumar. O averigüen cuánto valen 10 parches de nicotina al mes o siete cajas de chicles Nicorette a la semana o un tratamiento Reiki que te quita las ganas de fumar con unos cuarzos sobre todo tu cuerpo durante una hora por dos meses, una vez a la semana. Yo lo intenté todo y ya lo único que quiero es seguir fumando hasta morirme contento, pero que me dejen hacerlo en paz, por favor.

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