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CAMINANDO SOBRE HUEVOS

Semana
7 de diciembre de 1998

Es sorprendente el parecido que tiene el país, ahora que han sido despejados los cinco municipios que el gobierno acordó, con el que existía antes de que se decretara el despeje: los mismos guerrilleros desplazándose como Pedro por su casa por el mismo territorio que lleva años siendo suyo, y el Estado fingiendo que ejerce soberanía sobre ese pedazo de Colombia.Pero al mismo tiempo es sorprendente la cantidad de cosas que están en juego y lo mucho que depende el futuro de la Nación de lo que ocurra en esa remota zona de distensión durante los próximos días.
Desde el punto de vista institucional el Estado colombiano no ha abandonado ninguna de sus obligaciones y todo lo que está ocurriendo sucede bajo la cobija de la legalidad. En la zona despejada quedan alcaldes y fiscales, e incluso serán creadas unidades desarmadas con funciones de policía. Además la zona de despeje es una modalidad de las áreas de distensión autorizadas desde hace algunos años por una ley de la República. Con eso se logra hacer algo que a los colombianos nos gusta mucho, que es vestir una situación excepcional con el ropaje de lo ordinario. Y eso no es siempre malo.
Pero la realidad es que se ha permitido que la guerrilla sea el único organismo armado en la zona despejada. Eso la convierte de hecho en autoridad en la medida en que sólo las Farc tienen capacidad de represión en ese territorio. Más que el hecho mismo del despeje (que, repito, es lo mismo que pasaba desde antes), lo importante es que representa el reconocimiento oficial del gobierno a los guerrilleros de su papel de insurgentes políticos, que es la condición indispensable para que ellos se sienten frente a una mesa de negociación.
Por eso en el despeje no hubo ceremonias especiales ni muchos discursos, porque a partir del sábado pasado empezó la verificación de que el despeje es real. Una vez establecido esto, tras un proceso que puede durar varias semanas, el gobierno y la guerrilla instalarán _ahí sí_ la mesa de conversaciones, que será el inicio real de la negociación de paz.
El gobierno ha tenido la audacia de plantear esto tan a fondo que resulta casi irreversible. Hay que hacer fuerza para que esa arma de doble filo apunte hacia una irreversibilidad positiva, es decir, a que las partes se paren de la mesa con su firma estampada en un acuerdo sensato. De lo contrario, lo que no tiene reversa es el ciego enfrentamiento armado sin intentos de solución política, que es la otra cara de la moneda cuando se ponen todos los huevos en una canasta, como está ocurriendo ahora.
En medio del drama por la actividad frenética de violencia de la guerrilla, acompañada por su discurso de paz, hay signos que pueden apuntar a que el carácter irreversible de este tipo de proceso también está afectando a las Farc. En los discursos de Manuel Marulanda y el 'Mono Jojoy' la semana pasada, ambos destacan su preocupación por demostrarle a alguien (a sus bases supongo yo) que las fotos, los encuentros, los mensajes y los despejes no son en sí mismos un acuerdo de paz sino apenas el preámbulo de la primera sentada a hablar. Eso es positivo, porque muestra que la dirigencia de las Farc tampoco es impermeable a una tendencia que involucra además a la comunidad internacional de una forma muy intensa.
Es muy posible que en desarrollo de esa misma presunción las Farc desplieguen una ofensiva grande fuera de la zona de despeje hasta el momento en que se instale la mesa de diálogo. Y es durante ese proceso, entre el sábado pasado y el día de instalación de las conversaciones, que todos los estamentos nacionales deben andar con la delicadeza de alguien que va sobre un camino de huevos.
Este es quizás el momento más frágil de todo el proceso, pero es posible que pasando el pedacito malo mejoren en forma seria las perspectivas de la paz en Colombia.

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