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Campanazo de alarma

En la subasta serpista el tristemente célebre coronel Germán Osorio ofreció 22 millones de pesos por un cuadro de segunda reputación

Semana
27 de agosto de 2001

Es el regreso del elefante”, le soltO Noemí Sanín a Juan Gossaín en su programa radial de RCN la semana pasada. Los oyentes pegamos un brinco. La candidata, con toda la autoridad del caso, se refería a un incidente poco publicitado ocurrido hace unos días durante una subasta organizada para levantar fondos con destino a la campaña serpista.

A dicha subasta se presentó el tristemente célebre coronel Germán Osorio, una de las piezas clave del proceso 8.000 por su vinculación con Elizabeth Montoya de Sarria, la ‘Monita retrechera’, y frente a todo el público presente y a los medios de comunicación, Osorio ofreció 22 millones de pesos por un cuadro de segunda reputación.

¿El dinero era propio? ¿O estaba actuando como testaferro de alguien? ¿No se le pasó por la mente a Osorio, o a quien lo mandó a hacer el mandado, el daño que ello era capaz de hacerle a la campaña serpista?

En el mismo programa radial de Gossaín, después del bombazo de Noemí, el coronel Osorio cometió su segundo gran error: llamó por teléfono a la emisora.

Como en su época una de las acusaciones en su contra había sido el cargo de enriquecimiento ilícito y su defensa el argumento de su pobreza franciscana, la noticia de que había ofrecido 22 millones por un cuadro lo dejaba mal parado. El explicó que era testaferro de un “industrial amigo”. Curiosamente esta fue la misma explicación que dio ante la justicia de la época para explicar porqué tenía en su cuenta personal dos cheques por valor de un millón y medio de pesos girados por la ‘Monita retrechera’, a cambio de un cuadro que “alguien” le había encargado que vendiera. Si tanta gente busca a Osorio como intermediario en negocios de arte debe ser porque el coronel sabe mucho del tema. Lo irónico del caso es que el que necesitaba testaferro en la subasta no era el “industrial amigo” de Osorio, que, hasta donde sabemos, no ha tenido líos con la justicia, sino el propio Osorio.

Lo primero que hay que resaltar de este episodio es que la reaparición del coronel Osorio en las toldas del serpismo es un campanazo de alerta. Se trata del personaje que fue judicialmente cuestionado no sólo por haber recibido dos cheques de la ‘Monita retrechera’, sino por mantener con ella una estrecha relación que distaba mucho de ser apenas una sincera amistad: Elizabeth Montoya de Sarria era la encargada de recolectar dineros de los bajos fondos para la campaña samperista. El coronel Osorio sirvió varias veces de enlace entre los Sarria y el presidente, y por lo tanto las autoridades siempre supusieron que el edecán de Samper sabía muchas cosas claves para el 8.000.

Pero el coronel Osorio le pudo a la justicia. Primero fue enviado por Samper a un cargo inexistente en Italia, para eludir el acoso de las autoridades judiciales. Luego, obligado a regresar a Colombia, fue detenido durante ocho meses y después absuelto por falta de pruebas.

Pero su oscuro papel en el 8.000 se quedó sin esclarecer, y por eso su desafiante reaparición pública en la subasta serpista arroja serias preocupaciones sobre posibles futuros incidentes de este estilo.

Desde luego, Horacio Serpa no tiene la culpa de que al coronel Osorio le haya dado la gana de aparecerse en su subasta. Pero como campanazo, implica que su campaña tendrá que desplegar todas las antenas del caso para que los fantasmas del 8.000 no la contaminen ahora que está tan cerca de la meta final.

Aunque es bien sabido que a Serpa lo trajo hasta aquí su lealtad —lo que todavía no le perdonan muchos—, muy pocos ponen en duda que nadie está más distante que él de la funesta combinación de la plata con la política. Pero eso no es suficiente para ganar las elecciones. Serpa debe proyectar una esperanza de cambio en las costumbres políticas y de punto final a la moral flexible. Esa es la realidad que tiene que transmitirle en forma contundente al electorado, y eso no lo va a poder hacer mientras cuente en el interior de su campaña con elementos que no comparten los mismos principios del candidato.

En cualquier caso, el episodio de la subasta serpista deja por lo menos dos interrogantes sin resolver:

Uno: ¿Cómo puede ser tan bruto el coronel Osorio?

Dos: ¿Cómo puede ser tan bruta la campaña de Serpa?

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