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Canal Capital, entereza y calidad

Mientras la TV privada requiere de “consumidores” que les mejoren rating, y de pautas publicitarias que redunden en sus utilidades, la TV regional va tras el ciudadano común en aras de prestarle un servicio social.

Germán Uribe, Germán Uribe
14 de abril de 2014

Analítico, valeroso y objetivo, relajado y ameno, probablemente el mejor programa en su género de la televisión colombiana, ese es El Primer Café del Canal Capital. Y vaya usted sobre el resto de la programación de este Canal y se sorprenderá. No le hace justicia la levedad con que a veces se le menciona: alternativo. No. Es real, directo, esencial y, por añadidura, con una enorme preocupación por la democracia y la paz de nuestro país.   

Sin embargo, tiene sus enemigos. Políticos, desde luego, porque no podría ser de otra manera.  Así es como una columnista, explícita vocera de la derecha política, la señora Maria Isabel Rueda, gozosa, se vino recientemente lanza en ristre contra el Canal Capital “denunciando” atropelladamente desde supuestas calamidades económicas, hasta aspectos inherentes a la personalidad, honestidad y valía periodística de su gerente, Hollman Morris, y de paso, arrastrando con su malevolencia el prestigio bien ganado de ese formidable equipo de trabajadores, técnicos y periodistas que gradualmente vienen consiguiendo no sólo un rating envidiable, sino sirviendo de ejemplo -como lo señala la ONU- de lo que debería ser una televisión pública puntualmente democrática y de efectivo servicio a la comunidad. Es decir, en últimas, humana, en la medida en que, como lo señala su gerente, “visibiliza al débil, exalta realidades y sueños de afrocolombianos, indígenas, grupos religiosos, juventudes, mujeres, población LGBTI, personas con disminución auditiva, colectivos audiovisuales y jóvenes Hopper”.

Dice la señora, como abrebocas de su catilinaria, que ha “recibido” de la Contraloría Distrital datos que la llevan a revelar una desastrosa realidad contable del Canal. No especifica si fueron solicitados por ella, o de “oficio”, el Contralor Distrital, malqueriente de la Bogotá Humana de Petro, en calculada maniobra política se los hizo llegar. 

Después, da inicio a una serie de aseveraciones que, en contravía de la sindéresis, parecen provenir de alguien cuya misión no es otra que la de destruir a punta de falacias toda aquella ejecutoria que provenga de alguien cuya ideología -y probablemente también su fisonomía y su “pinta”- no le son de su agrado. 

Porque es que afirmar que el Canal Capital no promueve la cultura, no es simplemente una fallida  “boutade”, es abiertamente una calumnia. Y si el espacio me lo permitiera haría aquí una interminable lista de todas las franjas de su estupenda parrilla, programas ingeniosos, pluralistas, incluyentes, de perfiles culturales originales y asombrosos que permiten la visibilización de las minorías y claman por el respeto a la diversidad, pedagógicos sobre el medio ambiente y la memoria histórica e incluso, “subversivos” en tanto develan el rostro maquillado por la cultura oficial de la realidad pura y lironda del medio social en que vivimos.   

Citando un informe de auditoría alega pérdidas millonarias en la vigencia del 2013 y se queja  como cualquier economista neoliberal, de que una empresa de servicio público no ofrezca utilidades. Le faltó reclamar la privatización de esta empresa que, si fuera por ella, bien podría otorgársele al dueño del diario El Tiempo, medio éste que la “querellante” escogió como trinchera para lanzar desde allí sus innumerables botafuegos perversos.   

¿Cómo puede afirmar la señora Rueda que el Canal Capital “se ha desviado de la naturaleza de la empresa” por no ser rentable económicamente, por no producir millonarias utilidades? ¿Acaso ese es el propósito y la finalidad de las empresas de servicios públicos? La obligación inherente a éstas no es otra que su sostenibilidad con recursos estatales, de los contribuyentes y suscriptores para el más efectivo cumplimiento de su misión de servicio a la población.

Y en cuanto a la independencia, ¿cómo no esbozar una sonrisa sabiendo que quién la reclama para el Canal Capital lo hace desde una columna pagada nada menos que por el diario El Tiempo? 

Es que una cosa, señora, son Caracol y RCN, sus muy afectas multimillonarias empresas monopolísticas, y otra muy distinta la televisión pública regional de Colombia como Telecafé, Canal 13, Telepacífico, Teleantioquia, Telecaribe, Canal Capital, Teleislas y Canal TRO. Aquellas requieren de “consumidores” que les mejoren rating, y de pautas publicitarias que redunden en sus utilidades; éstas van tras el ciudadano común en aras de prestarle un servicio social. 

En resumidas cuentas, lo que María Isabel Rueda busca con un evidente interés político dañino es, sencillamente, que esta televisión ciudadana y claramente popular y democrática, patrimonio de los bogotanos de a pie, desaparezca despejándole el camino a la competencia privada. 

Y no se entiende, tampoco, por qué la mortifican las alusiones favorables de la televisión regional a gobernantes locales ungidos como tales por el querer popular, y en cambio no le molesta para nada la velada exaltación que los omnipotentes medios -de los que ella devenga honorarios- hacen de los más conspicuos representantes de las trampas financieras, de tantos y tantos corruptos de cuello blanco, de políticos en entredicho y del poderoso gran capital, en suma, de aquella jactanciosa elite dominante a la que el británico Henry Fairlie dio en llamar “the establishment”. 

Notificados como estamos de lo que se viene contra el Canal Capital después de esta invocación de guerra de María Isabel Rueda, debemos estar alertas. Ya la simpatía que tantos profesamos por el Canal se vuelve inocua. Ahora es la hora de su defensa.     

guribe3@gmail.com