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¿CANDIDATOP DE PARTIDO?

Semana
16 de junio de 1997

De modo que Alfonso Valdivieso, heredero político de Galán, no somete su nombre a la consulta popular y, por consiguiente, no será candidato oficial del liberalismo. Tampoco Carlos Lleras de la Fuente. Juan Manuel Santos lo duda aún. De esta manera, el único hoy por hoy dispuesto a ceñirse a los estatutos de su partido es Horacio Serpa. Pero sucede que laconsulta aparece cada vez más como un procedimiento ficticio y las candidaturas de partido resultan poco ambicionables. Es una de las paradojas más grandes de la política colombiana.
Dos razones la explican. Primero, porque se considera que la consulta es un traje a la medida de Serpa. Nadie cree en la imparcialidad del gobierno. Diga lo que diga el Presidente, se sabe que el gobierno tiene su candidato y que está haciendo todo, lo debido y lo indebido, para imponerlo con todas las prebendas y presiones del poder. Segundo, porque hoy en día el prestigio del liberalismo anda por los suelos. Es un lastre identificarse ciento por ciento con un partido bajo cuya ala han crecido la corrupción y el clientelismo.
Desde luego el Partido Conservador, como tal, no anda mejor vestido. Aunque en menor grado que el Partido Liberal, tiene también sus caciques, sus corruptos y sus lentejos adheridos como garrapatas al lomo del poder. Por culpa de éstos no puede pretender constituirse en una alternativa creíble. Aparece como otra vertiente de la impugnada clase política. No hay respiración boca a boca ni transfusión que valga para resucitar una opción conservadora, y al escribirlo pienso en hombres limpios y empeñados en tal empresa heroica como Andrés Pastrana o Juan Camilo Restrepo. En este caso, es Noemí quien tiene, como Valdivieso, una estrategia más ajustada al sentimiento dominante en la opinión pública.
Las candidaturas que se presentan como nacionales parecen sintonizarse mejor con la nueva realidad del país; realidad que plantea un juego de alternativas diametralmente distinto al del pasado. Colombia no está hoy polarizada entre liberales y conservadores, como en otros tiempos, sino entre continuismo y cambio, entre clase política y sociedad civil. La clase política liberal tiene un candidato, que es Horacio Serpa, y su anzuelo para pescar alguna franja de opinión será el populismo. La sociedad civil divide sus favores en una baraja de aspirantes. Sus dos ideas fundamentales son la lucha contra la corrupción y la modernización de un Estado que ha dejado a la Nación a la intemperie, empobrecida, anarquizada y expuesta a toda suerte de violencias.
De esta polarización dramática, inevitable y tal vez necesaria, las soluciones de partido tienen un tinte anacrónico. No responden a la realidad del momento. Lo que importa es la salud y recuperación del país, no la del liberalismo o la del conservatismo. Antes que ellos, se necesita salvar a Colombia. Y esto es lo que ha entendido muy bien Valdivieso. Si da la espalda a la consulta, renunciando al procedimiento propuesto e impuesto por Luis Carlos Galán, es precisa y paradójicamente por fidelidad al credo de su primo. No hay contradicción sino continuidad de propósitos. Hoy, ante la situación que vivimos, Galán haría lo mismo. De paso, por esta vía, limpiando de malas hierbas el camino, Valdivieso o Carlos Lleras acuden tangencialmente al rescate de su partido de origen. También Noemí con el suyo. Sería tonto pedirles cuentas porque los unos no quieren vestirse enteramente de rojo y ella de azul.
Yo sé bien que un Juan Manuel Santos, un Andrés Pastrana y, desde luego, un Juan Camilo Restrepo o un Alvaro Uribe Vélez -si éste decidiera lanzarse a la arena electoral- entran de cuerpo entero, con sus análisis o propuestas, en la alternativa limpiade la sociedad civil y del anticontinuismo. Lo que, en su caso, puede ser muy riesgoso es poner a tales propuestas la etiqueta restrictiva de un partido y de un partido gastado y clientelista. Entrando en la consulta liberal, Juan Manuel Santos o Uribe Vélez, salvo un milagro, acabarían legitimando la candidatura oficial de Serpa. Es decir, comprometiéndose fatalmente, por disciplina, con el bando de la clase política y en contra de las alternativas puestas sobre la mesa por una desesperada sociedad civil. Quedarían de abanderados del continuismo, cuando no lo son de ninguna manera en sus convicciones y propuestas.
No veo tampoco qué puedan ganar Pastrana o Juan Camilo Restrepo partiendo a la contienda electoral como candidatos del Partido Conservador. Con esa tintura -que sin duda puede agradar a los godos montaraces de Sonsón o Gachetá- no sólo se distancian de los electores liberales, sino también de esa gran franja independiente, cada vez más alérgica a cualquier identificación con formas y etiquetas de la política tradicional. El fenómeno Mockus se explica sólo como expresión de ese rechazo. La geografía electoral de Colombia ha cambiado tan rápida y sustancialmente en los dos últimos años que ya puede ser iluso el cálculo de apoyarse en una estructura de partido para salir en busca del voto de opinión. Lo primero, es cierto, suministra un andamiaje organizativo y un caudal de votos fieles, pero tiene un costo y, de pronto, un costo demasiado alto.
Estamos llegando al año 2000 y, mal que bien, este país es otro.

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