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Canto de sirenas

Ulises, para resistir el poder seductor del canto de las sirenas, que lo habría llevado a la muerte, ordenó a los tripulantes de su nave taponar con cera sus oídos y él mismo se hizo atar al mástil. Lo mismo tendrá que hacer nuestro equipo negociador con el ELN.

Jorge Humberto Botero
14 de julio de 2017

Las negociaciones con el denominado “Ejército de Liberación Nacional”, ELN, una banda armada de origen cristiano-marxista integrada por unos mil quinientos hombres, carece de agenda: el documento que supuestamente la contiene recoge proposiciones huérfanas de sentido o que son meras obviedades. Esta falencia es grave. Si con una agenda acotada para los acuerdos de La Habana pudimos llegar a un texto de más de 300 páginas y a incorporar en la Constitución de Colombia sus estipulaciones, qué no podría suceder en esta nueva aventura en pos de la “paz completa” que persigue el presidente Santos.

Para que no se diga que falto a la verdad, van las pruebas. El punto primero de la supuesta agenda versa sobre la “Participación de la Sociedad en la Construcción de La Paz”, loable objetivo que, en principio, nadie podría rechazar. ¿Mas en qué consiste esa participación? “a) Tendrá lugar (…) en función de iniciativas y propuestas que hagan viable la paz, en el curso y contexto de este proceso. b) Sobre los temas de la agenda. c) Un ejercicio dinámico y activo, incluyente y pluralista, que permita construir una visión común de paz que propicie las transformaciones para la nación y las regiones”.

Decir que la agenda de participación se desarrollará en función de “iniciativas y propuestas” y conforme a la agenda estipulada, son tautologías que bien habría podido usar Cantinflas, el gran humorista mexicano de mi niñez. Añadir que el ejercicio debe materializarse en visiones compartidas sobre la paz, es inútil. Buscar acuerdos sobre ese loable objetivo, el cultivo del trigo en el trópico, la necesidad de bajar (o subir) impuestos, o sobre cualquier otra cosa, es el propósito de toda negociación.

El punto segundo del conato de agenda trata de la “Democracia para La Paz”, tema de la mayor trascendencia para nuestro país. Allí podemos leer que se pretende llegar a un acuerdo, entre otras cosas, para: “a) Realizar un debate que permita examinar la participación y las decisiones de la sociedad en los problemas que afectan su realidad, y que pueda canalizarse en elementos constructivos para la sociedad. b) Tratamiento de los conflictos hacia la construcción de La Paz (…) d) Participación de la sociedad en la construcción de ciudadanía”. Puro bla, bla, bla, qué pena decirlo.

Como a pesar de la ausencia de marco conceptual, las negociaciones no avanzan, alias Pablo Beltrán ha propuesto una tregua temporal sujeta a condiciones. Examinemos ambos elementos.

Las treguas temporales solo sirven para darle aire a la guerrilla y deteriorar la capacidad de acción de la Fuerza Pública; por lo tanto, a pesar de su aparente sentido humanitario, lo que hacen es prolongar los conflictos armados, o la “guerra” en la nueva terminología oficial. Lo aprendimos dolorosamente con la creación por el presidente Pastrana de la zona de despeje en San Vicente del Caguán, un territorio inmenso usado por las Farc, que no tenían intenciones serias de negociar, para robustecerse en términos militares.

Justamente por eso el Gobierno actual nunca acordó una tregua con las Farc. Con buen criterio, estipuló un cese al fuego bilateral y definitivo cuando estimó que el fin del conflicto con ese grupo guerrillero era irreversible.

Explica el compañero Pablo que las contrapartidas de la tregua serán “unos acuerdos de orden humanitario que alivien la situación de la población no combatiente. Estamos pidiendo que haya un cese en los ataques y en la persecución contra líderes sociales, ambientalistas y de derechos humanos. Para nosotros es muy importante que el gobierno rompa los vínculos que tiene con los paramilitares y que garantice que las personas que no están de acuerdo con el gobierno puedan hacer su política y no sean perseguidas”.

Por lo tanto, a cambio de que no se cometan más ataques a nuestros soldados y policías, y cesen las acciones dañinas contra el medio ambiente, el Gobierno tendría que aceptar su responsabilidad en graves acciones criminales y su falta de respeto por los derechos de la oposición.

Esas concesiones, sin embargo, no serían suficientes. Notifica el comandante guerrillero que “En los territorios donde está el ELN necesariamente se tendrán que hacer privaciones de la libertad a gente extraña que entre, como medida de seguridad. En ese tiempo cesaríamos solo las privaciones de libertad económicas”. Así las cosas, habría que aceptar que ese grupo ilegal ejerce soberanía sobre ciertas porciones del territorio patrio...

Por estas razones, considero que no pueden nuestros delegados en Quito escuchar el canto de sirenas del compañero Pablo. Creo que ese es el sentido de una declaración de Juan Camilo Restrepo posterior a la de aquel.

Adenda. El reciente reporte de la Fiscalía de la Corte Penal Internacional, demuestra que esa institución se encuentra cada vez más cerca de abrir un proceso en Colombia. La parálisis de la justicia penal ordinaria, a la espera de que comience a funcionar, en fecha no determinada, la Justicia Especial de Paz; las disposiciones de ese estatuto en ciernes que podrían entenderse como modalidades de impunidad; y la ruptura unilateral de la obligación de extraditar a quienes ella decida procesar -contenida en un tratado internacional vigente- serían algunas de las razones de ese posible curso de acción que, de materializarse, nos humillaría ante la faz del mundo.