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El deber de la ingratitud

Ojalá el magistrado Bernal no le sea leal ni a Santos ni a Viviane sino a la Constitución. Con sus nominadores y electores, tiene el deber de la ingratitud

José Manuel Acevedo M., José Manuel Acevedo M.
27 de mayo de 2017

Al recientemente elegido magistrado de la Corte Constitucional, Carlos Bernal, le han esculcado cada clase, cada intervención, cada columna y hasta algunos senadores, en privado, han considerado la posibilidad de impugnar su elección. Todo porque votó para pedir lo obvio: que haya independencia de poderes, que el Congreso pueda deliberar artículo por artículo sobre leyes y reformas constitucionales y que los parlamentarios puedan introducir las modificaciones que en su leal saber y entender consideren pertinentes.

Sin embargo, detrás de la exhaustiva investigación sobre sus posiciones frente a la paz no está la sana intención de examinar desde la opinión pública a los que se convertirán en nuestros altos jueces sino la necesidad de pasarle una cuenta de cobro por lo que consideran una "traición".

Al magistrado Bernal le están cobrando una volteada; lo acusan de torcerse y desde el presidente para abajo creen haber cometido un error con su postulación.

Los mismos que pedían independencia en las altas cortes son los que ahora salen a exigirle al jurista lealtad con Santos, con el acuerdo de paz y no precisamente con la Constitución. Pero si Bernal quiere ser un buen magistrado tendrá que cultivar la que, para los jueces, debería ser su máxima virtud: la ingratitud.

Además, no sería el primero en decidir en contra de su nominador y, con suerte, esperamos que no sea el último.

En la historia reciente del alto tribunal constitucional ha habido otros ingratos. El expresidente Uribe ternó a María Victoria Calle y nadie como ella votó más en contra de los proyectos estratégicos del entonces gobierno, desde la reelección hasta las bases gringas en territorio colombiano. ¿Escribieron columnas en su momento los acuciosos periodistas que ahora le tiran piedra a Bernal para pedirle a la doctora Calle que actuara en consonancia con las políticas de su nominador? ¡Al contrario! La aplaudieron por su independencia y festejaron su ingratitud. Por eso sorprende que esos mismos opinadores ahora se rasguen las vestiduras por el primer voto de Carlos Bernal en la Corte aunque refleja el doble rasero con el que muchos de nuestros más ‘liberales‘ comentaristas suelen escribir y hablar.

Ingrata, en buena hora, también ha sido la magistrada Gloria Stella Ortiz con quien empujó su nombre para que la eligieran en la Corte. Frente a las pretensiones del exfiscal Eduardo Montealegre en el alto tribunal, la doctora Ortiz ha votado siempre según sus convicciones y no para hacerle el cuarto al que fuera su gran promotor.

Seguramente en la lista de los ingratos hay varios magistrados más y ojalá Bernal lo siga siendo con el presidente Santos que pretendió comprar fallidamente lealtades cuando en sus entrevistas con los candidatos a la Corte, condicionó su entrada en la terna al compromiso de apoyar ciegamente el acuerdo con las Farc.

A Bernal le quedan ocho años para seguir siendo ingrato. Lo mismo con Santos que con la senadora Viviane Morales que celebraba con euforia el día de su elección.

Como escribió Rodrigo Uprimny en una columna que lleva el mismo título de esta: "El futuro del Estado de Derecho y de la democracia colombiana dependerá en gran medida de que los funcionarios ejerzan su deber de ingratitud".

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