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Carta de amor a Petro

Yo no hago parte de esa gavilla infame que lo critica. Alcalde: yo prefiero que usted tuitee a que gobierne.

Daniel Samper Ospina
17 de marzo de 2012

Apreciado doctor Petro:

Reciba mi más atento saludo y hágalo extensivo a su mujer, a sus seis o siete hijos y a la perrita Bacatá.

Me animo a escribir esta carta para ofrecerle un consejo, impulsado por el inmenso cariño que le tengo. Sí. Es verdad que la ciudad se salió de madre y que los verdaderos desmovilizados no son usted y el doctor Navarro, sino los ciudadanos, porque movilizarse en las calles bogotanas ya no es posible. También, que el único plan de choque de su alcaldía lo protagonizó su mujer, cuando usted la dejó manejar.

Y, sin embargo, querido alcalde, confieso que lo amo; lo amo y sufro cada vez que sus enemigos tratan de hacerle daño. Recuerdo cuando, en plena crisis, Clara López le pedía que se serenara, esto es, que saliera al sereno de las frías tardes bogotanas. Dios mío, rezaba yo: que el doctor Petro no caiga en la trampa; que siga tuiteando en su casa y que, si va a salir, se tape la boca con el pañuelo. Me parte el corazón que la izquierda se pelee entre sí. Ojalá se fumen pronto el Mustang suelto de la paz.

Lo amo, digo, y sin exigir nada a cambio: ni siquiera que muestre una mínima capacidad de reacción ante los problemas que nos agobian, en especial los de TransMilenio, que, mirémoslo por ese lado, es el medio ideal para que florezca su política del amor: está tan atiborrado que fluyen el roce erótico, la caricia involuntaria, el cuerpo a cuerpo sudoroso. Si uno no está planificando es mejor tomar un taxi porque cada frenón es una aventura sexual, una nueva posición, el excitante hallazgo de algo inesperado. Y eso es muy rico.

Es cierto que, salvo Angelino, que adora los embutidos, a nadie le gusta montarse en un articulado; también, que arrecian las críticas según las cuales usted sabe hacer oposición, pero no gobernar. Gobernaba Clara López, que inauguraba con cinta y banda musical, cuadra por cuadra, los pedazos que iban quedando listos de la Calle 26 instantes previos al Mundial Sub 20: !eso era gobernar!

Pero este país no es justo, alcalde, ni con usted ni con nadie. Si lo fuera, a los hermanos Moreno les habrían otorgado el TransMilenio por cárcel, aunque se disparara el cosquilleo.

El hecho es que, más allá de cualquier consideración, siento un hondo cariño por usted, pese a que su obra de gobierno más recordada fue poner a que doscientas personas saltaran sobre un pedazo de la grama de El Campín para medir si la cancha aguantaría un concierto de Paul McCartney, o al menos, uno de Ringo Starr. ¿Siguen ahí? ¿Los pudieron desalojar? ¿Por qué no los trasladan a una estación de la Caracas?

Fue un ensayo innecesario, si me deja decirle: para conocer la resistencia de la hierba bastaba con autorizar un picnic de José David Name con Juan Piña. O continuar el legado de Samuel, que prestaba sin líos el estadio para hacer conciertos. Conciertos para delinquir, aparentemente.

Como sea, más allá de esos detalles, celebro que usted sea un hombre humilde que solo pretende corregir ya no digamos los gobiernos de Mockus o de Peñalosa, sino el del propio Jiménez de Quesada: quiere empezar de ceros, reinventarse todo desde el principio; construir 12 chozas de paja en los lotes que estaban destinados para la ALO. Y eso es muy meritorio.

No dudo que lo logrará porque usted todo lo puede: tratar de tú y de usted en una misma frase; cambiar la S por la T, como cuando mandaba al 'Esmat' por toda la 'ciudat', o matonear por Twitter a los alcaldes menores, con lo importantes que son. Porque, para el que no lo sepa, los alcaldes menores son los que prestan el Campincito para los pequeños conciertos.

Pero me demoro. El motivo de esta carta es ofrecerle un consejo, y ha llegado el momento. Querido alcalde: permita que la perrita Bacatá se haga cargo de la ciudad mientras usted descansa.

Calígula, que nombró cónsul a su caballo, o Uribe, que puso a Andrés Uriel de ministro, pueden certificar que otorgarles funciones públicas a los animales de confianza es una salida respetable. Puede ser que Bacatá le dé especial énfasis al desarrollo del CAN, no lo voy a negar: cada funcionario siempre tira para su lado. Pero la perrita tiene más olfato que usted y representa una conveniente continuidad frente al gobierno de Samuel, que tanto se destacó por las mordidas. Además, desarrollaría como nadie el Plan de Ordenamiento Territorial porque, como todos sabemos, los perritos son muy territoriales. Bacatá alzará la pata, sí, pero no se patrasea, como usted. Y si su administración resulta ser un hueso, como parece, nadie mejor que Bacatá para asumirlo.

Alcalde: agárrele la pata de palo de Navarro como bate y sáquela del estadio. Deje gobernar a Bacatá y usted descanse. No le cuente a nadie. Y verá que su imagen se catapulta a niveles presidenciales, como quiere, y que le quedará más tiempo para tuitear, cosa por la que ahora todo el mundo lo critica. Yo no: no hago parte de esa gavilla infame. Alcalde: yo prefiero que usted tuitee a que gobierne.

Permita, pues, que Bacatá tome el control de la ciudad y dedíquele tiempo a su mujer. Ámense, alcalde. Salgan a caminar. Tómense de la mano. Miren un atardecer. Y monten en TransMilenio, aunque no estén planificando, qué importa: solo se vive una vez. Y en todo caso ya sabemos que planificar no es lo suyo.

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