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Cartagena ¿La heroica?

Alejandra Azuero Quijano se pregunta qué está pasando en la ciudad en la que, además de sus imágenes de postal, cada vez hay más pobreza, inseguridad y problemas que deberían avergonzar a todo el país

Semana
25 de agosto de 2007

Hace algunas semanas el canal de televisión RCN emitió un documental sobre la ciudad de Cartagena titulado “Fantasmas en la ciudad de piedra”. El cortometraje, realizado bajo la dirección del periodista colombiano conocido como Pirry, presenta al público una mirada crítica de la realidad cartagenera y denuncia abiertamente la delincuencia, la corrupción y la pobreza que afligen a esta ciudad del país. Sin embargo, tan sólo algunos días después de emitido el documental, la Policía de la ciudad de Cartagena citó a una inesperada rueda de prensa en la que desmintió la información emitida por Pirry. Mientras las autoridades de la ciudad –incluido el alcalde Curi– afirman que el presunto documental es un simple montaje, su director se ha defendido diciendo que tiene las filmaciones que corroboran sus denuncias.

Si bien es cierto –como lo afirman algunos críticos del documental– que la realidad cartagenera es mucho más compleja de lo que se puede mostrar en una hora de video, también hay que reconocer que este episodio es solamente el último de una serie de detonantes que han puesto en evidencia la resistencia de algunos cartageneros frente a las críticas que se le han hecho a la ciudad. Aun cuando Cartagena no es la única ciudad colombiana que enfrenta problemas de violencia e inseguridad, se trata de la mayor joya turística del país. Y es precisamente por esta razón que las elites y la administración cartagenera se indignan ante este tipo de denuncias, argumentando que afectan la imagen de la ciudad. Sin embargo, al desmentir y deslegitimar las denuncias de los medios, lo que se logra es seguir justificando la inacción del Estado frente a problemas que son reales.

De hecho, para nadie es nuevo que los medios de comunicación del país –particularmente la prensa escrita– denuncien regularmente las dos caras de la vida en Cartagena. Sin embargo, tal y como ha sucedido en otras ciudades como Bogotá, Medellín y Cali, las dos caras de la moneda se suelen encontrar cuando la inseguridad aumenta, y las agresiones de los más pobres amenazan la vida apacible de aquellos quienes creen poder pagar por la tranquilidad. En efecto, fue después del asesinato de dos turistas italianos, en el mes de febrero de este año, que se generó un primer debate público en torno a la inseguridad en Cartagena. Sin embargo, el tema no fue discutido desde sus causas –aun cuando el asesino había sido un pandillero de tan solo 16 años habitante de uno de los barrios más pobres de la ciudad–, sino que fue minimizado por la Policía y la Alcaldía como un hecho aislado y excepcional.

No obstante, como bien lo señaló el periódico El Espectador en su edición del 24 de febrero de este año: “Cartagena está cercada por la violencia y el hambre”. Al igual que 200 años atrás, cuando el Ejército granadino prefirió morirse de hambre antes que entregarse a la Corona española, ganándose la ciudad el calificativo de “La Heroica”, hoy Cartagena está sitiada, no por un ejército, sino por la marginalidad y miseria en la que viven sus habitantes.

A pesar de esta situación, anualmente medio millón de colombianos viajan a Cartagena, sin contar los 80.000 extranjeros que visitan la ciudad amurallada. Pareciera que a los turistas les es indiferente que los índices de homicidio doblen las cifras de Bogotá o, más bien, que desconocen las condiciones de inseguridad que azotan al centro urbano más visitado del país, donde la tasa de homicidios es el 12 por ciento más alta que la de Bogotá. Sin embargo, el turismo de la ciudad no da tregua, incluida la visita de ilustres personajes, que van desde el magnate Bill Gates hasta los reyes de España.

Pero más allá de las áreas por donde pasan los visitantes y las familias acomodadas de la ciudad, Cartagena se extiende desde la costa hacia el interior por varios kilómetros. Y es precisamente en esos barrios, donde la belleza, la historia y la exuberancia del mestizaje caribeño se cruzan con la miseria del presente y las desigualdades abismales. En efecto, los problemas ambientales, raciales, económicos y sociales que azotan la ciudad –no todos discutidos públicamente– siguen sin ser enfrentados por quienes tienen el deber y el poder para hacerlo.

El deterioro ambiental de la ciudad y sus alrededores es uno de los problemas menos documentados por los medios. Casos como el de la Ciénaga de la Virgen y el Canal del Dique evidencian la gravedad del asunto. En efecto, a pesar de los millones que dice haber invertido la administración local en la descontaminación de la Ciénaga de la Virgen, los residuos sólidos de más de 100.000 familias que habitan casas improvisadas sobre las orillas son depositados en el agua debido a que no hay un sistema de recolección de basuras en la zona. Por otro lado, los desechos de la ciudad que son transportados hasta el Canal del Dique, el cual desemboca en el mar que baña las costas de las Islas del Rosario, han sido declarados la primera causa del blanqueamiento del parque de coral de la zona.

Otro fenómeno que afecta la ciudad, pero que no es objeto de discusión pública, es la discriminación racial. A pesar de que los mismos cartageneros son los primeros en negarlo, la exclusión social en la ciudad está estrechamente ligada al racismo y a la discriminación de la que son víctimas negros y mestizos. Ya en dos ocasiones la Corte Constitucional ha tenido que resolver acciones de tutela contra establecimientos nocturnos de la ciudad que han negado la entrada a personas de raza negra. Igualmente contribuye a la exclusión social el hecho que Cartagena se haya convertido, desde hace cerca de 10 años, en uno de los mayores receptores de población desplazada del Caribe colombiano. Según datos oficiales, la ciudad ha recibido alrededor de 5.800 desplazados entre 1999 y 2004. A esto se suma también la presencia creciente de disidentes de las AUC, quienes se pelean por el control de los barrios marginales y las pandillas juveniles, al mismo tiempo que hacen circular panfletos amenazadores de casa en casa y cobran vacunas a los taxistas.

Otro tema alarmante es el crecimiento del turismo sexual en el nivel local. Niños y niñas, adolescentes y mujeres adultas se dedican a satisfacer las demandas de un mercado que se ha desplazado desde las costas de Cuba y República Dominicana hasta Colombia. Europeos y estadounidenses son los principales consumidores de una nueva forma de explotación sexual que ha propiciado el aumento de la prostitución en la ciudad. Sin embargo, con la aquiescencia tácita de una administración empeñada en defender la imagen de la ciudad, la situación no ha sido enfrentada y está muy lejos de mejorar.

Entre tanto, los intentos por mostrarnos la realidad de una ciudad una vez heroica y hoy en decadencia, siguen siendo saboteados. El turno esta vez fue para Pirry, quien fue declarado persona no grata por las autoridades de la ciudad. No hay duda, algo de lo que se dijo en el documental molestó a quienes detentan el poder en Cartagena, paradójicamente, los mismos que tienen en sus manos el poder de transformar las cosas. Sin embargo, mientras el discurso a favor de la imagen de Cartagena y del país siga primando sobre el reconocimiento de problemas reales que afectan la vida de los colombianos, seguiremos alimentando la corrupción de nuestros gobernantes y la indiferencia de nuestros ciudadanos.

*Asesora jurídica del Grupo de Derecho de Interés Público de la Universidad de los Andes (G-DIP).

El Grupo de Derecho de Interés Público de la facultad de derecho de la Universidad de los Andes (G-DIP), es un ente académico que persigue tres objetivos fundamentales: primero, tender puentes entre la universidad y la sociedad; segundo, contribuir a la renovación de la educación jurídica en nuestro país; y tercero, contribuir, a través del uso del derecho, a la solución de problemas estructurales de la sociedad, particularmente aquellos que afectan a los grupos más vulnerables de nuestra comunidad.

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