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Chatarra renovada por 28 mil millones

Seguramente el fraude a Metrotransito en Barranquilla consistió en una sofisticada maniobra que no dejó huella, y posiblemente dejará a su director libre de cargos.

Semana
15 de mayo de 2008

El pasado 23 de abril los barranquilleros vimos por televisión detalles de la captura del ex director de Metrotransito (entidad de regulación de transito distrital) Carlos Altamar, a quien se sindicó de haber defraudado 28 mil millones de pesos de las finanzas públicas desde octubre de 2007.
 
Entonces se fugó hacia su coto personal de protección: el barrio Montecristo (estrato tres), donde nació y ha residido siempre, y donde construía un lujoso edificio de vivienda apodado por la sabiduría popular “villa comparendo”, para describir las batidas y reparto indiscriminado de comparendos que se hacían en cada quincena y en la zona de pico y placa. De la nada salían los reguladores y comentaban a los presuntos infractores cuando se rebelaban que tenían que llenar “su cuota mensual de multas”.

Pero no fue a punta de comparendos como se hizo la defraudación de los 28 mil millones ni fue la cabeza de Altamar (buen jugador de dominó, pero de temperamento explosivo, pantallero y cumbanchero, amante de los vidrios polarizados en las cuatro puertas) de donde debió surgir esa mágica fórmula.
 
La figura utilizada y el mecanismo montado requirieron de una cabeza fría, mayor formación y experiencia en finanzas públicas y profundo conocimiento de los vericuetos legales. Y Altamar no encaja. A todas luces es el ejecutor y beneficiario de parte de ese botín, pero alguien de mayor vuelo tuvo que diseñar ese proceso que, entre otras cosas, coincidió con la campana electoral de 2007.

El mecanismo es perfecto: a través de la falsa chatarrización de unos dos mil 400 taxis vendieron 2.400 nuevas licencias de vehículos de transporte público. Tuvo que funcionar así: se buscaban en los archivos de Metrotransito los taxis viejos que tenían deudas de varios años en rodamiento y luego de que bien o no encontraran el vehículo o lo desaparecieran, pagaban los impuestos respectivos y quedaban al día.
 
Entonces venía la venta de esas licencias (estaban bloqueadas desde hace años por exceso de parque amarillo en la ciudad) y vino la inundación de “zapaticos” en Barranquilla. Hoy las oficinas de Metrotransito están siendo sepultadas por solicitudes de aclaración sobre la validez de esas licencias. Por supuesto, el valor pagado por los nuevos empresarios nunca llegó a las arcas públicas, pero tampoco existe el desfalco: perfecto.

Por eso, el día en que mostraron a Altamar semidesnudo con verdadera sevicia de caza noticias en las cámaras, se alcanza a escuchar su voz cuando grita: “No soy ladrón, pregúntenle a Berrio, que ya informó que no hay faltante en Metrotransito”.

Enrique Berrio, nuevo director de la entidad no tiene otra opción que confirmar la versión de Altamar y aunque hay otros procesos por aclarar su monto es irrisorio en comparación a los 28 mil millones que, como van las cosas, se quedaran en el aire.
 
Y posibilitan que Altamar esté muy pronto en las mesas de dominó de Montecristo, barrio cuyos residentes lo defienden a capa y espada con el argumento de que “si fuera de estrato seis no lo habrían humillado ni perseguido de esa forma canalla”. Será la Fiscalía General de la Nación en Bogotá la que dirima este asunto, porque rumores de movimientos económicos non santos obligaron el traslado del caso.

losalas@hotmail.com



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