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Cincinato

Si es posible gobernar un departamento en crisis por diez meses sin darles a los corruptos lo que ellos llaman “derecho al trabajo”, ese ejemplo deja huella.

Antonio Caballero
22 de enero de 2011

Es cosa de unos pocos días la re-destitución del gobernador del Magdalena, Omar Diazgranados, y su re-sustitución, a dedo, por el general Manuel José Bonnet. El cual, arrepentido y contrito por haber dado pábulo a las críticas (dado papaya) al celebrar su primera posesión con una fiesta fastuosa en la Quinta de San Pedro Alejandrino, se re-posesionará discretamente de su cargo. Tendrá por delante la tarea de rescatar los pueblos y lo campos de su departamento, anegados por el invierno. Pero tiene la oportunidad de cumplir también otra, más importante y más difícil que esa limpieza física: la limpieza moral del Magdalena. En una reciente entrevista de prensa a María Isabel Rueda se comparó con Cincinato, el dictador romano llamado por el Senado en tiempos de la república, a quien no se recuerda tanto por haber derrotado a los equos y a los volscos que amenazaban a Roma como por haber renunciado al poder supremo a los 16 días de haberlo asumido, cuando hubo cumplido su tarea.
 
Hasta las elecciones de octubre, el general Bonnet tiene diez meses. Lo cual no es nada, se dirá. Por el contrario: es mucho más que los 16 días legendarios de Cincinato. Pero es justamente en esos primeros días cuando el nuevo dictador designado debe mostrar que se pueden cambiar las cosas en un departamento en donde, en sus propias palabras, "hay mucha corrupción". Eso se logra haciendo, como anunció el general en su habitual estilo algo pomposo, un "gobierno aristocrático" en el sentido de la etimología griega de la palabra: un gobierno "con los mejores". Destituyendo -en 16 días, digamos- a los funcionarios por sospechas de corrupción o incluso -como en el caso de la directora de la Quinta que le armó al general su inoportuna fiesta de posesión- por simple lambonería, y sustituyéndolos por gente honrada y capaz.
 
De acuerdo: no va a ser fácil encontrar gente así en las filas de la tradicional clase política del Magdalena -en donde, dice Bonnet, "hay la misma sensación que en el resto del país contra la clase política"-; y a lo mejor le sucede lo mismo que al patriarca Lot de la Biblia, que no encontró 20 justos para salvar de la destrucción a su ciudad maldita. Pero puede buscarlos. Porque no tiene deudas ni compromisos: ni ha sido político profesional, ni pretende seguir siéndolo cuando termine su encargo de diez meses. Por eso no tiene por qué repartir puestos y contratos entre los corruptos que, por serlo, dominan el panorama electoral del departamento: puede barrer sin contemplaciones a los omardiazgranados y a los trinoslunas, como barrió Cincinato a los volscos y a los equos. Puede, en suma, llevar a la práctica lo que en su entrevista de prensa dijo que entendía por política:
 
-Lo que entiendo por política es la manera como se quiere conducir a la ciudad, a la polis.

Es buena cosa que el general sepa griego.

Diez meses no son mucho tiempo para un gobierno, es verdad. Pero es tiempo más que suficiente para dar un ejemplo. Si es posible gobernar por diez meses un departamento en crisis sin darles a los corruptos lo que ellos llaman, en sus alegatos, "su derecho al trabajo", ese ejemplo deja huella. Y su primer resultado podría ser que en octubre no vuelvan a ganar las elecciones departamentales los mismos de siempre, con las mismas.

-Me siento como una especie de gobernador militar -dice el general en la entrevista que vengo citando. Y es, en efecto, un dictador designado. Pero uno que, pasada la urgencia, se va a su casa. Como Cincinato.

A ver si sí.

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