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Claves para cónclaves

El papa que elegirán la semana entrante será italiano, anciano, diplomático, pronorteamericano y conservador.

Daniel Coronell
10 de abril de 2005

No es tan cierto aquello de "quien va Papa al cónclave, vuelve Cardenal". Por el contrario, desde que existe memoria periodística, uno de los favoritos ha salido de la Sixtina calzando las sandalias del pescador.

La única excepción fue Karol Wojtyla. Pero la situación

en la que se volvió papable tampoco era típica. El cardenal polaco fue la revelación en la elección de Juan Pablo I, apenas un mes y medio antes.

No figuraba en las cuentas de los periódicos, pero estaba fresco en la memoria de tres grandes electores: El Secretario de Estado y Camarlengo Jean Villot, el cardenal Krol de Filadelfia y el cardenal König de Viena, estos dos últimos de origen polaco.

Era favorito, en su tiempo, Eugenio Pacelli. En 1939 fue elegido con el nombre de Pío XII, en un concilio de sólo dos días. Su preponderancia tenía una razón simple: Era el Cardenal que mejor conocía al gobierno alemán en el mismo momento en que Hitler era el amo de Europa. Como Nuncio en Berlín, Pacelli había negociado el concordato con el régimen nazi.

Su papel poco activo en la condena del Holocausto de seis millones de personas comprueba que la protección de la vida no estaba en las prioridades de la Santa Sede en esa terrible época.

Pacelli murió después de un largo reinado de 19 años. Para sucederlo se buscaba un Papa de transición, es decir que no durara tanto.

Entre los dos punteros estaba Ángelo Roncalli de 77 años, enfermo de cáncer ya en el momento del cónclave, patriarca de Venecia y defensor de los perseguidos. Él fue elegido como Juan XXIII.

En la Segunda Guerra Mundial, Roncalli había salvado miles de vidas. Siendo nuncio en Turquía, pidió a Radio Vaticano difundir un mensaje según el cual ayudar a los judíos era un acto de misericordia apoyado por la Iglesia. El Vaticano se negó, pero monseñor Roncalli permaneció firme.

Juan XXIII, el Papa Bueno, alcanzó a reinar cinco años. La Iglesia emprendió, bajo su mando, la mayor modernización de su historia. Cuando el proceso avanzaba a velocidad de crucero, la vieja enfermedad mató al Pontífice.

La disyuntiva del siguiente cónclave consistía en pisar el freno o el acelerador de las reformas. Monseñor Amleto Tondini, en la ceremonia previa al inicio de la elección, pidió "restablecer el orden", en una clara condena de la vieja curia a los cambios.

El preferido de las cábalas era un conservador moderado, porque podía suscitar consenso: Giovanni Batista Montini. Paulo VI fue elegido con apenas tres votos más del mínimo exigido.

Su encíclica Humanae Vitae dividió otra vez a la Iglesia. El Papa encargó a una comisión de teólogos y médicos un informe sobre su implementación. Ellos recomendaron modificar la doctrina para aceptar, en circunstancias especiales, algunas formas de control de la natalidad. Ante la encendida controversia, Paulo VI rechazó el informe y jamás volvió a escribir una encíclica.

Lo que sí escribió fue una nueva constitución apostólica que prohibió a los cardenales mayores de 80 años votar para elegir Papa.

Su muerte 15 años después de la elección abrió el paso al fugaz reinado de Juan Pablo I. Albino Luciani también llegó al cónclave como uno de los tres favoritos. El patriarca de Venecia era un hombre del pueblo en contraste con su aristocrático antecesor.

En 33 días de pontificado sólo dio muestras de humildad. Eliminó la silla gestatoria y la mitra triregnum, símbolos del poder terrenal del papado.

Después de la súbita muerte de Luciani, Juan Pablo II fue escogido por joven y vigoroso, por no italiano, por ser más un pastor que un diplomático y por conservador.

El Papa que eligirán la semana entrante será italiano, anciano, diplomático, pro norteamericano y conservador.

Tres cumplen con esas características: Giovanni Batista Re, Ángelo Sodano y Dionigi Tettamanzi.

A mí me gustaría que fuera Carlo María Martini, un jesuita de avanzada, o el cardenal belga Godfried Danneels, quien ha defendido el uso del condón y condenado la invasión a Irak. Pero yo no voto en el cónclave. Ni en la Corte Constitucional.

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