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Estafadores de la fe

Lo de Miguel Arrázola es sólo una muestra de la debacle social, pero, sobre todo, de la ignorancia de un pueblo que ve en un estafador la imagen de un santo.

Joaquín Robles Zabala, Joaquín Robles Zabala
16 de marzo de 2017

Colombia es un país de mafias. No olvidemos que desde la Colonia la industria del contrabando fue nuestro primer motor económico. Las mafias siguen siendo, más allá de nuestras glorias deportivas y la exportación de café, la mejor carta de presentación en el exterior: carteles de la droga, de la contratación, del papel higiénico, de los cuadernos, de los paños para bebés, de los partidos políticos y, por supuesto, de la fe.

Hay de todo, como en botica. Y lo que alcanzamos a ver es un mapa de la geografía humana sumamente accidentado, donde los héroes no son los médicos que salvan vidas y cuyos salarios de porquería son 20 veces inferiores al de un congresista, ni los defensores de los Derechos Humanos a quienes asesinan por denunciar hechos de corrupción, ni los profesores que forman a las nuevas generaciones de colombianos, sino los políticos que se roban el dinero de los contribuyentes.

Por eso, ninguno de los escándalos que estallan a diario y que la prensa registra con cierto matiz amarillista nos debería sorprender. Que un señor que dirige una congregación religiosa en Cartagena de Indias amenace de muerte a un periodista, como quedó registrado en un video que se hizo viral en las redes, es apenas una muestra de la debacle social, de los prejuicios, pero sobre todo, de la ignorancia de un pueblo que ve en un estafador la imagen de un hombre santo.

Por supuesto que Arrázola no es un santo, ni más faltaba, ni tiene el don divino, ni mucho menos la capacidad de salvar el alma de alguien. Lo que no podemos negarle a este señor es su habilidad para sacarles millones de pesos de los bolsillos a sus seguidores, lo cual le ha permitido acumular una enorme fortuna que se evidencia en sus numerosas propiedades, según las denuncias hechas por el periodista amenazado, a quien calificó en su sermón de “marica”, como todos aquellos que protestaron en una oportunidad frente al lugar donde desarrolla su actividad espiritual.

El asunto no es que un payaso que funge de líder espiritual, que viaja a Miami tres veces al año en primera clase con toda la familia, que se toma fotos en compañía de figuras tan cuestionadas como el exprocurador Alejandro Ordóñez y el expresidente Uribe, tenga la habilidad para el engaño. El asunto, y esto sí es preocupante, es que a esta altura de la historia humana encontremos personas que aún crean en un estafador homofóbico y racista, que asegura que no asesina con sus propias manos al periodista porque el Señor lo cambió. Quizás esto explique por qué un hombre que dice estar protegido por Jesucristo tenga que pagarles a unos “rolúos” y descerebrados guardaespaldas para que protejan su integridad física.

El asunto huele literalmente a “mierda”, han expresado los contradictores del pastor, quienes han pedido la intervención de la Fiscalía General de Nación, incluida la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), que solicitó al ente acusador y a la Unidad de Protección Nacional salvaguardar la vida del comunicador ante las amenazas explícitas hechas por el líder evangélico en un evento público.

El pastor, por su parte, en compañía de su esposa y de un grupo de feligreses, interpuso en días pasados, ante la Defensoría del Pueblo, una denuncia por persecución religiosa. Según la señora María Paula García, esposa de Arrázola, las supuestas amenazas de muerte por parte de su marido en medio de un culto son falsas. Y llamó  a Édison Lucio Torres, el comunicador amenazado, “pseudoperiodista”, pues según sus declaraciones, “el video de las supuestas amenazas fue editado y muchas de sus frases sacadas de contexto”. Por otro lado, la señora García aseguró que “en Colombia no hay garantías para predicar la palabra de Dios y opinar”.

La molestia del pastor y su entorno familiar, según lo revelado por el comunicador, obedeció a las denuncias hechas en su programa radial Vox Populi en noviembre del 2016, donde informó a los cartageneros  de una contribución de cuatro millones de pesos, unos 1.330 dólares, que Arrázola le estaba exigiendo a cada uno de sus seguidores para la construcción de un nuevo templo, pues el que tenían se había quedado pequeño ante el aumento de la feligresía. Pero la gota que, al parecer, desbordó la ira del líder espiritual fue el informe hecho por Torres donde aseguró que los ingresos del pastor por concepto de diezmos superan los 200 millones de pesos mensuales, una cifra que, de ser cierta, está por encima de cualquier otro salario en Colombia, incluidos el de un congresista y, por supuesto, el del presidente de la República.

Twitter: @joaquinroblesza

Email: robleszabala@gmail.com

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