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Terminada la guerra, el reto es la corrupción

Gracias al fin de la guerra los colombianos ahora podemos ocuparnos de la corrupción. Esto tiene todo el sentido porque primero hay que ocuparse de salvar las vidas y luego recuperar los bienes.

Julia Londoño, Julia Londoño
24 de marzo de 2017

En uno de sus cuentos, Italo Calvino narra la historia de un pueblo en el que todos son ladrones. Cada noche, los habitantes salen a robar las casas de sus vecinos, pero como estos a su vez hacen lo mismo, todo se mantiene en orden. Un orden basado en el hurto, pero orden al fin y al cabo. Hasta que alguien tiene un arrebato moral y decide que no va a participar de la apropiación de lo ajeno. Esa noche alguien llega a casa y encuentra sus muebles intactos. El beneficiario empieza a acumular y la estructura ordenada de la sociedad construida sobre los robos se viene abajo.

Lamento no recordar el nombre del cuento, pero nunca lo he olvidado por su semejanza con Colombia. Por supuesto, no pienso que acá todo el mundo robe, eso sería falso e injusto con la mayoría. Sin embargo, la realidad es que nos acostumbramos a un orden social basado en la corrupción, especialmente los más privilegiados, que siempre han sabido sacar mejor tajada de las oportunidades.

Como en el cuento de Calvino, el orden establecido ha empezado a resquebrajarse, pero no por que algún ciudadano desinteresado ha dejado de actuar con esa lógica, sino porque hemos podido resolver un problema mayor, la guerra fratricida.

En Colombia, el robo y la violencia estructuraron el orden político que se constituyó desde el Frente Nacional. Por un lado, usar la violencia se volvió común y la presencia de un conflicto armado permitió a muchos actores justificar el uso de las agresiones con total impunidad. Aprovechando esto, muchos aprendieron a usar los recursos del Estado para beneficiarse, mientras la sociedad estaba ocupada defendiéndose. La apropiación de los recursos tomó muchas formas no solamente mediante las comisiones solicitadas por los contratos, sino mediante la manipulación de las decisiones públicas, como beneficios de las decisiones tributarias, de gasto y de políticas públicas que han permitido a muchos enriquecerse. La violencia y la corrupción caminaron juntas durante los últimos 50 años y por esa razón, tiene sentido que una vez terminado el conflicto armado sea posible empezar a luchar contra la corrupción.

Los retos morales en la sociedad tienen distintos grados de priorización y difícilmente pueden ser asumidos al tiempo. Durante la Segunda Guerra Mundial, los ingleses contaron con Churchill para conducirlos a la victoria, pero una vez obtenida, eligieron a Clement Attlee, líder laborista, para construir una sociedad más justa. Primero la supervivencia y luego la equidad. Del mismo modo, los colombianos optamos por terminar la guerra, y para eso elegimos a Santos. Y efectivamente lo logró.

Gracias al fin de la guerra los colombianos ahora podemos ocuparnos de la corrupción. Esto tiene todo el sentido porque primero hay que ocuparse de salvar las vidas y luego recuperar los bienes.

Obviamente, sin el liderazgo de Santos, difícilmente esto se habría logrado. La paradoja es que ahora parece ser el mayor damnificado de los cambios que la paz produce. También en el cuento de Calvino, quien empezó los cambios, no era considerado un héroe sino un culpable.

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