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Comercios prohibidos

Si es tan significativo el mercado de la droga para el Sur, es porque sus productos agrícolas no pueden competir con los subsidios del Norte. Sólo le queda la droga, porque está prohibida

Antonio Caballero
12 de febrero de 2006

Cuando esta nota se publique habrá terminado ya el circo de Hong Kong. O, más exactamente, la ronda de Hong Kong del gran circo de tigres y payasos de la Organización Mundial del Comercio, continuación de la de Cancún en 2003 y de la de Doha en 2001. Seis mil delegados de 149 países, trescientos ministros protegidos por nueve mil policías de diez mil manifestantes antiglobalizadores que atravesaron Hong Kong con gritos y pancartas para terminar arrojándose (unos cuantos) a la aguas corrompidas del puerto para alcanzar a nado la sede de la reunión. No se lo permitió la policía, que los pescó por el camino. Cuando escribo esta nota no se conocen todavía las conclusiones -si es que las hay- de la reunión multitudinaria de Hong Kong, pero en ella se ha hablado de todo. Del proteccionismo agrícola, de la propiedad intelectual de los productos farmacéuticos, de las barreras no arancelarias, de las subvenciones, de las cuotas. Se han tocado temas en apariencia abrumadores para el mundo entero, como el del gigantesco déficit comercial de los Estados Unidos; casi setenta mil millones de dólares para el solo mes de octubre; y temas en apariencia insignificantes, como la insistencia de las campesinas de Bulgaria en reclamar regalías por el uso de la palabra "yogur" en los productos de las multinacionales del sector lácteo. Se han tratado todos los asuntos referidos al desequilibrio del comercio entre los países ricos del Norte y los países pobres del Sur: desequilibrio que coadyuva a mantener y reforzar esa diferencia entre ricos y pobres. Todos los asuntos o casi todos. Porque no he visto que nadie, ni rico ni pobre, haya mencionado en Hong Kong (ni en Cancún, ni en Doha) los dos rubros más importantes del comercio entre el Norte y el Sur: el de las armas de mercado negro que el Norte le vende al Sur, y el de las drogas (ilícitas) que el Sur le vende al Norte. Son los rubros más importantes en varios aspectos. Por lo menos en tres. El más inmediato es el puramente crematístico: el dinero que mueve el comercio de las armas y el que mueve el de las drogas deben de ser comparables, en volumen, al que mueve el del petróleo. Y eso que en las armas no incluyo la maquinaria grande: acorazados y cazabombarderos; sino sólo armas ligeras como pistolas o fusiles de asalto, que son las que de verdad se usan en las guerras cotidianas de la vida real. Y eso que en las drogas prohibidas no incluyo las "de diseño" que fabrican los laboratorios europeos, ni la marihuana, cuyo cultivo y mercadeo son desde hace ya bastantes años monopolio de los granjeros de los Estados Unidos (que a lo mejor reciben por ella subsidios de exportación). El segundo aspecto es el de los efectos políticos, socioeconómicos e inclusive morales que tienen esos dos tráficos: violencia y corrupción. Porque, digan lo que digan los literalistas, no pesa lo mismo un kilo de plomo que un kilo de pluma. No es lo mismo una paca de algodón que una de cocaína, ni un container relleno de munición que uno relleno de zapatos. El comercio de armas y el comercio de drogas tienen un subproducto, que es la guerra. Y ahí viene el tercer aspecto, que de pasada ilustra el meollo de la libertad de comercio. Si es tan significativo el mercado de la droga para los países del Sur (la coca para los andinos, el opio para los asiáticos) es porque en los demás mercados agrícolas no pueden competir con los productores y exportadores subvencionados de los países del Norte. Sólo les queda abierto el de la droga, precisamente porque está prohibido. Y con eso resulta que su explotación queda inevitablemente en manos de organizaciones ilegales, pues para explotar un mercado prohibido e ilegal, se necesitan armas. El mercado de la droga y el de las armas van de la mano como es inevitable. No es un azar si todas las organizaciones violentas que existen en el planeta, sean simplemente delincuenciales o pretendidamente políticas, sean mafias o guerrillas o contraguerrillas, están implicadas en el tráfico de drogas. Las guerrillas colombianas. Los paramilitares colombianos. Las mafias colombianas. Y así, en el mundo entero. Hace veinte años, la CIA norteamericana financiaba con la droga sus entregas de armas, prohibidas por el Congreso, a la "contra" de Nicaragua. Muhamad el Baradei, que acaba de recibir el Premio Nobel de la Paz en nombre de la Organización de la ONU para el control de las armas atómicas, dijo en su discurso de agradecimiento que en las guerras civiles del Sur de los últimos diez años han muerto nada menos que trece millones de personas. Y esas guerras se financian con la droga producida por el Sur, que sirve para pagar las armas que vende el Norte. Pero de esos dos tráficos no se habló en la conferencia de comercio de Hong Kong. Porque están prohibidos. ¿Quién los prohíbe? Los ricos del Norte.

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