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¿Cómo explicar la muerte del Papa?

A raíz del fallecimiento de Juan Pablo II, los niños han sorprendido a los mayores con preguntas como: ¿por qué si era tan bueno se murió? La sicóloga María Elena López aconseja a los papás cómo hablarles a los niños de la muerte.

Semana
17 de abril de 2005

Por el impacto del hecho y su proyección en los medios de comunicación, muchos niños vivieron la muerte del Papa con la sensación de haber perdido a alguien muy cercano a ellos afectivamente, expresando emociones intensas de congoja, desilusión y desconsuelo. Algunos expresaron colectivamente su pesar y lloraron mientras hicieron en el salón de clase un minuto de silencio, otros prendieron velitas e hicieron cartas para manifestar su dolor.

Este fue el caso de José María, de siete años, que escribió: "Papa, qué vaina que te moriste, pero vamos a rezar mucho por ti". Y acto seguido quemó la misiva y lanzó las cenizas por la ventana para que se fueran al Vielo. Otros niños mientras jugaban repetían: "¿Pero por qué razón tuvo que morirse el Papa, si era tan bueno?". Algunos, según el reporte de madres de familia que llamaron a mi consultorio, se negaron a asistir al colegio y tuvieron dificultades para dormir.

Este vínculo afectuoso puede explicarse por el hecho de la gran proximidad que el Pontífice mantuvo a través de sus constantes encuentros con niños de todo el mundo, en los que su actitud de ternura dejó en ellos la imagen de una persona buena y ejemplar, que lo hizo más cercano a los afectos infantiles. A través de la información dada por los medios de comunicación, los niños se sintieron unidos a su vida, conocieron sus proyectos y mensajes. Además presenciaron la enfermedad del Papa y estuvieron atentos a través de sus padres y colegios sobre su sufrimiento y posterior muerte, lo que generó sentimientos de solidaridad y apoyo.

Al pedirles que describieran la figura del Papa, coincidieron en la imagen de un abuelo bueno y amable.

En Colombia, donde los niños están expuestos recurrentemente a ver cómo las personas mueren de manera violenta, el deceso del Papa los vinculó con otra cara de la muerte, parte del ciclo natural al que estamos abocados los seres humanos, es decir, como un componente de la vida. Ante este hecho, los padres y otras personas cercanas a los niños tuvieron que responder a mil preguntas que estos hicieron en su intento por comprender este tema de verdad profundo y difícil si se le mira de una manera responsable.

Las preguntas de los niños

Los más pequeños con su lógica infantil preguntaron, ¿qué es morirse?, ¿por qué las personas se mueren?, ¿tú te vas a morir cuando seas viejito? También, ¿si yo me enfermo voy a morir? Otros, más grandecitos y con la capacidad para pensar un poco filosóficamente, indagaron sobre qué hay después de la vida.

Como el entendimiento moral de los niños está orientado a que el mal comportamiento es castigado y el bueno es recompensado, muchos preguntaron por qué una persona buena como el Papa muere. Al presenciar por televisión el ritual del cuerpo del Papa expuesto para que las personas pudieran brindarle un tributo de afecto y recordación, los niños indagaron acerca de dónde está el alma en ese momento cuando el cuerpo todavía está presente.

Hablar con los niños en torno a la muerte no es fácil, es explicar lo inexplicable y manifestar algo que no conocemos, más allá de nuestras creencias religiosas. En muchos casos no queremos causarles sufrimiento y penas innecesarias.

Estas son preguntas arduas de responder, pero hay verdades compartidas por todos que no pueden dejar de decirse. Hablar honestamente con los niños reconforta y tranquiliza porque ellos se forman imágenes que muchas veces no corresponden con la realidad, y esto los abruma más. Además, ayudarles a los niños a entender la muerte es al tiempo una oportunidad para enseñarles a valorar la vida.

Estas conversaciones generan reflexión, introspección y nos permiten relacionarnos con ellos en instancias superiores. Si vencemos nuestra omnipotencia de adultos podríamos decirles que nosotros también nos hacemos las mismas preguntas o que sencillamente no sabemos las respuestas.

Hablando a los niños de la muerte

Los niños comienzan a preguntar sobre la muerte cuando ven un pescadito muerto, un pájaro o cuando fallece su mascota. Todas estas son oportunidades para explicar el círculo de la vida, que incluye la muerte. Si los niños pueden hablar de la muerte con tranquilidad para plantear preguntas, cuando tengan que enfrentarse a esta vivencia tendrán más herramientas para evitar choques que pueden dejar huella en sus vidas. Muchas veces lo que los niños imaginan suele ser peor que la verdad que se intenta disimular.

Una manera sencilla de explicar la muerte es decir que morirse constituye terminar la vida, el cuerpo deja de respirar, de hablar, de comer, no siente frío ni calor. No es una especie de sueño del que va a despertarse. Los tranquiliza explicarles que el cuerpo no sufre más después de la muerte. Si decimos que se "ha ido" o que "está durmiendo", esto suscitará nuevas preguntas y más miedo que un simple "el Papa se murió".

Al hablar sobre el tema es posible que los niños experimenten temor por la muerte de sus padres o por la de ellos mismos. Una manera realista de aliviar sus temores es decirles que nadie sabe cuándo se va a morir, que los padres estarán con ellos por mucho tiempo y si algo sucediera siempre habrá alguien que los cuide.

Lo que pueden entender los niños sobre la muerte según la edad

Los niños tienen una comprensión mental y emocional distinta a la de los adultos. La idea que tienen de la muerte está determinada por la edad, las creencias religiosas o culturales y los valores étnicos. Pero en general, evolucionan a través de varias etapas que van desde lo más concreto hasta lo más abstracto. Entender la forma como los niños perciben la muerte en sus diferentes etapas de desarrollo nos permite darles la información y el apoyo que requieren cuando por alguna razón se vean abocados a esta vivencia.

De tres a seis años

A esta edad se tiene una comprensión limitada de la muerte porque su manera de pensar es muy concreta. Conciben la muerte como un cambio o estado, pero que continúa la vida. Así ella es algo provisional y la describen como un sueño largo, un viaje u otra manera de vivir. No entienden la muerte en términos de que la vida se termina. En su mente la persona sigue comiendo, respirando, existiendo. Esta etapa está caracterizada por el pensamiento mágico, y por ello esperan que la persona muerta vuelva a vivir. Sienten que es algo reversible y muchas veces no parecen afectados por la muerte de un ser querido.

A partir de los seis años

La percepción de la muerte se torna más realista, los niños empiezan a comprender que es un hecho como el final que implica un cambio fundamental, aunque esta comprensión sea parcial. Por ejemplo, creen que esto solo les ocurre a ciertas personas como a los ancianos o a los enfermos, lo mismo que a los soldados porque están en la guerra. La definen en términos biológicos o médicos, idea o preconcepto de lo que es el alma, como algo abstracto, inmaterial asociado a sentimientos.

Después de los doce

Solo hacia los doce años comprenden que es un fenómeno universal e inmodificable, aunque seguirán muchas preguntas sin responder que continúan en la vida adulta. De todas maneras, a cualquier edad comprender el significado de la muerte es complejo. Es importante que los adultos les permitan a los niños expresar las emociones que este tema provoca, permitirles llorar, aunque sea por la desaparición de una persona lejana; es natural para que los niños dejen ir la pena con lágrimas. Tranquilizarlos cuando se sientan angustiados, ellos necesitan empatía y apoyo para sus sentimientos y no crítica y rechazo por la manera como los expresan.

Pregúntele a Maria Elena López

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