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Con qué y con quién cuenta Santos

Para Santos es imperativo apurar la mesa de La Habana, salir de frente y sin ambages a defender el proceso y a buscar acuerdos parciales para desescalar el conflicto.

León Valencia, León Valencia
9 de febrero de 2013

Veamos qué tiene el presidente Santos para buscar la reelección. Ni tanto, ni poco. En julio del año pasado el gobierno hacía agua. La política de seguridad democrática, como fórmula para pacificar el país, se había agotado. Las reformas sociales anunciadas no arrancaban. Al presidente se le sentía lejano de las regiones y de la gente. La ejecución era muy pobre, en esos días el ministro de Hacienda se quejaba de tener 24 billones de pesos para girar y no encontrar cómo. En tal contexto se produjo un estruendo: la caída de la reforma a la Justicia. La imagen y la aceptación de Santos se fueron al suelo en las encuestas, estaban por los lados del 40 por ciento, también el apoyo a su reelección, que llegó a solo un 26 por ciento.


Esto no pasaba inadvertido para los partidos de la coalición de gobierno y para la oposición. En el Partido Conservador la voz cantante la tenían personas como Darío Salazar y Juan Manuel Corzo más cercanos a Uribe que a Santos, lo mismo ocurría en el Partido de la U donde su director, el senador Juan Lozano, se esforzaba por reconciliar a Santos con el expresidente como salida a la situación. Uribe, situado en una oposición beligerante, aprovechó este momento excepcional para lanzar su nuevo partido: el Puro Centro Democrático, en un discurso de derecha dura y coherente en el emblemático club El Nogal. 

La decisión de Santos fue una fuga hacia adelante. Nada de conciliar con Uribe. Al contrario, era obligatorio profundizar la ruptura. Lanzó el proceso de paz con las Farc, apostándole a la reconciliación como camino para recuperar la seguridad. Apuró a los encargados de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras para que le dieran vida a estos propósitos y puso a Germán Vargas Lleras a deambular por el país con la ilusión de las casas gratis para 100.000 familias. Ajustó el gabinete con la idea de buscar gente con mayor capacidad de ejecución y con la intención clara de barrer lo que quedaba de uribismo. Apretó a los de La U y a los conservadores para que pusieran a la cabeza de sus partidos a personas afectas al gobierno. Se fue a las regiones a buscar una mayor cercanía con los problemas y con la población.

No le ha ido mal al presidente con este timonazo. La más reciente encuesta del Centro Nacional de Consultoría sitúa la imagen de Santos en un 67 por ciento, la aceptación en un 62 por ciento, el apoyo al proceso de paz en un 66 por ciento. También ha mejorado el respaldo a su reelección, algunos sondeos le dan más del 40 por ciento. Tiene ya unos grupos fijos para su campaña: el Partido Liberal, Cambio Radical y Germán Vargas Lleras, la mayoría de los parlamentarios de La U y del Partido Conservador y un sector del Partido Verde. 

Pero todo esto es frágil, es escurridizo y puede esfumarse en un momento, porque está sustentado más en la percepción, en la esperanza, en la ilusión, que en realidades tangibles. Todo apenas empieza. De la agenda de La Habana no se ha evacuado siquiera el primer punto y entre tanto las Farc, después de la tregua navideña, han reanudado su operatividad dispersa y menuda, pero constante, profusa y letal. De la cifra impresionante de 6’063.174 víctimas reconocidas solo se indemnizaron por vía administrativa 157.013 en 2012, al tiempo que se han logrado apenas once sentencias de restitución de tierras. Las primeras casas solo asoman en el horizonte en estos días. Y las protestas sociales en las explotaciones mineras y petroleras y en las zonas campesinas comienzan a crecer. 

Se necesita otro golpe de timón igual o más poderoso que aquel del año pasado. Apurar la mesa de La Habana, salir de frente y sin ambages a defender el proceso y a buscar acuerdos parciales para desescalar el conflicto, es imperativo. De lo contrario Uribe se lo traga. Se necesita un verdadero plan de choque para avanzar en la reparación y en la restitución. No es necesario esperar a una nueva legislación para iniciar la reforma del campo, hay ya herramientas para poner en práctica temas que se acuerden con las Farc. A la protesta social conciliación y al uribismo firmeza.

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