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Colombia, cada vez más sola

Veinte años de Colombia como el mejor aliado del hemisferio ya no aplican: Estados Unidos no tiene amigos sino intereses.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
7 de diciembre de 2019

Condoleezza Rice y Hillary Clinton escribieron su experiencia como secretarias de Estado. En el libro No Higher Honor, Rice explica las decisiones que se tomaron en el mundo durante el gobierno de George W. Bush. Igual que Hard Choices, donde Clinton habla de la administración de Obama en su primer periodo. 

Son libros fascinantes: Rice y Clinton cuentan también los errores, al igual que los aciertos. Rice justifica la política exterior de Bush, la cual describe como la defensa de la democracia. No importa el lugar; es una defensa del sueño americano. Puede uno estar en contra y ver nubarrones en esa visión pero le reconoce su peso ideológico. No fue de último minuto.

Clinton hace lo mismo. Busca imponer la visión de Obama, que nace de los errores de Bush. Como secretaria de Estado, Clinton viaja por el mundo con su estilo de encontrarse con personas del común. Son llamativos los encuentros que tiene con comunidades y los debates en los que participó. Al final, su gestión habría roto el récord de millas viajadas de un funcionario estadounidense.

Había con Rice y Clinton la claridad de excelencia, la confianza en que usted estaba compitiendo con lo mejor de los Estados Unidos. No importaba si eran republicanos o demócratas, al final estaban representando su interés. 

Es llamativo cómo se refieren a Colombia, que aparece en ambos libros. Y no de paso. Describen al país como aliado crítico en la lucha por la democracia (Rice) y como ejemplo de una sociedad estratégica con Estados Unidos (Clinton). Es un ejemplo de consenso bipartidista, ya que hablan de una relación madura. Clinton reemplazó a Rice y frente a Colombia poco cambió. 

Según Rice, durante los años de Bush, el presidente Álvaro Uribe se convirtió en un aliado fundamental. “Colombia –dice Rice– es ahora reconocida como un éxito, un Estado que se recuperó de ser fallido y en caos”. 

Clinton dice que “un buen modelo ambicioso para México por ser exitoso: Colombia...El crédito del progreso colombiano es su pueblo corajudo. Pero orgulloso del rol que Estados Unidos ha jugado por tres administraciones para ayudar a evitar la desintegración del país, el fortalecimiento de los derechos humanos y el imperio de la ley y la promoción del desarrollo económico”.

Clinton dice que “un buen modelo ambicioso para México por ser exitoso: Colombia...El crédito del progreso colombiano es su pueblo corajudo.

Y con Juan Manuel Santos continuó: “Hablé con el presidente Santos y lo felicité”, por su decisión de negociar con las Farc. 

Son libros escritos por dos mujeres extraordinarias, que asumieron el cargo con humildad. Saben que es una posición ejemplar desde cuando Thomas Jefferson lo ocupó. En otras palabras, no es una posición honoraria. Las decisiones que se toman reflejan décadas de reflexión; la improvisación no era parte de las administraciones de Bush y Obama.  

No pasa lo mismo con Donald Trump y compañía. Y eso, preocupa. Muchísimo. Un hecho reciente lo ilustra. El lunes pasado el secretario de Estado, Mike Pompeo, hizo un discurso donde detallaba la política de gobierno hacia América Latina. Era una alocución importante; cuáles son los pilares de Trump para la región. Por ejemplo, en 2009 Obama habló del futuro en la cumbre de las Américas, marcó su política por años. Los gringos nunca jugaban a inventarse la doctrina, sino a aplicarla.

Si eso es correcto el discurso de Pompeo es demoledor. Hay dos enemigos –Venezuela y Cuba– y pocos amigos. Brasil no existe. La única mención de Colombia es pasajera: que cerramos la frontera con Venezuela para evitar la entrada de “terroristas”. 

Para Pompeo, Colombia no es prioridad. Y es grave para el país y la región. Para Colombia, porque quedamos en zona desconocida, sin las bases de la relación. Quedamos en terreno virgen y sin paracaídas. América Latina también podría perder; en la última década Colombia fue el motor de la integración. 

No es fácil ese cambio de énfasis: 20 años como el mejor aliado del hemisferio ya no aplican; Estados Unidos no tiene amigos sino intereses. Son temas negativos y no positivos. 

Esta semana el presidente Iván Duque se reunió con empresarios estadounidenses. Revisaron el informe reciente de la fuerza de tarea del Atlantic Council. Hay tres recomendaciones –promoción económica e innovadora, el imperio de ley y liderazgo regional– a las que Duque debe dedicarles tiempo. En otra época sería oportuno analizarlo. Hoy, no hay ambiente. Colombia corre el riesgo de ser olvidada, descartada en el cuarto de San Alejo de las buenas intenciones.

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