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Conflicto: callejón con salida

A propósito del reconocimiento del conflicto armado, hay que volver al informe del Penud y a lo que dijo Uribe en ese entonces.

Semana
10 de mayo de 2011

Ahora que el gobierno del presidente Santos ha reconocido la condición de violencia en Colombia como parte de la existencia del conflicto armado interno, resulta inevitable ir varios años atrás, hasta el 2003, cuando bajo el auspicio del PNUD y el apoyo de otras instituciones, se dio a conocer el Informe de Desarrollo Humano “Conflicto: Callejón con Salida”.

Y ahora que también, frente a ese mismo reconocimiento, se deja ver una reacción virulenta del expresidente Uribe y de quienes secundan sus ideas y postulados, resulta igualmente inevitable traer a cuento su reacción temprana, en los inicios de su mandato frente a este tema.

Lo que con gran pertinencia le dijo al país y a la comunidad internacional el Informe “Conflicto: Callejón con Salida” fue que el nuestro era un conflicto degrado, pero al mismo tiempo complejo y en el que para interpretarlo y buscar su transformación no cabían miradas ni análisis unilaterales o que redujeran su interpretación a un asunto de “buenos “ y malos”, “ricos vs pobres”, lo “rural vs lo urbano” y menos aún: una simple amenaza “terrorista”.

Pero ¡quién dijo miedo! Tan solo pocas horas después, en el marco de una ceremonia militar en una Base Área del centro del país, el ya entonces presidente Álvaro Uribe se vino lanza en ristre contra el Informe y sus gestores con el ya manido argumento de que esa perspectiva de reconocer la existencia de un conflicto armado es cuando menos “ingenuidad” sino acaso “simpatías” y complicidades intelectuales con los proyectos de la izquierda armada.

Solo una coyuntura tan compleja como el derribamiento de las Torres Gemelas el 11 de Septiembre del 2001 pudo hacer prosperar un viejo anhelo de sectores de las elites colombianas de desconocer la complejidad de nuestro conflicto para reemplazarla por la nueva idea de la “amenaza terrorista”. Y cabe la pregunta obvia: y entonces, ¿antes qué era lo que teníamos?

Bastante y necesaria tinta, espacio y tiempo se está dedicando a este asunto de reconocer la existencia del conflicto armado en el marco del trámite y posible aprobación de la ley de Víctimas. La decisión gubernamental es valiente, oportuna y crucial, adobada además por el comentario presidencial de que “hace rato tenemos conflicto en Colombia”. Y lo que falta para un gran banquete de controversia y polémica lo coloca el expresidente Uribe.

Yo no creo que reconocer el conflicto armado sea un asunto solo semántico. Define, claro está, un universo de víctimas para ser objeto de la política de reparación y restitución de bienes, pero como dice Uribe, y en eso tiene razón, para hacer esa presición bien podría redactarse el texto de otra manera, enunciando de manera precisa quiénes no son objetos de la reparación a victimas, y haciendo así innecesario el reconocimiento del conflicto armado. Pero de esto surge entonces la pregunta: ¿por qué el Gobierno lo está haciendo?

Yo quiero creer que este reconocimiento va mucho más lejos, al menos en posibilidades y me refiero en concreto a una condición desde la cual pueda explorase una negociación de paz con las guerrillas. Una amenaza terrorista no suele ser objeto de negociación sino de combate frontal o en el mejor de los casos de sometimiento a la justicia.

Pero esta perspectiva debería hacernos volver la mirada y el análisis al mencionado informe del 2003 para reiterar varias cosas importantes de entender y asumir: en su complejidad, la violencia armada es una parte de todo el conflicto que debemos resolver; ha sido y sigue siendo el mayor obstáculo para el desarrollo humano en Colombia y mejor aún, como también lo dice el titulo del informe: este conflicto sí tiene salida.

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