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La bolsa o la vida

No hay otra forma, es con nuestra toma de conciencia y acción individual que podremos generar acciones colectivas y políticas públicas para que nuestro planeta, como dice Blades en la canción, no nos haga terminar "viviendo en un mundo de pura ilusión". No es mucho pedir.

Ramsés Vargas Lamadrid, Ramsés Vargas Lamadrid
5 de julio de 2017

Plástico es una canción inmortalizada por el panameño Rubén Blades de su álbum Siembra (1978), donde satiriza la frivolidad humana haciendo una analogía entre la misma y la debilidad del material plástico al calor. Paradójicamente, hoy, ya no en la narrativa musical sino en la realidad, se invirtieron los papeles, y el plástico se ha convertido en una amenaza letal al planeta, y como tal, al ser humano.

Para la reflexión: cada vez que haga uso de una bolsa plástica en un supermercado o en una tienda debería tener presente que nuestro maltratado río Magdalena es el número 15 en la lista de los 20 más contaminantes del mundo: vierte al Atlántico 16.700 toneladas de plástico cada año. La modernidad nos cambió el canasto o la bolsa de tela, tan cercano a nuestra cultura, por las bolsas que se volvieron paisaje de ríos y playas y hasta del desierto de La Guajira.

El problema es global y de enorme gravedad. El Amazonas aporta 38.700 toneladas y es el séptimo. Con el Magdalena son los únicos ríos americanos en una lista en la que los otros son 16 de Asia y dos de África. De ese tamaño es el nivel de la contaminación con plástico que origina nuestro país. Pequeña, en apariencia, respecto de los 8 millones de toneladas que terminan cada año en los océanos y que están devastando la flora y fauna marina, la pesca y el turismo. Pero es en realidad enorme y desproporcionada respecto del tamaño del territorio y de la población de nuestro país.

El plástico -desarrollado entre finales del siglo XIX y comienzos del XX-, atiende y resuelve muchas necesidades de la humanidad, pero su uso desproporcionado e irracional se convirtió en una monumental amenaza para el planeta. La producción global aumentó 50% entre 2002 y 2013, cuando pasó de 204 a 299 millones de toneladas y llegaría a 500 millones de toneladas en 2020.

La raíz del problema está en que la mayor parte del plástico-polietileno y poliéster- se destina a empaques y envases que suelen ser usados una sola vez. Al mismo tiempo, personas, empresas y gobiernos no han logrado poner orden en su empleo ni en su reciclaje, como tampoco el de las otras fuentes principales de contaminación como el polipropileno que se usa en electrodomésticos y en la industria automotriz y el cloruro de polivinilo (PVC) con el que se fabrican tuberías y accesorios.

La ONG ambiental Greenpeace estima que hay más de 700 especies marinas gravemente afectadas. Piezas grandes de plástico ahogan a tortugas y focas, peces y otras especies que también padecen enredos o asfixia por ingesta. Casi todas están afectadas por consumo de microplásticos, lo cual incide en la cadena alimenticia y sin duda, afecta a los humanos.

La degradación de los residuos y basuras de plástico libera metano, un gas de efecto invernadero que es uno de los grandes causantes del calentamiento global, y también contaminante de fuentes de aguas subterráneas. Pero los daños mayores ocurren en los mares que cada segundo reciben más de 200 kilos de basura. Es tal la cantidad de plástico acumulada en los océanos que en las zonas donde convergen las mayores corrientes se han formado cinco enormes islas de plástico, dos en el Pacífico, dos en el Atlántico y una en el Índico. La del Pacífico norte, que es la mayor de todas, está ubicada a 1.000 kilómetros de Hawái y tiene una superficie de 3,4 millones de kilómetros cuadrados, más de dos veces la de Colombia.

Jenna Jambeck, de la Universidad de Georgia, una de las más reconocidas autoridades mundiales en la materia, sostiene en un estudio publicado por Science que, de mantenerse ese ritmo demencial de contaminación, en 2050 la cantidad acumulada de plástico en los océanos sería de 155 millones de toneladas, con lo cual el mundo llegaría a la apocalíptica tragedia de tener en los mares más plástico que peces.

Este año, durante la Cumbre Mundial del Océano que se realizó en Bali, la ONU lanzó la campaña #MaresLimpios, que urge a los gobiernos activar con máxima urgencia políticas de reducción de plásticos y estableció como meta, para el año 2022, la prohibición total y universal de microesferas en cosméticos y productos de cuidado personal y una drástica reducción en la producción y consumo de plástico de un solo uso: bolsas, envases y similares. Ojalá esta meta no siga la suerte de los cacareados e incumplidos Objetivos del Milenio.

Sin embargo, algo en lo que coinciden todos los diagnósticos es que ninguna acción tendrá efecto si se sigue arrojando plástico a los océanos en especial desde los mayores contaminantes -China, Indonesia, Filipinas, Vietnam y Sri Lanka-. O si no hay cambios profundos de conducta de quienes fabrican el producto, en los hábitos de quienes lo consumen y en la gestión de quienes administran los residuos en los 192 países costeros del mundo. Es una tarea descomunal que compromete el futuro de la humanidad, pero cuyos resultados pueden avanzar o retroceder cada día, desde lo que haga o no haga cada persona.

Un gran aporte consiste en comprar productos embotellados, o con envases reutilizables y/o retornables. No consumir cosméticos que usen microesferas, rechazar envases y utensilios de plástico de un solo uso como vasos, platos, cubiertos, pitillos o bandejas de poliespan plastificadas. Y sobre todo, subirse a la meta colectiva de evitar las bolsas de plástico en supermercados y sustituirlas por bolsas de tela, cestas o carros. Pero el problema no es de la bolsa. Está más en nuestra mente: en pasar a la talega o bolsa reutilizable; en decir, no gracias al pitillo; o en no tirar la botella plástica por la ventana del carro.

No hay otra forma, es con nuestra toma de conciencia y acción individual que podremos generar acciones colectivas y políticas públicas para que nuestro planeta, como dice Blades en la canción, no nos haga terminar "viviendo en un mundo de pura ilusión". No es mucho pedir.

*Rector Universidad Autónoma del Caribe

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