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Idiotas útiles

El auge de las consultas mineras y petroleras es una señal de subdesarrollo. Hay que dejar de comer tanto cuento.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
14 de julio de 2017

Hace varios años tuve la oportunidad de conocer el corregimiento de Morcote, que forma parte del municipio de Paya, Boyacá. Morcote está localizado en la llamada “Provincia de la Libertad”, por donde pasó Simón Bolívar en la campaña libertadora en 1819. Dicen que esa fue la última vez que sus habitantes recibieron la visita de un alto funcionario del gobierno nacional. En la región de Morcote, la empresa BP, en la cual yo trabajaba, buscaba adelantar actividades de exploración. Asistí en esa época a una reunión informativa del proyecto que se llevó a cabo en Tunja, capital del departamento.

Tras escuchar los detalles del plan de la compañía, se levantó un hombre y dijo una frase que nunca se me ha olvidado: “el petróleo sólo produce miseria “, afirmó ante los aplausos de muchos asistentes. En ese entonces, según el Departamento Nacional de Planeación, más del 80 por ciento de la población de Morcote tenía necesidades básicas insatisfechas. En otras palabras, sus habitantes vivían en la miseria antes de la llegada de la industria. Era un contrasentido oponerse de entrada a un proyecto que podría generar oportunidades y recursos esenciales para una región abandonada. Pero para ese hombre y sus acólitos, primaba más su certeza ideológica que la apertura mental.

El pozo exploratorio de la BP no fue exitoso: a pesar de una inversión de varias decenas de millones de dólares no se hallaron una cantidad de hidrocarburos comerciales. Ese es el riesgo inherente de ese negocio. Sin embargo, a los morcoteños les quedó una vía que conecta al corregimiento con Nunchía, la cabecera municipal más cercana.  Antes no era posible llegar a Morcote en carro; quedaba a más de ocho horas a pie de Nunchía. El tiempo de viaje se redujo a una octava parte; ya no tendrían que caminar por las trochas que transitó Bolívar.

Escuché recientemente que en Yopal ya comenzaron la recolección de firmas para una consulta para prohibir la actividad petrolera. Alegan los promotores, encabezados por la precandidata presidencial Piedad Córdoba, que el petróleo es el origen de todos los males. Que sin él, la capital de Casanare sería mejor. ¿En serio? Yopal tiene hoy vías, escuelas y hospitales precisamente por los recursos de petróleo. Que no haya acueducto no es por culpa de la industria sino de la gestión de los gobernantes. Como decimos en Colombia, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.

Los recursos naturales son una riqueza que no se puede desaprovechar. Así lo han entendido países como Canadá, Estados Unidos, Noruega, el Reino Unido y Australia, entre decenas de otros.

La minería representa el ocho por ciento del PIB de Australia y el 60 por ciento de sus exportaciones, entre las cuales se destacan mineral de hierro, carbón, aluminio, cobre y uranio. La industria de petróleo y gas le genera $45.000 millones de dólares a la economía británica. El debate en esos países no es si se deben seguir esas actividades, sino cómo se puede hacer de manera más sostenible y ambientalmente amable.

En Colombia nos fascinan las prohibiciones. De reducir todo a buenos y malos, sin matices. Renunciar a la explotación de unos recursos que podrían generar cuantiosos ingresos para reducir la brecha social, es irresponsable. En la última década el país disminuyó la pobreza de 48 a 28 por ciento, gracias en gran parte al incremento en la producción petrolera. Así de sencillo.  

Yopal quiere unirse a los pobladores de Cajamarca, Cabrera, Cumaral, Pijao y Arbeláez que en votaciones este año rechazaron todas las actividades extractivas. Los convencieron de la presunta maldad de la minería y el petróleo, bajo el argumento de que la vocación de esos municipios es otra. Como si la economía se redujera a eso. A la vocación. Yo tengo vocación de cantante, pero eso no significa -afortunadamente para quienes han escuchado mi voz- que alguien demande mis servicios.

El alcalde de Cajamarca fue el primero en darse cuenta que le habían pintado pajaritos en el aire. Lamentó que “1.200 personas” quedaron desempleadas, tras la decisión de Anglo Gold de irse del municipio. Y nada que aparecen los promotores de la iniciativa con las oportunidades de progreso que tanto prometieron. Aparentemente estaban ocupados en Cumaral, Pijao y Arbeláez; estos dos últimos siguieron los pasos de Cajamarca el domingo pasado.

Francamente, asombra la capacidad de convocatoria en esos municipios. En el plebiscito, donde se movilizaron tanto los partidarios del sí como los del no, votaron 2.338 personas en Pijao.  Para oponerse a la minería, acudieron a las urnas 2.613.

En la primera vuelta de las elecciones presidenciales en 2014, cuando todos los partidos competían voto a voto, 4.203 personas participaron en la jornada en Arbeláez. Pero para cerrarle el paso al exploración y explotación de hidrocarburos y la minería salieron a votar 4.312.  Esos resultados son excepcionales; generalmente se incrementa la abstención en las elecciones atípicas. Las diferentes revocatorias de este año, por ejemplo, no han logrado acercarse al umbral (En Barrancabermeja apenas votó el 10 por ciento).

Nos han vendido el cuento de que las consultas son movimientos de base. Lo dudo. Temo que a las comunidades les está pasando lo que a muchos seguidores de Trump: terminaron votando contra sus intereses.

 

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