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Corrupción, de moda

Los colombianos están mamados y han decidido declarar una lucha frontal contra este flagelo y de una fuerte presión social depende que no se le baje el acelerador al destape de los hechos de corrupción

Javier Gómez, Javier Gómez
2 de febrero de 2017

El vocablo de moda: CORRUPCIÓN. Así lo volvieron los medios masivos de comunicación. Y ponen el grito en el cielo, y entrevistan a Raimundo y todo el mundo, y hacen informes comparativos de cuantas escuelas y hospitales se habrían podido construir si no se hubieran robado la plata de los colombianos y, de nuevo, se inventan campañas para contribuir a la lucha contra este flagelo, campañas coyunturales que apuntan más a un interés por el rating que por un auténtico compromiso con la sociedad.

Así es, y nunca van al fondo, a la raíz del problema, porque si hurgaran como debe ser, se llevarían inesperadas sorpresas: los dueños de esos mismos medios metidos en líos de corrupción; entonces eso generaría mayúsculos problemas.

Lo mejor, como suele suceder, es comenzar a bajarle a la eficacia del mensaje y con eficiencia controlar y no ir más allá de lo permitido. Entra en juego la autocensura.
Y es ahí donde se corre el riesgo de que el pueblo colombiano pierda el impulso si pretende dejar en manos de los medios esta avalancha de repudio que se ha desatado por los graves hechos de corrupción que no son de ahora, porque a este país se lo han robado desde hace 200 años sin que pongamos el dedo en la llaga (sí, es un lugar común).

Hoy los colombianos están mamados y han decidido declarar una lucha frontal contra este flagelo y desde una fuerte presión social depende que no se le baje el acelerador al destape, sin contemplaciones, de los hechos de corrupción que en la mayoría de los casos están asociados a crímenes de mayor cuantía.

El pueblo quiere conocer a los verdaderos responsables de los tumbados de Odebrecht y Reficar. No puede ser que en el primer caso haya sido la justicia de Estados Unidos quien pisó callos y no la colombiana y, por presión de los jueces gringos, hoy conozcamos la feria del soborno ocurrida en el gobierno de “la cohesión social y la confianza inversionista”. Y del segundo caso ni siquiera se conozcan acciones de la Fiscalía contra los miembros de la junta directiva de la Refinería de Cartagena (Reficar) responsables de los sobrecostos de la obra en más de 4.000 millones de dólares.

Tampoco se puede dejar pasar de agache al vicepresidente-candidato Vargas Lleras y su responsabilidad política sobre casos que involucran a miembros de su partido, Cambio Radical, que hoy están tras las rejas por crímenes atroces (Kiko Gómez), parapolítica y corrupción. Ahora pretende el candidato presidencial tirar cortinas de humo anunciando, a diestra y siniestra, casas gratis por todo el país antes de abandonar su cargo, para distraer a la opinión dilatando una necesaria explicación, esa sí radical, sobre cómo y por qué llegaron a sus filas esos delincuentes.

Los colombianos deben persistir hasta la saciedad para exigir de los órganos de investigación resultados y no desfallecer en esta lucha contra la corrupción, pues, insisto, no es tarea para estos medios porque, parafraseando a un político español, las grandes empresas de Comunicación en Colombia enseñan sus dientes más para sonreír que para morder, y el palo no está para cucharas.
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