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El elefante de la ANI

La cacareada honorabilidad de Luis Fernando Andrade, presidente de la ANI, no basta para explicar por qué nunca vio el elefante en su entidad

José Manuel Acevedo M., José Manuel Acevedo M.
25 de marzo de 2017

De Luis Fernando Andrade, casi todos hablan bien. Dan cuenta de sus hazañas en el sector privado, de su ‘heroica’ decisión de cambiar el puesto y el sueldo que tenía para prestarle un servicio a la nación y nadie duda de que en medio del escándalo de Odebrecht, Andrade es de los poquitos que no se robaron un solo peso. Así pude confirmarlo también con fuentes de la Fiscalía que indicaron que no existen méritos para acusarle por enriquecimiento ilícito o por soborno. Del tráfico de coimas no hay una sola prueba que le comprometa.

El problema de Andrade es otro. Algunos lo llamarían ingenuidad o falta de carácter y, otros, simplemente omisión. Lo cierto es que en la Agencia Nacional de Infraestructura desde hace años un gran elefante se paseaba por allí y ni las gafas que usa le sirvieron al presidente de esa entidad para darse cuenta de la feria de irregularidades que se cometían en sus narices por parte de su más cercano círculo y de los políticos que lo usaron a su antojo.

Hoy el doctor Andrade, se defiende con la misma candidez con la que accedió a reunirse varias veces, incluso en entornos privados, con el Ñoño Elías y con la misma que recibió por lo menos seis veces al ilustre caballero de industria, don Roberto Prieto.

Las explicaciones que ha dado, francamente, resultan insuficientes para un hombre de su inteligencia y cacareada probidad. ¿Cuánto tiempo duraba cada encuentro? Personas que trabajaron en la ANI me relataron que no eran simples cafés de cortesía sino que los políticos y Andrade se tomaban varias horas. ¿No se daba cuenta acaso que el “interés más allá de lo normal” de ciertos personajes, como él mismo lo denominó en su interrogatorio en la Fiscalía, ameritaba cortar de tajo esas reuniones para no generar suspicacia en procesos de adición tan delicados como el de Ocaña-Gamarra? ¿O era que el presidente Santos le pedía actuar con servilismo frente a los políticos que iban a la ANI para no causarle problemas de gobernabilidad?

De verdad, ¿al perro lo capan tantas veces? Uno no puede haber sido víctima de una encerrona como la que le hizo, según Andrade, el senador Bernardo Elías en su casa y a los pocos meses seguir como si nada haciéndole favores, consiguiéndole colegio a los niños y recibiéndole una lujosa cartera para su esposa en señal de agradecimiento.

La verdad es que con Odebrecht, Andrade lució demasiado dócil. Un perito sugerido por él mismo, tasó perjuicios por 100 millones de dólares a favor de la multinacional en el marco de la Ruta del Sol 2 y el presidente de la ANI, sin más, estaba dispuesto a pagárselos. De no haber sido por el vicepresidente Germán Vargas Lleras y el entonces ministro de la presidencia Néstor Humberto Martínez que se atravesaron, el pago por parte del Estado a la brasilera se hubiera hecho como si se tratara de una transacción cualquiera.

Finalmente, queda el capítulo de sus colaboradores: ¿a qué horas Andrade permitió que gente tan dudosa hiciera parte de su círculo inmediato? Hoy la Fiscalía y la procuraduría tienen en su poder chats de sus asesores más próximos que los dejan muy mal parados no sólo en relación al caso Odebrecht sino frente a otros asuntos en los que su conducta también es objeto de las más delicadas investigaciones.

El elefante de la ANI era demasiado grande y pesado como para no haberse dado cuenta de él. Por su incapacidad de verlo, el doctor Andrade tendrá que responder.

Twitter @JoseMAcevedo

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