Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

Así estamos jodidos...

Este año los partidos tradicionales no solo lograron poner en peligro la paz de Colombia, sino que se dieron gusto robándonos a todos. Como a muchos los pescaron y están tras la rejas, decidieron darnos a los ciudadanos, de regalo de Navidad, unas listas llenas de los hijos, hermanos, primos, y amigos, de los pícaros que nos tienen en estas. Así no vamos p´a ninguna parte…

Federico Gómez Lara, Federico Gómez Lara
12 de diciembre de 2017

Buscar por todos los medios necesarios la paz de Colombia es una de las funciones primordiales del presidente de la república. Esta potestad fue ejercida ampliamente por todos los antecesores de Juan Manuel Santos, quienes en su momento hicieron lo propio para alcanzar ese objetivo. Sin embargo este último, en un intento de darles legitimidad en la opinión, decidió someter los acuerdos de La Habana a consideración del pueblo para que la gente decidiera con su voto si querían o no ponerle fin al conflicto con las Farc.

Aun cuando hubo una que otra voz cercana al oído del presidente que le sugirió no meterse en ese barco del plebiscito, hay que decir que era muy difícil imaginarse que la mayoría de los colombianos iban a pararse de la cama a marcar en un tarjetón que no quería la paz. Pero eso ya es cuento pasado. El hecho es que la victoria del No, además de atrasar sustancialmente todos los procesos necesarios para poner en marcha la paz, tuvo dos consecuencias fatales: que la implementación de los acuerdos quedara en manos del Congreso, y que se juntara inevitablemente con el proceso electoral del próximo año.

Esa doble condición de los congresistas de legisladores y candidatos a cuanta vaina, no solo ha logrado que el Estado en su conjunto esté incumpliendo lo pactado, sino que puso al país en un limbo institucional y político muy peligroso. Hoy por hoy, en Colombia estamos teniendo amplias discusiones para ver si queremos reabrir una guerra que tanto nos costó cerrar; les dedicamos artículos enteros y horas de televisión a descifrar si 50 es más de la mitad de 99; y el Congreso tiene tiempo para condecorar peluqueros y promover el transfuguismo, pero no para discutir los proyectos necesarios para permitirnos vivir en paz.

A pesar de la tormenta de obstáculos que los políticos, en su afán de reelegirse, le han puesto al fin del conflicto, hay una gran conclusión que no puede desconocerse: luego de más de 50 años de guerra, el silencio de los fusiles nos ha dejado ver por fin que los problemas de Colombia van mucho más allá de la guerra. Las Farc ya no existen como organización armada. ¿Y qué pasó? Que seguimos exactamente igual de jodidos. Este año que termina ha estado marcado por la violencia, por los asesinatos de cientos de líderes sociales, por los robos, por la gente que matan por quitarle el celular, por los padres que abandonan a sus hijos, por las más de 30 niñas que violan en este país cada que transcurren 24 horas, por los políticos que cambian de opinión y de partido sin mostrar un asomo de vergüenza, pero, sobre todo, 2017 fue un año marcado por los incontables escándalos de corrupción.

Cuando uno prende el televisor y ve que aquí una multinacional tenía untado de sobornos a todo el establecimiento; ve las imágenes de los congresistas esposados entrando a la cárcel; ve al fiscal anticorrupción preso por corrupción, a los magistrados que venden los fallos, al secretario general de Presidencia a quien le estalla en la cara un escándalo por presunta corrupción y no le pasa nada, y a los pícaros que se enriquecen robándose la comida de los niños, no sabe si reírse o sentarse a llorar.

Como todos los sondeos recientes muestran que el electorado ya no tiene el tema de la paz entre sus prioridades, uno pensaría que los partidos tradicionales dirían “hombre, ya que nos estamos tirando el proceso de paz y logramos que a la gente no le importe, aprovechemos que el tema de atacar la corrupción está de moda, presentemos unas listas decentes y así ganamos”.

Pero no. Eso también era mucho pedir para nuestros honorables dirigentes. Ayer los partidos presentaron sus listas al Congreso, y en lugar de hacer una autocrítica e inscribir candidatos que lleven las banderas de la lucha contra la corrupción, nos dan la sorpresa de que cada uno de los hampones que está preso por robarse la platica de todos nosotros, será premiado con un puesto en la lista para uno de sus familiares. Es cierto que en Colombia el delito de sangre no existe. ¡Pero no nos crean tan pendejos!

En la lista de La U están Eduardo José Tous de la Ossa, quien fue fórmula a la Cámara del Ñoño Elías, y su hermano Julio Elías que pretende llegar a reemplazarlo. También figura como candidato al Senado Jhony Moises Besaile Fayad, que llega a ocupar el lugar de su hermanito Mussa Besaile. La lista del Partido Liberal a la Cámara es encabezada por un tipo que fue sacado del Capitolio por un fallo judicial; en la de Cambio Radical está el hijo de un exgobernador condenado por parapolítica, en fin. El listado es interminable y una columna no alcanza.

En resumen, este año los partidos tradicionales no solo lograron poner en peligro la paz de Colombia, sino que se dieron gusto robándonos a todos. Como a muchos los pescaron y están tras la rejas, decidieron darnos a los ciudadanos, de regalo de Navidad, unas listas llenas de los hijos, hermanos, primos, y amigos, de los pícaros que nos tienen en estas. Así no vamos p´a ninguna parte…

En Twitter: @federicogomezla