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¿Venezuela definirá nuestras elecciones?

El miedo al castro-chavismo y la preocupación por el vecino suben como espuma en Colombia. No siempre ha sido así.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
26 de mayo de 2017

Durante varias décadas, el grito de batalla de los políticos venezolanos fue, parafraseando la frase del personaje del cuento “Ulrica” de Jorge Luis Borges, "ser anticolombiano es un acto de fe”. Era el trapo rojo que motivaba a los votantes en las elecciones y una válvula de escape para los presidentes de turno en momentos de dificultades. Atacar a Colombia -no sólo al gobierno sino también al pueblo- era un deporte nacional. Ser calificado como procolombiano era el beso de Judas de una carrera política. No hay que remontarse a las disputas entre Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander. En la segunda mitad del siglo XX, los partidos Acción Democrática y Copei frecuentemente atizaron el nacionalismo y el chauvinismo. El mismo al que acudió Hugo Chávez y ahora Nicolás Maduro.

A Colombia se le ha achacado haberse apropiado de territorio venezolano y de querer más. Nada causa mayor resquemor que el diferendo limítrofe con Colombia sobre el golfo de Coquivacoa (Venezuela). Cuando el mandatario copeyano Luis Herrera Campins propuso la hipótesis de Caraballeda para resolver el asunto en 1980, fue acusado de traidor. Igual epíteto recibió Carlos Andrés Pérez cuando hizo gestos de reconciliación hacia su vecino. El fracasado golpe del entonces teniente coronel Chávez en febrero 4 de 1992 tuvo, como una de sus motivaciones, la presunta actitud blandengue de Pérez en las negociaciones con el gobierno colombiano.

En Colombia, en cambio, el tema no suscita pasiones en la opinión pública. Llamar al golfo de Coquivacoa o Venezuela no quita ni pone, pero para muchos venezolanos, y en particular los medios, es un insulto y desafiante. Aún me acuerdo la reacción virulenta que provocó en Venezuela un titular de primera página de El Tiempo en enero de 1992 que hablaba de Coquivacoa (yo era el editor internacional del diario). En ese entonces, eran escasas las noticias que se publicaban sobre el vecino país. Generaba poco interés periodístico. Mientras tanto, los diarios y noticieros venezolanos informaban ampliamente sobre el acontecer colombiano. No faltaban temas: el narcoterrorismo del cartel de Medellín, los ataques de la guerrilla de las FARC y ELN, la alta tasa de homicidios, etcétera, etcétera. Y el mensaje era uno: afortunadamente Venezuela no era Colombia. E incluso en los últimos años cuando Venezuela dejó de ser un remanso de paz y la inseguridad se propagó por todo el país, se ha seguido señalando a los colombianos como los causantes de esos males. Como si fuéramos unos parásitos.

La indiferencia mediática y política colombiana acerca de Venezuela empezó a cambiar con la llegada al poder de Hugo Chávez. Fue vista inicialmente con sorna y progresivamente, al develarse su intención de volver al vecino en una república socialista, con nerviosismo. Y luego con creciente desconfianza, al confirmarse la relación del régimen bolivariano con las FARC y el ELN y la conversión de ese país en una retaguardia estratégica para la guerrilla. Pero nunca trascendió a las elecciones colombianas. En parte, porque con la excepción de Gustavo Petro y Piedad Córdoba, la influencia chavista era irrisoria. Hacer campaña contra Venezuela no daba réditos. Esa realidad se alteró con el plebiscito del 2 de octubre de 2016. De todas las advertencias de los promotores del No, la que tuvo mayor eco e influencia fue la de que el acuerdo de paz nos acercaba al castro-chavismo.

Es tan potente el mensaje que en la reciente encuesta de Invamer Gallup de Semana, Caracol y Blu Rradio, un 55 por ciento de los colombianos temen que Colombia termine como Venezuela. Nuestro vecino ya no tiene el atractivo de los años 60, 70 y 80 cuando centenares de miles de compatriotas emigraron en busca de una mejor vida. Sólo las FARC, la izquierda dogmática, Piedad Córdoba y Gustavo Petro consideran ejemplarizante la revolución bolivariana.

La lucha de la oposición venezolana es asumida crecientemente por políticos y periodistas colombianos como propia. Abundan los mensajes de solidaridad. Todos quieren ser vistos como defensores de la democracia y enemigos de Nicolás Maduro, cuya desfavorabilidad en Colombia es del 95 por ciento.

El miedo al castro-chavismo puede ser infundado y exagerado. No importa. Para la mayoría de los colombianos es un escenario factible y eso garantiza que será un tema determinante en la campaña presidencial de 2018. Póngale la firma.

En Twitter Fonzi65

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