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Cuando la política es asexuada...

Esos jóvenes políticos temen comprometerse a emitir juicios de valor y navegan en una cómoda neutralidad para que nadie se moleste.

María Jimena Duzán
29 de enero de 2011

Desde hace unos años vengo detectando la aparición de unos políticos que han puesto de moda la pragmática tesis de que para hacer política no se necesita tener ninguna ideología ni recurrir a ninguna teoría. Son políticos aguados, neutros, que siempre están al margen de los grandes temas del país porque no quieren que se les ubique en ningún espectro. 
 
No se esfuerzan por tener una opinión formada de nada que les imponga asumir una posición; se distinguen por que todos ellos consideran que para ser un candidato a concejal, a alcalde o a gobernador lo que se necesita es tener las dotes de un gerente -¿para qué mas?-, y aunque casi todos ellos tienen cierto sex appeal personal innegable, son asexuados en política.
 
Los más preclaros representantes de esta nueva élite son Enrique Peñalosa y Sergio Fajardo. Los dos se han definido siempre como gerentes de la cosa pública y tanto el uno como el otro se ufanan hasta hoy de haber sido los únicos políticos que en los ocho años de gobierno de Uribe no se enfrascaron en la polarización que dividió al país entre uribistas y antiuribistas. "Yo no soy ni antiuribista ni uribista" fue la frase cumbre de Sergio Fajardo que deja al descubierto el talante de estos políticos que se autoarropan también bajo el calificativo de "independientes", aunque en realidad no lo sean. (Y no lo son, porque para ser independientes hay que asumir posiciones, y eso va contra su naturaleza, como tampoco es cierto que hayan mantenido una neutralidad en la polarización durante el uribato: en el fondo, detrás de esa impostada neutralidad, los dos siempre fueron más uribistas que antiuribistas).
 
Para bien o para mal, su política asexuada hizo escuela y ya cuentan con varios discípulos que van por ese mismo rumbo, muy a nuestro pesar. Me refiero a jóvenes políticos con gran futuro, como David Luna, Carlos Fernando Galán y Simón Gaviria, entre otros. Todos muy preparados, bien intencionados y con un gran sex appeal personal, pero que temen comprometerse en temas nacionales, no se atreven a emitir juicios de valor que pueda demostrar que detrás de ellos hay alguna ideología y que navegan en una cómoda neutralidad para que nadie se moleste.
 
Ojalá estos jóvenes se bajen de ese bus a tiempo y no dilapiden su capital político como les ha pasado a sus mentores. A pesar de que Peñalosa y Fajardo salieron en hombros de sus alcaldías y de que se les reconoce que bajo su administración tanto Bogotá como Medellín se llenaron de megaobras y de bibliotecas, su carrera política, lejos de despegar, se ha ido apagando.
 
Ambos han ido de un traspiés a otro. Peñalosa no ha ganado ni una elección desde que salió de la Alcaldía, y me temo que va para una nueva derrota si se presenta como candidato a la administración de Bogotá. A Fajardo no solo le fue mal con su partido inventado a última hora, sino que se le esfumaron los votos que supuestamente le eran fieles en su campaña presidencial. No le votaron ni los paisas, y si quiere ganar la Gobernación de Antioquia en estas elecciones de octubre, va a tener que apercollárseles a los caciques liberales y de Cambio Radical, sus nuevos socios políticos, porque solo con su sex appeal verde no le alcanza. (Como están las cosas, hasta puede terminar apoyado por La U).

¿Y por qué no les sonríe el electorado a estos políticos asexuados si son tan buenos muchachos? Yo me temo que es por una razón muy lógica: porque de tanto andar cacareando su neutralidad, han terminado por no representar nada ni a nadie. El electorado no sabe a qué atenerse con ellos, y como son un enigma, prefiere no votar por ellos. Al fin y al cabo, en una democracia los políticos están para defender posiciones, no para evadirlas, de la misma forma que en un estado de derecho los políticos están para debatir los grandes temas nacionales y no para ignorarlos. Lo último que le puede pasar a este país es que en medio de tanta corrupción en la política, a los políticos que no lo son se les dé por envolverse en una neutralidad impostada.

La política es el arte del poder, como decía Maquiavelo. Y la base de la política son la ideas. Si se las quitamos, la política queda eunuca. Así de simple.

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