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Cuestión de hombres libres

Carlos Mendoza Latorre defiende el liberalismo como forma de vida en medio de la arremetida conservadora

Semana
27 de marzo de 2005

Leí con asombro en el periódico un taller sobre buenos modales ofrecido para niños. El curso no solo incluía "formas de contestar el teléfono" sino además "temas de conversación y comportamiento frente a adultos". O sea que eso de saludar de uon o marik según los buenos modales no es muy apropiado. Al parecer los buenos modales además de ser la expresión estética de algún valor, son como una institución porque vienen con adjetivo incluido. Y eso de tener instituciones que le digan a la gente cómo debe pensar y llevar su vida tiene que cuestionarse. El dichoso curso tan publicitado lo ofrecieron en un hotel de Bogotá un día sábado, hace como un mes y seguramente muchos padres debieron sentirse orgullosos de pagarles este curso a sus hijos, para que además se vayan relacionando con gentes de las mismas convicciones y maneras. El conservadurismo está de moda y el liberalismo como forma de vida, en la pretensión de decir lo que se cree y lo que se siente empieza a quedarse sin dolientes. Es una discusión más allá de los partidos pero los involucra. La diferencia crucial es precisamente que quienes recuperan los viejos valores no tienen que decirlo sino que lo hacen, mientras que sus críticos, hablan y dicen pero todavía temen hacer cotidianos sus pensamientos y en el ánimo de esperar el momento adecuado, dejan pasar el tiempo que es una forma de perder su tiempo. Ahora la libertad de expresión se permite pero no se aplaude. Se habla de integridad mientras se niega la palabra a los demás. El disenso y la opinión son una incomodidad para quienes dicen tener la razón. La pluralidad y el debate se entienden más como un requisito en el que se pierde tiempo y al que se está obligado porque sí, que como un proceso de empoderamiento de la sociedad y de su política. Faltan claridad y apuestas concretas y que haya líderes comprometidos en el tiempo con una forma de pensamiento más que monedas de uso para la figuración pública y la coyuntura de turno. Lo fácil siempre ha sido renunciar y acogerse, amoldarse al camino trazado que ha sido impuesto como el correcto. Ya el presidente Uribe aconseja a los jóvenes aplazar el gustico de tener relaciones sexuales antes del matrimonio, como si ese acto social estuviera ligado a la virginidad y no al amor. Hay quienes rechazan el uso de anticonceptivos y paradójicamente se oponen al aborto. Conocen el crecimiento de las enfermedades de transmisión sexual y se asustan porque en los colegios dictan clases de educación sexual; ofrecen en cambio la abstención y la privación como si el mundo estuviera dispuesto a dejar de ver televisión o salir a la calle donde a los que salen les da el viento. Y calladamente van tomando posiciones de poder para enseñarles estas cosas a las nuevas generaciones, como esos niños que un día sábado son llevados a cursos de buenos modales donde los instruyen desde pequeños a fingir y a despreciar. A ser los que dictan el adjetivo y no a comprender el mundo en sus múltiples formas de interacción. Al parecer ya no se trata sólo de aprender a levantar bien la cuchara sino de simular cómo ser otro frente a los demás. Es la tradicional elaboración de una personalidad pública que será premiada socialmente; una doctrina que dicta y acondiciona las respuestas porque no ha abierto un espacio para hacerse las preguntas. Y por supuesto no se trata de abrir cursos de malos modales. No puede emplearse la misma lógica de pensamiento. No consiste en cursos de lo uno y de lo otro sino en la aplicación de los deseos a la vida cotidiana; la acción permanente, la autenticidad del sentir y la coherencia de lo que se dice con lo que se hace; en las relaciones con los otros y no en el ostracismo de los grupos cerrados y la doble moral para el juicio ajeno. Es una cuestión de principios como así deben de defenderlo los adalides de los buenos modales. Si un principio es lo antiguo y lo correcto, otro principio es lo nuevo y lo moderno, a lo que ha llegado la humanidad para vivir de acuerdo con su época, sus necesidades, problemas y deseos. Pero con reflexión y resistencia, no con vaga complacencia y propósitos sin realidad. No hay que esperar tanto para estar allí donde creemos se dan las transformaciones y se materializan los anhelos. Todo ocurre en la mente y se expresa luego en el suelo. Desde ahora. Sin miedo y sin permiso. Mientras que otros ya renunciaron a las motivaciones, cedieron ante el mundo y prefieren vivir tranquilos renuentes a los cambios y sujetos a las prohibiciones, no hay liberales precisamente porque lo que faltan son hombres libres. *Estudiante universitario

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