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Cuestión de timing

Llevamos ya demasiadas décadas en que las palabras Bogotá y trancón son sinónimos, en que "la guerra del centavo" hace parte de nuestra idiosincrasia capitalina tanto como el ajiaco y Monserrate.

Semana
22 de noviembre de 2010

Carruseles, contralores, Nules, hermanos, llamadas, comisiones, tajadas. Basta ver los titulares de las últimas semanas para darse cuenta que sólo el escándalo en las contrataciones de la Administración Distrital parece retener la atención de los bogotanos y que todos los demás acontecimientos que se desarrollan en paralelo no merecen atención.
 
Claro, siempre es más divertido hablar mal de tal empresario y de cómo hizo su fortuna así como publicar extractos de conversaciones telefónicas incomprensibles que hablar realmente sobre lo que hay detrás.

No sorprende entonces el poco ruido que levantó la adjudicación del Sistema Integrado de Transporte Público (SITP). En medio del escándalo de contratación, la Administración, campante y sonante, decide adjudicar la cuasi totalidad de este sistema y la noticia pasó como si fuera cualquier marcador de la Liga Postobón.

¿Como puede la ciudadanía demostrar tanta indignación e ira contra el gobierno distrital al enterarse de todo el tejemaneje ilegal que ocurre ahí dentro pero al mismo tiempo dejar que ese mismo gobierno adjudique el sistema que va a regir la manera en que operará el transporte durante los próximos 50 años? ¿Es más importante saber si el tajo fue de 5% o 7% en vez de preguntarse quiénes van a suplir el transporte publico en el futuro y como fueron estas empresas asignadas? ¿No se han dado cuenta que la ciudad del futuro será definida en gran parte por este sistema? ¿O es ya resignación?

Llevamos ya demasiadas décadas en que las palabras Bogotá y trancon son sinónimos, en que “la guerra del centavo” hace parte de nuestra idiosincrasia capitalina tanto como el ajiaco y Monserrate. Las decisiones tomadas en los años 50 y 60 relacionadas al transporte público de la ciudad son las que hoy nos tienen frente a una situación insostenible donde los buses, busetas y colectivos compiten por los pasajeros formando una trenza impenetrable en las arterias y avenidas de Bogotá. En su época podrá haber sido más cómodo y conveniente, pero el legado de este servicio “puerta a puerta”, establecido con poca visión de largo plazo, demuestra la increíble inercia que estas medidas pueden tener a través de los años.

Es decir, el sistema que movilizará al pueblo bogotano durante la mayor parte del siglo XXI está siendo adjudicado por la administración cuyos mismos procesos de adjudicación son los más polémicos de las ultimas dos décadas. ¿Bajo qué lógica decide la Administración publicar los ganadores de la licitación en el mismo momento en que todos sus contratos de infraestructura están siendo gravemente cuestionados? (De pronto pensaron que era mejor hacer la vuelta en medio del huracán, así nadie le pondría mucha atención). Pero dadas las circunstancias, hubiera sido más aconsejable prorrogar la decisión hasta aclarar la polémica actual del carrusel de contrataciones y así despejar hipotéticas dudas sobre la transparencia del proceso. El no haberlo hecho es solo un ejemplo más del deplorable concepto de planeación y comunicación que tiene el distrito, sin ni siquiera entrar en cuestiones de autoridad moral.

El SITP es imprescindible y vital para la ciudad. Merece más atención de la que se le está dando; sus efectos a largo plazo serán más contundentes e influyentes que la obra de la 26 o inclusive el Metro (el éxito de éste último dependiendo además de un Sistema Integrado eficiente ya establecido). Sería muy triste que este sistema quede diseñado y adjudicado bajo los parámetros de una administración que no ha sabido gestionar proyectos de menor envergadura y que lo poco que ha puesto en marcha ha estado marcado por la falta de transparencia y la complacencia. Difícil quedar tranquilo con la calidad de este sistema dados los precedentes.


*Es titular una maestría en Ingeniería de Transporte y Finanzas de la Universidad de Princeton y trabajo como experto en economía de transporte en Francia.




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