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A partir de un ejemplo de desarrollo urbano basado en el conocimiento en Malasia, Juan Carlos Flórez fustiga a los alcaldes por olvidarse de esos temas

Semana
15 de mayo de 2005

En Malasia, en lo que hasta mediados de los años 90 era solo vegetación tropical, surge hoy uno de los complejos informáticos más importantes fuera del primer mundo. Enclavado en una ciudad, Ciberjaya, construida ex profeso para albergar un conjunto de empresas y de centros de producción de conocimiento, es un complejo que le permitirá a ese país asiático pisar fuerte para ingresar a la competencia entre unos pocos centros globales.

La ciudad fue iniciativa del audaz y polémico líder malayo Mahatir Bin Mohamed. Surgida de la nada, Ciberjaya alberga hoy más de 900 sedes de compañías de alcance global entre las que se destacan Siemens, Nokia y Microsoft. Esta es una ciudad en la que la tecnología y la generación de conocimiento son posibles desde un supercorredor multimedia que conectará a Malasia con los centros más importantes del mundo y atraerá inversión extranjera a partir de investigaciones de frontera. Para tal fin fue creada la Universidad Multimedia -cuyo profesorado ha sido reclutado por todo el mundo-, que brindará personal cualificado para las empresas que operen en las cybercities malayas y, al mismo tiempo, generará las bases para una economía basada en el conocimiento y no en la exportación de materias primas.

El ejemplo malayo contrasta duramente con la ausencia de un debate nacional sobre el futuro de nuestras ciudades, y dada la carencia de un proyecto audaz que permita pensar más allá de la guerra actual y del narcotráfico, Colombia debe tener un objetivo estratégico que nos convierta en una sociedad más próspera y no en una nación condenada a ser uno de los parias de la globalización.

Salvo iniciativas aisladas, en algunas ciudades que han hecho esfuerzos por proveer de computadores a sus colegios públicos, el país y sus ciudades no poseen una estrategia sólida, con respaldo social, empresarial y académico, cuyo objetivo sea vincular a Colombia con las mutaciones que ha traído consigo el que la producción de conocimiento sea uno de los motores principales de la economía mundial. Sin generación de conocimiento no habrá generación sostenida de riqueza. Nuestras ciudades hoy tienen unos PIB que no han crecido sustancialmente en los últimos 10 años. Es decir, tenemos recursos cada vez más limitados para necesidades cada vez más crecientes. Condenados a apagar los incendios de cada día, nuestros gobernantes han descuidado el tema fundamental, la generación de riqueza, sin la cual no podemos pensar en construir una sociedad más equitativa, más justa, menos marginada de los cambios globales y más prospera.

Parece increíble pero, mientras el grueso de los habitantes del país -de los que los urbanitas son mayoría- se han empobrecido dramáticamente en la última década, los gobernantes nacionales y urbanos hablan de todo menos del problema principal, ¿cómo generamos riqueza para volver a soñar con generar empleo?

No podemos convertir a Malasia en un espejismo como lo han sido para algunos Japón, Corea, los tigres asiáticos en las últimas décadas. No hay fórmulas mágicas. No obstante es evidente que no estamos haciendo nada para que nuestras ciudades articulen su crecimiento económico a partir de proyectos que vinculen el conocimiento con la actividad empresarial. Nuestras universidades miran hacia su propio ombligo y los gobernantes y empresarios apenas recurren a ellas para tomar cursos de gerencia y no para involucrarlas en una visión audaz de lo que queremos que sean nuestras ciudades y nuestro país en una generación.

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