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Las razones de Maduro

La historia está llena de ejemplos de crisis de las que gratuitamente se ha culpado al forastero. Tampoco en eso resulta original Maduro.

Daniel Coronell, Daniel Coronell
29 de agosto de 2015

Detrás de la arremetida del presidente de Venezuela contra centenares de familias pobres en la frontera con Colombia hay razones muy distintas a las que Maduro expone públicamente. En primer lugar el gobernante está tratando de poner los reflectores en la zona fronteriza para evitar el escrutinio sobre el desastre que vive su país. Segundo, está armando las condiciones para intervenir las elecciones de diciembre que puede perder.

Y tercero, quiere pasarle una cuenta de cobro al estado Táchira.

Vamos por partes. La debacle económica venezolana no empezó con Nicolás Maduro pero sí se ha agravado bajo su mando. Mientras los precios del petróleo estuvieron por encima de los 100 dólares, el flujo de divisas era tan grande que Chávez tuvo petrobolívares para dar y convidar, incluso para subsidiar gobiernos extranjeros y comprar apoyos a su causa en América Latina y España.

Venezuela no hizo nada para diversificar sus finanzas como si la economía rentística, basada exclusivamente en el petróleo, pudiera durar para siempre. Con la caída de los precios internacionales del crudo, Maduro se ha venido quedando sin fondos para hacer política adentro y afuera.

Con menos ingresos es más difícil comprar los productos básicos de la canasta venezolana que en su gran mayoría son importados. Por eso han empezado a escasear elementos de primera necesidad y los que quedan han alcanzado precios astronómicos.

La administración de Maduro no quiere reconocer su responsabilidad en la situación y por eso ha intentado repetidamente culpar a otros de ella. Que la “oposición golpista” está detrás de una operación gigantesca de acaparamiento. Que los “bachaqueros”, como allá le dicen a los contrabandistas, se están llevando todos los alimentos para Colombia. Que todo es una conspiración paramilitar para destruir la “revolución bolivariana”.

La verdad es que el contrabando fronterizo ha existido desde la creación de los dos países pero jamás ha tenido la magnitud suficiente para desabastecer siquiera a una ciudad pequeña, mucho menos a un país completo.

En la leyenda negra creada por Maduro no hay plata en Venezuela porque se están llevando los fajos de billetes para Colombia.

La historia está llena de ejemplos de crisis de las que gratuitamente se ha culpado al forastero. Desde la explicación medieval de la peste negra hasta el ascenso del nazismo. Tampoco en eso resulta original Maduro.

Buscando desesperadamente distraer la atención de los venezolanos, el presidente Maduro revivió inicialmente un viejo diferendo limítrofe con Guyana y después empezó el llamado “censo” de los municipios fronterizos con Colombia que es la forma de llamar la expulsión de colombianos que en muchos casos llevan décadas establecidos en Venezuela.

La estrategia de Maduro se inició poco después de que las encuestas empezaran a mostrar que perderá las elecciones del 6 de diciembre y con ellas su mayoría en la Asamblea Nacional. Actualmente el gobierno controla 99 de los 165 miembros del legislativo unicameral.

Si el balance cambia, Maduro tendría que gobernar nadando contra la corriente y sin apelar a las famosas “leyes habilitantes” que le han entregado facultades legislativas.

En estas condiciones al gobierno venezolano le convendría mucho que la campaña se desarrollara bajo un estado de excepción. Así, con el pretexto de la conmoción que supuestamente vive el país, podría constreñir las actividades proselitistas de la oposición, cambiar las condiciones de los comicios y además promocionarse con el discurso de la unidad ante el enemigo externo.

Por lo demás, el estado Táchira -donde se ha vivido la expulsión masiva de colombianos y la creciente militarización- es el mismo en donde en febrero del año pasado se inició la movilización contra el gobierno de Nicolás Maduro.

Los siete diputados que escoge Táchira y los 15 que elige Zulia podrían ser los que inclinen la balanza en el duelo de diciembre entre el gobierno de Nicolás Maduro y la perseguida oposición venezolana.

Eso es lo que le preocupa a Maduro, lo demás son discursos para justificarse.

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