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8 de agosto de 2014

El mismo Pacho sabe que entre santafereños nos queremos. Qué era cada crítica, sino, vista de otro modo, ¿un guiño de admiración?.

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
15 de junio de 2014

Como debo entregar esta columna sin conocer aún los resultados electorales, ruego a los lectores que lean la versión que mejor se acomode a la realidad. O ambas, en caso de que no tengan nada que hacer.

Para leer si gana Santos 

Mi visión era recurrente: es 8 de agosto. Óscar Iván Zuluaga cumple su primera promesa de campaña y sale raudo y poderoso en un acorazado rumbo al meridiano 82, donde pasará la noche. El buque Almirante Arango Bacci en que navega el nuevo presidente arrasa lo que encuentra a su paso: corales, cruceros, ballenas. Incluso a Carlitos Romero, que desenfadadamente pesca en Taganga. El navío avanza a todo vapor, con el hacker Andrés Sepúlveda torsidesnudo a manera de mascarón de proa: el presidente Zuluaga lo lleva a conocer el mar, como gesto amistoso con quien le ayudó a obtener la Presidencia. Allí mismo, a la vista de otros tiburones, lo nombra director del nuevo DAS.

Esa era la manera en que –me imaginaba– el uribismo iniciaría un nuevo ciclo en el poder que duraría lo mismo que Jota Mario en la televisión. Cargado de tigre, el gobierno de Uribe se transformaría en una dictadura disfrazada de democracia a la que ya me veía enfrentando con dignidad e hidalguía. Porque es en ese momento cuando se conocen los valientes, y yo mismo me visualizaba ocupando mi lugar en el calabozo como quien lo ocupa en la historia. En la madrugada en que agentes encubiertos –dentro de los que identificaría a Andrés Felipe Arias, por el tamaño–, me sacaran amordazado de mi casa, no les regalaría el placer de verme llorar. Sería un bastión de resistencia. Soportaría en los calabozos de Aquimindia la tortura de la gota sobre mi calva ejemplar y democrática sin siquiera chistar. Ofrecería mi ración de panela a un anémico Mauricio Cárdenas, que para entonces ya estaría en los huesos. Ayudaría a Manolo Cardona cada vez que lo sumergieran en un platón con agua; a Gaviria cada vez que le pusieran electrodos. Y me comunicaría con los hermanos Galán, con Germán Vargas, con Daniel Coronell dando golpecitos en la pared de las bóvedas. Sería, en fin, un ejemplo de valor. Sería Mandela. 

Pero, para fortuna de la democracia, ya no es necesario. En la pelea entre Juan Manuel Pékerman y Uribe ‘el Bolillo’ Gómez, el pueblo castigó al paisa pendenciero. Ayudó que al llamado títere de Uribe se le dañaran las cuerdas, así fueran las vocales; que el doctor Sarmiento Angulo –demócrata integral, prohombre enhiesto– hubiera hecho público su apoyo a la paz; y que muchos artistas de la televisión se sumaran a la causa. En la devaluación natural de la política colombiana, ya me veía apoyando a Zuluaga en cuatro años para atajar las aspiraciones presidenciales del procurador Ordóñez, y en ocho apoyando la reelección de Ordóñez para atajar a María Fernanda Cabal.

Pero nos salvamos. Ñoño Elías, Musa Besaile y Roberto Gerlein, verdaderos padres de la patria, nos han dado la libertad. Cese, pues, la horrible noche. Y que viva Colombia.

Para leer si gana Zuluaga

Ganó la patria. Quienes nos mostramos contrarios al presidente Zuluaga durante las crispadas épocas electorales, y solíamos hacerlo, como en mi caso personal, sin criticarlo en serio, sino a modo de chiste, casi de homenaje, debemos cerrar filas en torno suyo para que se inicie la restauración moral de la nación y su rescate definitivo de las garras del comunismo ateo.

Importa ahora no equivocar los objetivos, castigar a los verdaderos enemigos, y no a quienes, como yo, jamás criticamos al uribismo de modo cierto: apenas jugando. El mismo Pacho Santos sabe que entre santafereños nos queremos. Y que jamás lo ataqué a él o a su mentor en términos reales, al revés: ¿qué era cada crítica sino, vista de otro modo, un guiño de admiración?

El objetivo deben ser los enemigos de verdad. Comparto con doña Ana Mercedes Gómez la idea de prohibir la publicación de toda duda que pueda socavar el orden, salvo Duda Mendoza. Por ello, aplaudo el comité de aprobación de contenidos que ella misma presidirá.

Huyan los periodistas que hicieron juego a los bandidos. (Que lo hicieron en serio, insisto, no como yo, que incluso señalaba lo contrario: hay que saber leer con ironía). Iníciese, pues, un juicio implacable en Corferias. Exímase de la cacería de brujas a Marta Lucía Ramírez. Y paguen Luis Carlos Sarmiento, el banquero castrochavista, y los artistas de televisión que, a diferencia de Myriam de Lourdes y Lina Luna, no apoyaron al presidente. 

Celebro, como lo hará Fernando Londoño en su columna de regreso en El Tiempo, que la mal llamada Loca de las naranjas reemplace al doctor Humberto de la Calle en el equipo negociador, y la insto para que, siguiendo la recomendación del exguerrillero y ahora senador uribista Everth Bustamente, no acepte que los guerrilleros lleguen al Congreso. 

Conmigo no es necesario pasar a la fuerza. Estoy con Zuluaga. Triunfó la patria, como bien lo señalaban los doctores Ñoño Elías, Musa Besaile y Roberto Gerlein en el comunicado de adhesión al nuevo gobierno que emitieron en el día de hoy. Gracias a ellos. Y gracias a los agentes del recién reinaugurado F-2, cuyas labores se inician desde ya. Cese, pues, la horrible noche. Y que viva Colombia.

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