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Doña Mechas: salve usted al gobierno

Solicito a usted que asuma un lugar en el gobierno, quizás a nombre del Partido Liberal, para que Horacio Serpa no moleste.

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
7 de mayo de 2016

La recuerdo bien, querida amiga. Eran las angustiosas elecciones de 2014. Aparecía usted en un video en que pedía no votar por Zuluaga –a quien usted llamaba “Zurriaga”– sino por Juanpa, candidato al que rebautizó de esa manera para siempre. El video se popularizó, y, de ese modo, entre usted y la patriótica maquinaria de Ñoño Elías, impidieron el regreso de Uribe al poder, y con ello salvaron nuestra lánguida democracia –untada de mermelada, sí, pero aún democracia– del uribato definitivo.

Aquella vez agradecí su labor, y la tarea titánica de haber impregnado de calor popular a un personaje insípido y elitista, cuyo único roce con el pueblo había consistido en gastarle gaseosa a su caddie de confianza.

Recuerdo que, por aquel entonces, cada vez que aparecía Paloma Valencia con las mechas esponjosas, me decía a mí mismo: “Esa será la doña Mechas de ellos, pero la nuestra es la doña Mechas auténtica”. Por eso celebré que, como pago a su invaluable labor democrática, le asignaran vivienda gratis, y hasta clamé para que también le regalaran pompones y sudadera del programa Viejitos en Acción, gran promesa del primer gobierno de Santos de la cual solo sabemos que cobijó a Belisario Betancur. Y en todos los sentidos. Porque del presupuesto estatal le asignaron una cobija escocesa que se dobla sobre las rodillas mientras observa a Dalita Navarro hacer esculturas. Después dicen que no ha pagado por sus omisiones.

El hecho, mi querida amiga, es que, así como en su momento reconocí sus aciertos, después de observar lo que viene sucediendo con su Juanpa, creo que llegó el momento de que nos responda. Respóndanos, doña Mechas. Mire el gobierno que ayudó a elegir.

Ya sabíamos que las técnicas de Buen Gobierno patentadas por el presidente pasan por el detalle de no encasillar a sus funcionarios en los asuntos que de verdad saben manejar; en asignarles funciones en que no tengan experiencia. Si alguno conoce de Bogotá, como David Luna, entonces lo nombra en Comunicaciones, por ejemplo. El caso más emblemático fue el de Gabriel Vallejo: un ejecutivo destacado por sus conocimientos sobre atención al cliente y manejo de call center con los cuales brilló como directivo del diario El Tiempo: su Juanpa lo nombró como ministro de Ambiente, pese a que lo único que sabía de Hábitat es que era una revista de su excasa editorial. Fiel a su experticia, don Gabriel montó un call center en el ministerio para atender empresas multinacionales:

–Sí, buenas, ¿allá venden gas?

–¿De dónde nos llama, por favor?

–De Canadá.

–Sí, sí, claro. Tenemos gas. Y minas. Y petróleo en zonas vírgenes como Chiribiquete, donde no hay vida humana, solo indígena, o La Macarena, donde solo hay vida alienígena…

Incluso, les hacía seguimiento:

–Buenas, mister Robinson: es acá del Ministerio de Ambiente, queremos saber si se ha sentido a gusto con nuestros recursos naturales. Para nosotros es muy importante que se sienta bien. Tenemos el servicio de licencia exprés a domicilio y se lo ofrecemos en el día de hoy para que la explote Salento. Recuerde que habló con Gabriel Vallejo, y que esta conversación pudo ser grabada (por un hacker uribista.)

Con ese revolucionario estilo, mi admirada doña Mechas, el presidente fraguó un remezón ministerial cuyo fin fue nombrar en la cartera de Trabajo a una desempleada; en la de Justicia, a un político; en la de Ambiente, a un experto en minas de cielo abierto, quien, todo hay que decirlo, al menos representa a una minoría: la de los calvos, que no estaban reflejados en el gabinete ministerial, y que ahora lo están como un guiño a la reciente situación capilar del vicepresidente, verdadero dueño de los nombramientos.

Así las cosas, es un milagro que el doctor Santos no haya nombrado a Elsa Noguera en una Alta Consejería o a Simón Gaviria como ministro de Educación.

Por si fuera poco, los nuevos ministros parecen bastardos a los que ningún partido reconoce. Ni siquiera a Clara López, quien pasó de jurar que jamás haría parte del gobierno, a apropiarse de la máxima santista según la cual solo los imbéciles no cambian de opinión, en especial cuando les ofrecen puestos.

¿En qué momento nos empujó hacia los brazos de Juanpa, mi señora? ¿Se conocía un gobierno más flojo que el actual? Cuenta apenas con el 20 por ciento de aceptación. Organiza concursos de méritos para postular a la Fiscalía a candidatos cantados. Recurre al toque populista de posesionar a los ministros en su lugar de origen, y ya puesto en esas, ni siquiera es capaz de ratificar a Gina en Miami. Y carece de audacia, incluso, para bautizar sus campañas de gobierno: Ser Pilo Paga; Apagar Paga. En cualquier momento lanzará Pagar Paga, en beneficio del Grupo Aval.

Por ese motivo, Mechitas, solicito a usted que acuda de nuevo al rescate de su querido Juanpa, y asuma un lugar en el gobierno, quizás a nombre del Partido Liberal, para que Horacio Serpa no moleste. Reemplace a María Lorena como mujer de confianza. Haga valer su vocabulario para que le asignen el Ministerio de Cultura. O al menos reclame la Alta Consejería para las Juventudes, mi señora, en caso, claro, de que Belisario Betancur la haya declinado.

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