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‘Make Colombia great again’

Tras la victoria de su homólogo americano el planeta, ya ve usted, doctor Ordóñez, transita finalmente por la senda del bien; la humanidad enmienda su camino.

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
12 de noviembre de 2016

Mi muy estimado doctor Ordóñez:
Escribo esta carta henchido de orgullo nacionalista por los resultados del brexit, el triunfo del No en el plebiscito colombiano y, por supuesto, la sorprendente victoria en las elecciones presidenciales de Estados Unidos de ese hombre sin pelos en la lengua, apenas en la frente, que es su homólogo americano, Donald Trump. El planeta, ya ve usted, transita finalmente por la senda del bien; la humanidad enmienda su camino.

Previendo entonces que los sucesos de este año no fueron tres campanazos aislados de señales de alerta, sino la melodía creciente de una pieza sinfónica que apenas comienza, la viñeta que continúa en esta lista de sucesos felices es su triunfo absoluto en las presidenciales de 2018.

Sí, doctor Ordóñez. Nadie lo habría creído, como nadie creía que Santos perdería el plebiscito u Óscar Naranjo la edición más exitosa de Protagonistas de novela.

Pero el mundo corrige el rumbo con la misma avidez con que el dólar corrigió su tendencia a la baja, y la humanidad empieza a comprender que llegó el momento de adoptar todo tipo de medidas proteccionistas, salvo, naturalmente, las que impliquen uso del preservativo. (Y cuando hablo de adoptar, doctor Ordóñez, pienso en seres humanos, no en homosexuales: ellos no tienen derecho a adoptar ni siquiera posturas).

Yo sé que en el pasado tuvimos nuestras diferencias. Pero jamás quise ofenderlo, estimado Alejandro, por favor. No se entienda esta carta como una manera de aproximarme a usted en momentos en que parece demostrado que la democracia sirve para legitimar causas innobles, ideas pasadas y caudillos extremistas. No. Me aproximo a usted porque, como bien lo decía el presidente Santos, como guiño amable al doctor Uribe y su variante posición frente al proceso de paz con las Farc, solo los imbéciles no cambian de opinión. De modo que cuente con este soldado de Cristo dispuesto a servir a usted y a Nuestro Señor para lo que se ofrezca.

Sí, doctor Ordóñez: enarbole las banderas de la Presidencia y haga de Colombia un lugar grande de nuevo:make Colombia great again. Así digan que el suyo es un pasaporte al pasado, ofrezca una campaña que prometa consagrar al país al Sagrado Corazón por vías constitucionales; regresar al estado confesional; cerrar fronteras comerciales para que, como en épocas de Belisario, solo se consiga Renault 4 ensamblado en Tocancipá; rehabilitar las caballerizas de Usaquén para que el país creyente doblegue al pai´s comunista, homosexual y ateo; y recuperar los valores verdaderos. (Y por valores no me refiero a los 60.000 millones que cuesta al erario la caravana de escoltas de su mujer y sus hijas, sino a los valores de siempre, doctor Ordóñez: los que intentan arrebatarnos Obama, Angela Merkel, Nicolás Copérnico y demás líderes descarriados).

Nos espera una ardua campaña, mi estimado jefe, pero al menos ya comprendí de qué lado situarme. Al perro no lo capan dos veces. Ni tres, en caso de que sea perro uribista y tenga tres huevitos. De modo que acá me encuentro listo para enfrentar lo que venga en las elecciones que están por venir. (Y cuando digo por venir no hago alusión a una visión libre del futuro, por favor, doctor Ordóñez: no se me entienda mal).

Probablemente resucitarán escándalos de antaño, consabidos y devaluados: que en su juventud, querido amigo, usted quemó uno que otro libro con aquellos amigos fascistas de sus años mozos (no sugiero con ello amantes, por favor) con los que aprendió a ser Franco, en todos los sentidos; y que cometió pequeños abusos acá y allá mientras fue procurador, como cambiar puestos a cambio de su elección, o perdonar al amigo ladrón, asunto que, por lo demás, nos enseñó Jesús.

Algunos llegarán al extremo de recordar que frente al asunto nazi usted era de la corriente negacionista. Pero entonces lo negaremos, para demostrar que no es cierto; y haremos lo propio con el holocausto de la UP, cuyo carácter de ficción denunció con valentía el doctor Uribe.

Hoy más que nunca, su sueño es posible, Mr. Ordóñez. La supremacía viril, blanca y católica es un feliz hecho. Presente un reality en Teleamiga que lo catapulte a la fama, y meta con vaselina una candidatura que permita regresar a aquellos años en que monseñor Builes ordenaba por quién votar, las empleadas no reclamaban extras y Laureano autorizaba el atentado personal para defender las buenas costumbres. Póngase una cachucha. Niegue si tres monjas denuncian que usted las tocó en un ascensor. Amenace con meter presa a Tutina. Obligue a los venezolanos a que construyan un muro con los ladrillos que usted mismo ha escrito. Haga un test ideológico para deportar a todos los costeños que tengan apellido árabe (salvo que hagan parte del escándalo inflado de la parapolítica). Y conviértase en el cuarto eslabón de esta cadena de liberación.

No permitiré que futuras jornadas electorales me produzcan nuevas sensaciones de vacío y ganas de llorar como las recientes. Para eso ya tengo al Santa Fe. Cuente, entonces, con mi voto. Llegó el momento de que ingrese a los anales de nuestra historia. (Y por anales no me refiero a nada pecaminoso, futuro presidente: no se me tome a mal).