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Las Farc fútbol club

No tengo nada contra la idea. Prefiero que las Farc monten equipos de fútbol a que hagan atentados. Aún más: considero que jugar la liga colombiana debería valer como pena sustituta.

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
29 de abril de 2017

No hay riesgo más preocupante para el ser humano que convertirse en el mejor amigo de Juan Manuel Santos, y de ello pueden dar fe quienes lo han sido: Álvaro Uribe, para empezar, de quien el presidente fue íntimo por los años en que apenas era un inflamado ministro, servil y triste, que montaba partidos con la inicial de su amigo para demostrarle su cariño.

Eran uña y mugre, mugre y mugre: se prestaban ropa, se quedaban a dormir los fines de semana en la casa del otro, se volvían amigos de sus respectivos primos, tanto de Mario como de Pachito.

Y cantaban frente a la chimenea, la frente del uno apoyada en la del otro, canciones de Enanitos Verdes, quienes, por entonces, no solo éramos los partidarios de Antanas Mockus, sino los autores de aquella balada que dice “Un amigo es una luz brillando en la oscuridad”: estrofa inspirada en el servicio de Electricaribe.

Pero quienes fueran amigos inseparables, ahora se detestan. Ni siquiera se devolvieron la ropa que se habían prestado por entonces: Uribe se quedó con los Crocs de Santos; Santos, con los calzoncillos camuflados que Uribe le ofreció por los días en que terminaron empapados por hacer guerras de agua en el Ubérrimo.

El turno de la decepción, ahora, es para Nicolás Maduro: aquel centauro de la revolución chavista, mitad hombre, mitad burro, quien acusó recibo del trino de Juan Manuel Santos –según el cual se acaba de enterar de que la revolución chavista es un desastre– con la amenaza de publicar secretos del proceso de paz.

Como el destituido Alejandro Ordóñez es teócratico, y cree que el universo gira en torno a él, anticipó que esos secretos lo incluían: que las Farc exigieron tanto su destitución del cargo como la limada de colmillos que en buen momento le hiciera Marlon Becerra.

Pero son ínfulas. Las exigencias secretas de las Farc que revelará Maduro son asuntos de Estado que de verdad importan: que el América subiera a la A; que Jairo Martínez fuera retirado del jurado de Yo me llamo.

Y que les permitieran montar un equipo para la liga profesional de fútbol.

Parece un chiste, pero no lo es. Como si se tratara de un pase de Omar Pérez, la noticia se filtró: las Farc firmaron un convenio para crear La Paz FC, combinado que permitirá a sus integrantes calzarse las Machita para seguir disparando, pero esta vez hacia al arco. Como estamos en Macondo, el entrenador que los ayuda es de apellido Cañón: el legendario exsantafereño Alfonso Cañón. Parece un chiste, pero no lo es.

No tengo nada contra la idea. Prefiero que las Farc monten equipos de fútbol a que cometan atentados. Aún más: considero que jugar la liga colombiana debería valer como una pena sustituta.

Pero no dejo de preguntarme cómo podría ser un equipo de fútbol conformado por la guerrilla: ¿serán capaces de dejar atrás el pasado y no secuestrar a los Millonarios cuando los enfrenten en la liga, por ejemplo? ¿Pensarán que hacer un cambio de frente es trasladarse de filas? ¿El uniforme será camuflado y tendrá una toallita en el hombro para secarse el sudor, como lo hacía Tirofijo, a quien llamaban de esa forma, ya lo sabemos, por sus calidades de centro delantero?

Imagino los primeros entrenamientos de ese fútbol del posconflicto, y me deprimo. Iván Márquez recibe órdenes del técnico Cañón para resolver un mano a mano:
–¡Fusílelo! –le grita–: ¡no, pero no así! ¡Guarde el arma! ¿De dónde la sacó? ¿No dizque las habían entregado? ¿Dónde están los de la Fifa, al menos los de la ONU?
También imagino sus desesperadas instrucciones en la línea de cal:
–¡Marquen a Teófilo!
–¿Forero?
–¡No, Gutiérrez!
E imagino la charla táctica del intermedio: “Juguemos a lo que sabemos, camaradas: al bombazo, a la pesca milagrosa en el área de las 18, al buscapiés: contraataquen, embosquen, retengan la pelota: no la liberen hasta que entren los enfermeros de la Cruz Roja”.
Se prevé que reclutarán –nunca mejor dicho– ciertas glorias oxidadas, como intentan los equipos que buscan taquilla de manera rápida. Se sabe que están contactando al ‘Bombardero’ Valenciano; que quieren hacer un canje con el ‘Policía’ Ramírez. Y que esconden en una caleta de la banca al ‘Misil’ Restrepo y al ‘Mortero’ Aravena.

La gran incógnita, sin embargo, es saber cómo formarán. ¿Jesús Santrich será alineado, o, dadas sus cicunstancias, lo dejarán como árbitro? ¿Formarán una línea de cuatro atrás, con París, Granda, Márquez y Alape? Por lo pronto se sabe que alias el Paisa será el armador. Literalmente. Les dará munición a los delanteros. Que a Trinidad lo querían poner de volante de ida y vuelta, pero después de hablar con los gringos se dieron cuenta de que no tiene regreso: por ese motivo, entonces, utilizarán su dummy en los entrenamientos, para ponerlo en la barrera. Que, como contratación extranjera, tendrán al abogado Santiago, que será el arquero: el hombre experto en tapar. En seguir tapando. A través de él harán convenios con el Granada Fútbol Club. Y que, como siempre lo pretende, alias Timochenko quiere tomar la delantera. Dicen que juega de espaldas al arco, pero que se sabe voltear. En eso se parece bastante a Santos.

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