OPINIÓN
Germán, el obrero
- ¡Germán, por favor! ¿qué hace todo un vicepresidente de la República vestido de…? ¿Cómo se dice esa gente que hace edificios y vive toda sucia y eso?
Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
4 de octubre de 2014
Encuentra aquí lo último en Semana
LEER MÁS
- ¡Germán, por favor! ¿qué hace todo un vicepresidente de la República vestido de…? ¿Cómo se dice esa gente que hace edificios y vive toda sucia y eso?
- ¿Obrero?
- ¡Eso!
- ¿No me pidió, el señor presidente, acaso, que fuese su obrero?
- Pero en un sentido figurado, Germán: ¿qué es ese casco? ¿Y ese chaleco? ¿Es por octubre? ¿Se disfrazó de Manny a la obra?
- Presidente: permítale a este servidor ayudarle a edificar el palacio de esta patria, sabiamente conducida por usted.
- Gracias, Germán.
- Dígame maestro, señor presidente, si no le molesta.
-Y usted dígame mi señora, entonces.
- Claro que sí, mi señora. Estoy listo a emprender junto con usted las importantes reformas que el país requiere con urgencia.
- Pero no era necesario vestirse así. Aunque, ya puestos en esas, arrime ese butaco y revise esa gotera.
- Claro que sí, presidente.
-“Mi señora”.
-Claro que sí, mi señora: resulta altamente estimulante hacerlo, si con ello satisfago sus intereses y por ende los de la patria.
-¿Trajo herramienta, maestro?
- Pues tengo este serrucho, que encontré en el Congreso…
- Bueno: trépese… Pero no se me vaya a caer (ni a tumbar) y revise allá arriba…
-Parece ser una filtración: no encontraría nada extraño que el expresidente Uribe se halle implicado en la misma.
- Pues empiece el tape, tapen.
-Pero no tengo con qué.…
-Con ese ladrillo…
-¿Pero no es esa una columna de Gabriel Silva, acaso?
-Exacto.
-Listo, presidente. Mi señora.
-¡Lo hace muy bien de obrero, Germán! Ayúdeme ahora a hacer una reforma en el tocador de Tutina: está desesperada de que yo se lo desordene.
- Como guste, presidente, mi señora, pero permítame entre tanto ingerir algo de almuerzo…
-¿Qué es ese curioso edificio de ollas, Germán?
-A mí también me sorprendió cuando me lo dieron a conocer por vez primera. Se llama ‘portacomidas’ y lo usamos los de la clase obrera. Luz María me sirve en estos recipientes mis sopas adelgazantes.
-¿Y sí queda almorzado con eso?
-Complemento con lo que mis colegas llaman ‘salchichón cervecero’, una suerte de embutido colombo-bávaro algo gelatinoso. Siempre pido tres dedos, pero me sirven menos…
- Pero coma después, que las reformas no esperan: quiero ampliar el cuarto de María Antonia, agrandar mi vestier, quitarle funciones a la Procuraduría: ¡estucar por todas partes para que el Estado mismo parezca nuevo!
- ¿Y sí tiene planos mi señora?
- No, Germancho, toca al ojo: ¡reformemos que el golpe avisa!
-Ya mismo, mi señora: ¿por dónde empiezo?
-Por el clóset, que gracias a Alfredo Molano quedó sin gente, y utilicemos ese espacio para ampliar los poderes de la Presidencia…
-Como diga, mi señora.
-Tumbe ese tabique, que me recuerda a Juan Lozano, y ponga en ese lugar más funciones para mí.
-Listo, mi señora: ¡ya mismo rompo!
- …Quién entiende a mis vicepresidentes: Angelino venía de la clase obrera y soñaba con ser de la clase dirigente: exigía viajar en primera y todo. Y usted viene de la clase dirigente y ahora quiere sentirse de la clase obrera: hasta asiste a los consejos de ministros disfrazado de albañil. ¡Viera los comentarios cuando salió al baño!
-Es que tenía que arreglarlo, porque la palanca no soltaba…
- Qué raro: si en mi gobierno funcionan muy bien las palancas…
- Creo que fue allí, en el salón del consejo, donde olvidé mi palustre.
- ¿Ah, era suyo? Néstor Humberto creía que era un homenaje a su papá, don Salustiano Tapias.
- Hablando de Tapias, mi señora, ¿cómo va el ministro de Ambiente?
-Pues unos dicen que está muy verde y otros que es algo tronco, lo cual demuestra su conciencia ecológica.
- ¿Pero es lento o qué, mi señora?
-Pues se da sus licencias, aunque casi todas exprés. ¿Sí pudo arreglar ahí?
-Sí: ya rompí. Acá le caben siete superministros más.
-Ahora mida el marco de esa ventana, que lo quiero cambiar por el marco para la paz.
-Claro que sí, mi señora… Acá voy… ¡¡Fiu, fiui!! ¡Se salió del Inpec, o qué, mamita, con esa cantidad de presas tan buenas!
-Germán, por favor, no le grite esas cosas a Ginita, que todos saben que esta ventana es la de de mi despacho.
-Ay, perdone, señor presidente: son piropos del gremio.
- ¿Cuánto mide?
- No sé, pero es bajita.
-Me refiero al marco.
-Pues no sé, no tengo cómo medir: Petro me compró el metro para dejárselo a Bogotá.
-¿Y entonces?
- Ya va a tocar dejarlo para mañana, mi señora, porque no traje más herramienta…
- ¿Y esa carretilla qué es, acaso?
-No es mía: esa era la carretilla que echaba Lucho Garzón en los consejos, mi señora: si quiere se la llevo esta quincena, que me voy a beber unas polas con él.
-Pero vea, Germán…
-Maestro…
-Vea, maestro: hágame ese marco hoy mismo para empujar lo de La Habana…
- Lo siento, mi señora; ni siquiera hay materiales.
-¿Pero por qué se echa agua de la llave en el pelo?
-Porque ya me voy para la casa. Hoy no se hizo más.
-No, no, no, Germán: hay que trabajar, estar encima de todo, fijarse en lo micro…
-Justamente: me voy a jugar micro…
-Al menos llévese ese serrucho que ahora vienen los congresistas de la Unidad Nacional y después es para problemas.
-Como diga, presidente.
-“!Mi señora!”…
-Como diga, mi señora.