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Un global education para Timochenko

Con su nuevo escudo la Farc reconoció que ya no fusila gente, sino logotipos.

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
11 de noviembre de 2017

Mi semana comenzó con la noticia de que los ladrones irrumpieron en la casa de Musa Besaile y, según la nota de prensa, le robaron hasta el cepillo de dientes: lo cual significa que no se había llevado el cepillo de dientes a la cárcel. En ese atraco algo huele mal, si me permiten la expresión: ¿pretendían desaparecer pruebas? ¿Robarán la casa de otros implicados en ese escándalo? ¿Del senador Ashton, por ejemplo, a quien ya le robaron la dignidad, como se observa en su peinado de calvo vergonzante? Se deja crecer el pelo lateral dos metros y con ese mechón sideral se cubre la coronilla pelada. ¿Cree que no nos damos cuenta? ¿Qué pasa cuando se mete al mar y esa parte del pelo le llega hasta las rodillas?

La semana continuó con otro robo: el de la casa de Marta Lucía Ramírez, defendida por un celador a quien los ladrones miserablemente golpearon y que, si se calcula por la foto que la doctora colgó en su cuenta de Twitter, tiene 95 años. Parece del movimiento de las juventudes de José Galat. Y por si faltaran nuevos robos, estalla el escándalo de los Paradise Papers en el cual aparece mencionado el presidente Santos.

Tan pronto como me hablaron de los Paradise Papers, visualicé a Santos, a su amigo Gabriel Silva, a Jorge Alberto Uribe, exultantes y desnudos, las porquerías apenas cubiertas por una pequeña hoja de parra, en una isla virgen atiborrada de frutos deliciosos de los que obtenían ricas mermeladas.

Pero después supe que se trata de una gigantesca investigación periodística para desentrañar casos mundiales de evasión fiscal, algunos de ellos protagonizados por celebridades planetarias, expertas en firmar en mármol desmedidas reformas tributarias.

Ese es my President, me dije con orgullo: codeándose al lado de la reina Isabel, de Bono: de gente del primer mundo. A la indiamenta la implican en DMG, en los Papeles de Panamá. A my President, en los Paradise Papers, porque tiene su estilacho, no se niega: es hombre de mundo. Le gusta pasear por el Sena con zapatos marca Prada, con los cuales pisotea a los funcionarios que denuncian abusos. Y ahora resultó miembro de junta de Global Education, cortesía que le ofrendó su amigo Silva, con quien debe estar muy agradecido. La empresa, además, tiene papeles en Barbados, lo cual, a estas alturas, parecerá un guiño a los líderes guerrilleros. Cosa que me remite a la otra noticia de la semana: el lanzamiento a la Presidencia del barbado mayor, cuyo eslogan de campaña será a la vez el apócope de su alias, Timo. Con Timo habrá ídem.

He recibido todo tipo de insultos por apoyar el proceso de paz: me han llamado guerrillero, comunista, corrupto. El más doloroso de todos ha sido el de santista. Y me lo han dicho de todas las maneras posibles: ¡Grandísimo santista! ¡Hijuememel! ¡Vaya coma almendras! 

Pero, a pesar de todo, lo he apoyado para que mis hijas no crezcan oyendo hablar de pescas milagrosas; y lo he hecho a pesar de que las mentiras de Santos son tan grandes como las de Uribe. Alguna vez dije que el presidente es amante de la verdad: la visita furtivamente, a escondidas, en moteles de mala muerte. Por eso no me sorprende que en campaña hubiera dicho que las Farc pasarían por la JEP antes de hacer política, cuando la realidad apuntaba a lo contrario.

En la negociación con la bancada conservadora, el asunto parece haberse resuelto. Y me parece bien: la verdad, siempre supuse que los exguerrilleros iban a comparecer ante un ente de justicia, fuera cual fuera. Podría ser Pastrana. Que es un ente. O la propia JEP.

Pero a estas alturas el Congreso no ha aprobado la JEP, de modo que no se sabe qué es primero: si el huevo o la gallina. Por más que todas las bancadas demostraron que tienen huevo. Y que los congresistas son unas gallinas. 

Yo sé que la esencia del proceso es que los guerrilleros se vuelvan políticos, pobres: pero se lo merecen, por malas personas. Sin embargo, que Timochenko se postule me parece una provocación innecesaria.

Sí. Reconozco que tiene prontuario lo suficientemente abultado como para aspirar. Pero, por fortuna, con la torpeza política de la guerrilla, dudo que lo consiga.

Para empezar, el movimiento se rebautizó como la Farc, sin el plural: ¿ese, de veras, es su gran cambio? ¿Demostrar que son muy singulares? ¿Tragarse letras como antes poblaciones? Ha debido omitir de una vez la C final: llamarse La Far, como las nombra Uribe. Después presentó como nuevo escudo una rosa idéntica a la del PSOE español, como quien reconoce que ya no fusila gente, sino logotipos. Y, por último, eligió como fórmula de Timochenko a Imelda Daza, una señora con aires de profesora de química: ¿alguien, de veras, votaría por esa suerte de prefecta de disciplina?

Es un país inviable. Pero, pese a todo, espero que el Congreso destrabe la justicia transicional, y que Timochenko enfrente penas sustitutas antes de recibir la Presidencia por cárcel: pueden ser las de heredar el cepillo de dientes de Musa Besaile; convertirse en celador de Marta Lucía Ramírez o ser miembro de junta de Global Education, así tenga su sede en un paraíso fiscal, como Antigua y Barbado. Que parece la descripción de su fórmula presidencial.

Daniel Samper lee su columna 

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