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Póngale la firma

Y firmé de todos modos, porque solo se vive una vez, pobre gente. Se les nota tanta ambición por ser presidentes, que se merecen serlo, para que escarmienten.

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
28 de octubre de 2017

Había prometido no cometer el error de salir los sábados de la casa: al menos no al mediodía, al menos no a un centro comercial. Pero la vida es una entrega permanente de principios, como lo puede atestiguar Vargas Lleras, y solo los imbéciles no cambian de opinión, como diría Santos, y el sábado pasado cometí la torpeza profunda de enfrentar el tráfico capitalino, y salí a almorzar en familia al centro comercial Titán Plaza.

Digo la verdad; junto con mi apoyo irrestricto a Peñalosa, este ha sido uno de los grandes errores de mi vida: hacía muchos años que no padecía infierno semejante, como pude constatarlo desde la misma entrada; había tal cantidad de precandidatos presidenciales que pedían firmas, que atravesar semejante espesura era una utopía.

Conté, sin exagerar, más de 30: cada uno de ellos con sus respectivos voluntarios. Unos relativamente famosos, como Juan Carlos Pinzón; otros relativamente folclóricos, como Juan Carlos Pinzón; y casi todos, en general, sin la más remota posibilidad de obtener la victoria. Como Juan Carlos Pinzón.
Qué país, dios mío: hay más candidatos que votantes. Que tantas personas aspiren a la Presidencia es como el render del TransMilenio por la Séptima que presentó la Alcaldía: no tiene ninguna proporción.

Procuré abrirme paso en medio del agobio, pero una mujer me abordó enseguida.

–¿El señor quiere participar en la rifa de un carro? –me preguntó.

Acepté, porque ando mal de carro.

–Llene el formulario con letra clara, por favor…

–Señorita: pero en esa planilla dice “Mejor Vargas Lleras”…

Unos petrobelievers me abordaron por la izquierda y trataron de sacarme 50.000 pesitos para financiar la sexta mejor candidatura del mundo, qué miedo; unos jóvenes monaguillos me abordaron por la ultraderecha, me pidieron la firma por Ordóñez, e incluso ofrecieron pagarme los 50.000 pesitos que había perdido con Petro si me sumaba a la brigada. Lo pensé a fondo, así supiera que son mala paga: lo haría por la patria, de todos modos, por dios y la patria, y por la restauración moral de este país, propósito en que el doctor Ordóñez estaba empeñado desde el cargo del que tuvo que salir por corrupto.

Accedí a firmar por Ordóñez porque solo se vive una vez, y quería sentir la experiencia. Hombre, sí: el señor es ligeramente chapado a la antigua, y su ascenso a la Presidencia podría desatar una verdadera cacería de brujas. En recientes declaraciones radiales, además, aceptó haber quemado libros como un ejercicio pedagógico: le echaba candela a la pornográfica obra de García Márquez para formar a la juventud. He ahí un pedagogo. ¿Cuál pirómano será su ministro de Educación? ¿Pacho Santos, para que complemente el programa electrocutando estudiantes?

Pero si ya les había entregado mi firma a Vargas Lleras, y al señor Pinzón, o Peñate, o como se llame, ¿por qué no dársela a este personaje triste y anacrónico? Además, el día que asuma el poder, y decida ahorcar impíos en la plaza de Bolívar, tendré cómo salvarme. Llamará a los paganos a la manera de Laura Bozzo:

–¡Que pase Piedad Córdoba!

–¡Que pase Esperanza Gómez!

–¡Que pase un escritor!

Y cuando sea mi turno, y me abra paso en medio de los cuerpos colgados y bamboleantes, podré aducir, con convicción:
–Busque mi firma, doctor: yo lo apoyé…

Fui firmando por los corredores del centro comercial como Simón Gaviria, sin siquiera mirar lo que me ponían enfrente: rubriqué sobre mármol, como Santos; firmé planillas de Jesús Guerrero, quien, como su apellido lo indica, es uribista, y cazaba apoyos vestido como carranguero; estampé autógrafos por Clara López y Jairo Clopatofsky; por Rubén Darío Lizarralde, o Larrizábal, no lo recuerdo bien, y por Ubeimar Delgado.
Y cuando supuse que los había superado a todos, me topé de frente con Frank Pearl: ¿tú también, Frank?, casi le digo, ¿tú también? ¿En qué otro país del mundo se lanzan al tiempo dos negociadores de paz?

Pero en asuntos electorales es sencillo prejuzgar. A lo mejor el pearlismo está vivo en las regiones, y nosotros no lo sabemos. En este país chibcha y arribista, además su apellido le permitirá recoger el voto gomelo que quedó huérfano tras la partida de Gina Parody a Nueva York: podrá ofrecer un programa de bilingüismo ambicioso, que incluya enseñar español a los de su estrato y lanzar un agresivo plan de subsidios para que todos, sin distingos, tengan zapatos marca Clarks.

Y de todos modos siempre queda la opción de que nacionalice su nombre por el de Francisco Perlaza, y nombre como fórmula vicepresidencial a alguien que lo complemente: una mujer con apellidos criollos, que no tenga la maña de morderse el labio y que sea popular. Por eso firmé por él. Y firmé también por Claudia López, y por Jaime Araújo, y por Carlos Caicedo, y, con mi familia a cuestas, me abrí paso hasta la rotonda de comidas donde, al fin, pudimos almorzar.

Al pagar la cuenta, la mesera me dio instrucciones:

–Si es débito, firme aquí, por favor…

–Señorita: pero ahí dice “Mejor Vargas Lleras”…

Y firmé de todos modos, porque solo se vive una vez, pobre gente. Se les nota tanta ambición por ser presidentes, que se merecen serlo, para que escarmienten. 

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