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Cambio al fiscal por tres mulas

Se espera que Santos rellene la terna con dos perfiles interesantes que decoren la elección de Néstor Humberto Martínez.

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
19 de marzo de 2016

El mismo día en que leí que un palabrero wayúu ofreció dos mulas para quedarse con la directora del ICBF, Cristina Plazas, el presidente Santos anunció un novedoso sistema para conformar la terna de la que saldrá el nuevo fiscal general: organizar una convocatoria abierta por méritos, y al final elegir a Néstor Humberto Martínez. No es un mal método. Permitirá a la persona de a pie, al humilde Ferney del uribismo, por ejemplo, ilusionarse con la idea de heredar él mismo el escritorio del doctor Montealegre, con todo y los mechones de Natalia Marlene Springer Tocarruncho que se encuentren en la tapicería.

Digo que conocí el enésimo anuncio de este gobierno de anuncios, el mismo día en que leí una noticia publicada por El Tiempo según la cual un palabrero wayúu ofreció dos mulas por la directora del ICBF. Según la nota, los funcionarios que la acompañaban rechazaron la oferta en medio de risotadas (“yo valgo mucho más”, dijo, divertida, la propia doctora Cristina) pero entiendo que la escena resultó más compleja:

–Ofrezco una mula por la doctora –dijo el palabrero.

–Deme dos y es suya –indicó el funcionario que la acompañaba.

–¿Pero sí es soltera? –quiso asegurarse el wayúu.

–Sí: pregúntele al vicefiscal, que le arrestó al novio en plena serenata…

–Pero fue por mala leche –anotó Cristina.

–¿Cómo así mala leche? –preguntó el palabrero–; ¿qué es leche?

–Hagamos el negocio –se animó el funcionario del ICBF, decidido–: ¿son doble troque?

–¿Doble trueque, quiere decir? ¿Le doy un chivo y me da una ministra también?

–Me refiero al cilindraje de las mulas…

–No, no: son animales.

Y, claro, se dañó el negocio. Sin embargo, de la anécdota rescato la actitud responsable de los funcionarios del ICBF, quienes, después de la venta de Isagén, se abstuvieron de propiciar otra privatización: nos guste o no, doña Cristina es un activo del Estado, y mal haría el gobierno en entregarla por dos mulas sin una puja de por medio. Así se trate de una puja de uno, como le gusta al ministro Cárdenas. O de una, en caso de que la puja fuera de la mula, cosa improbable porque las mulas no quedan embarazadas. En eso se diferencian del ministro de Defensa.

Resulta lamentable que en algunas culturas ancestrales subsista la costumbre de canjear personas por mulas. Y por mulas no me refiero a colombianos que tienen maneras particulares de viajar, sino a bestias de pelaje grueso. Pero, ya puestos en esas, el presidente Santos ha debido trasladarse a Maicao y ofrecer al palabrero a Andrés Pastrana y a Simón Gaviria a cambio de una princesa wayúu para nombrarla en el ICBF: sería una manera de que alguien, al fin, haga algo por los niños de La Guajira.

Contrario a eso, y fiel a su estilo, Santos se quedó en Bogotá y anunció entre bombos y platillos que la terna para fiscal será elegida por meritocracia, y que bien pueden todos los penalistas decentes de Colombia –y también Abelardo de la Espriella, por qué no– comprar en la Panamericana más próxima una forma Minerva para aplicar al cargo. En adelante, dijo, únicamente se tendrán en cuenta las virtudes del aspirante, como lo ha hecho el presidente para elegir a varios representantes del cuerpo diplomático, muchos de ellos amigos suyos del grupo de golf del Country, ignorantes en materia internacional, sí, pero con un hándicap envidiable.

Por eso, esta vez se espera que Santos rellene la terna con dos perfiles interesantes que decoren la elección de Néstor Humberto Martínez, aquel personaje que encarna la versión colombiana de House of Cards: el primer funcionario al que acotaron el término de superministro por sus célebres superpoderes; un hombre que, a la manera de Clark Kent, ingresa vestido de abogado de los cacaos a una cabina telefónica, y sale transformado en el funcionario que regula los intereses de esos mismos cacaos, enfundado en una trusa y una capa, y disparando rayos de intrigas con la mirada.

Muchos imaginaban que el presidente enviaría una terna de su rosca, conformada por Salvo Basile, Poncho Rentería y su novia esposa Lulita Arango, por ejemplo. Pero, gracias a esta inventiva, los futuros descartados podrán provenir de cualquier lugar, incluso del uribismo: se puede postular Jaime Granados, que en sí mismo es una terna. O Tomás y Jerónimo mientras estén libres.

Pese a que la medida no es, de ninguna manera, un simple y populista saludo a la bandera –como aquella vez en que contrataron una costosa firma cazatalentos para elegir al ya cantado presidente de Ecopetrol–, quiero sugerir una salida más eficaz para elegir al próximo fiscal. Y es esta: pedir a Cristina Plazas que se sacrifique por el país, siempre y cuando, y solo siempre y cuando, el gobierno nacional haga el canje ante los palabreros wayúus por tres mulas, no por dos. Si suben la oferta, ahí está la terna para elegir al próximo fiscal.

Finalmente, cualquiera que resulte elegida encajará en el perfil para el cargo: será terca y difícil de arrear, como Montealegre. Pero lanzará menos patadas que el doctor Néstor Humberto. Y eso ya es suficiente.

Dejo, pues, la inquietud, mientras lleno mi forma Minerva.