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Santos y rodilla de Falcao: ¡Únanse!

Si Pastrana, que era una rodilla, pudo ser presidente, no veo por qué la rodilla de Falcao no pueda jugar de reemplazo

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
14 de febrero de 2014

Me dolería que Juan Manuel Santos fuera derrotado en las próximas elecciones por el voto en blanco, y por eso me ofrezco para ser el JJ de la campaña santista y liderar su propaganda negra: la propaganda negra contra el voto en blanco. Y enderezar su candidatura con una fórmula vicepresidencial que la catapulte.

Ahora es costumbre nacional decir que Santos es insulso y marrullero; que es tan vanidoso que se opera los párpados y tan indelicado que se trae al hermano de Tutina para que trabaje en Palacio, aunque no pertenezca a la nómina oficial.

Me harté. Reconozco que el presidente tiene sus particularidades; que solo a él se le ocurre bautizar al sistema de espionaje colombiano con el nombre de ‘Esperanza’ e inaugurar la ‘Cumbre del Pacífico’ en el Atlántico.

Pero en el fondo no es más que un estadista incomprendido, al que critican por asuntos que en realidad merecen felicitación. Trabajar con el marcaje cercano del cuñado, por ejemplo, es asunto reservado para los grandes hombres: cualquier comentario amable a la atractiva señorita de la fotocopiadora es reportado de inmediato a la primera dama. Y sin embargo, ahí está Santos, sacrificándose en aras de la tranquilidad familiar. Someterse a una operación estética y clandestina en diciembre tampoco es tarea grata: empezando porque, para disimular, el presidente tuvo que asistir a una rueda de prensa disfrazado de Facundo Cabral, alma bendita. Pero persiguió su sueño y terminó operándose, pese a que acá, en Colombia, el vulgo cree que el presidente de la República no puede retocarse los ojos, inyectarse un poquito de Botox o depilarse el pecho con láser, porque entonces ya no es digno de ocupar la silla. Para información general: los hombres también somos vanidosos. Usamos las cremas que nuestras mujeres tienen en la ducha: el jabón facial, el gel exfoliante. El Intibon. En lugar de criticar al presidente, deberíamos aplaudir cualquier esfuerzo que procure por mantener los ojos abiertos: bien sea ponerse pepinillos todas las noches, o bolsas de te, o embadurnarse con las cremas de Tutina. O, como es el caso, someterse a una pequeña intervención que, por lo demás, se veía venir porque, seamos francos, uno ya no sabía si el presidente tenía los ojos abiertos o cerrados. O si acababa de llorar. O si lo habían picado unas abejas. Pobre hombre.

Pero a Santos no le perdonan nada y así lo demuestran algunas encuestas en que el voto en blanco lo derrota.

No niego que, en un primer momento, me entusiasmé con la victoria del voto en blanco, e incluso adelanté las gestiones de rigor para que esa fantasía se cumpliera: visité al Gordo Bautista para que se encargara de la logística; le pedí a José David Name que fuera jefe de tamales; convoqué al doctor Gerlein para que organizara el voto de los muertos y a Roy Barreras el de los vivos.

Pero ya todos estaban comprometidos con Santos. Ni siquiera les entendí cuando me hablaron, porque una espesa mermelada les llenaba la boca.

Práctico y dulcero, como soy, me sintonicé yo también con el presidente, que, finalmente, tiene resultados por mostrar. Sacó una estampilla en beneficio de la Universidad Nacional, por ejemplo. Sí: suena anacrónico. Ya nadie usa estampillas. En tiempos virtuales, quizás habría sido más práctico donar dinero por cada ‘Me Gusta’, por cada RT. Pero la estampilla es una alegoría para recordar que los estudiantes de Derecho casi quedan estampillados cuando el techo se les vino encima.

También mostró casta en el reciente escándalo de las chuzadas: quizá titubeó, quizá se lavó las manos: quizá se dio cuenta un poco tarde de que quien estaba chuzando era él. Pero advirtió con valor que en el Ejército hay ruedas sueltas. Y prometió darle un Lomotil a cada una.

Por eso, merece seguir de largo, pero para ello es fundamental que resolvamos lo de su fórmula vicepresidencial. Y yo tengo idea de quién puede ser.

Lo ideal sería que Santos fuera el vicepresidente del voto en blanco. Es para lo que tiene talla. Ya veremos si después, con la ayuda de la ‘Sala gris’ del Ejército y la mano negra del uribismo, el mismo Santos tumba al voto en blanco y se adueña del poder. No sería el primer golpe de Estado con que fantasee.

Pero como sé que su vanidad lo empuja a encabezar su propia fórmula, propongo que lo acompañe alguien imbatible.

Yo sé que el doctor Vargas Lleras es una opción atractiva, máxime en unas elecciones en las que, según las encuestas, los candidatos no pasan de tener un dígito. Y él tiene dos y medio.

Sin embargo, urge contrarrestar la imagen tibia y aburrida de Santos con un coequipero que, a diferencia suya, atraiga la atención de los medios y nos convoque a todos sin excepción; alguien que de verdad nos una; que paralice al país; que nos permita hacer fuerza con un solo corazón. Hablo, cómo no, de la rodilla de Falcao.

Quizá la propuesta caiga como una patada. Pero ambos acaban de someterse a una operación, y en eso son compatibles. Y si Pastrana, que era una rodilla, pudo ser presidente, no veo por qué la rodilla de Falcao no pueda jugar de reemplazo.

Vote, pues, por Santos y la rodilla de Falcao: junto con el sistema de espionaje, ambos son nuestra mayor esperanza.

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