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De las burbujas especulativas y otros demonios

Afirmar que se presenta una burbuja especulativa en el mercado accionario colombiano parece ser una aseveración temeraria, pero no se puede descartar de plano, como si sólo de un mal augurio se tratara.

Semana
4 de octubre de 2010

 Para descubrir la burbuja lo primero es anotar que en economía, más importante que el nivel absoluto de los precios es el nivel relativo de los mismos. Así, lo que realmente importa al analista y al inversionista es cuántos galones de gasolina puede adquirir si vende una acción de una compañía petrolera, o cuántos mercados puede hacer vendiendo una acción de una cadena de supermercados. Sin caer en casos particulares puedo afirmar, tras hacer el ejercicio, que el crecimiento de estos precios relativos es muy superior al crecimiento esperado de las ventas o de las utilidades de la mayoría de compañías cuyas acciones se cotizan en la Bolsa de Valores de Colombia.

Tal y como lo mencioné en mi columna anterior, no se puede explicar estos crecimientos a la luz del desempleo, ni del crecimiento del Producto Interno Bruto. La única explicación es que los valores de mercado de las acciones han dejado de reflejar tanto el valor fundamental de las compañías como el comportamiento general de la economía. Esta es precisamente la definición de una burbuja especulativa. Los precios crecen sistemáticamente sin que haya un argumento “fundamental” o racional que explique este comportamiento. ¿Qué causa esta burbuja especulativa? Las burbujas nacen de un círculo vicioso, que es endémico al capitalismo financiero moderno.

Cuando se presentó la crisis financiera internacional desde agosto del 2007, el sistema financiero mundial sufrió un choque de liquidez que hacía casi imposible para los bancos, comisionistas e inversionistas en general conseguir recursos. Así, la mayoría de bancos centrales del mundo redujeron sus tasas de interés e inundaron la economía de liquidez. Ese proceso continúa hasta hoy en la mayoría de economías. De hecho, la Reserva Federal ha anunciado esta semana que comprará bonos de deuda del gobierno estadounidense, con lo que se inunda aun más el mercado mundial de dólares.

Colombia no fue la excepción a esta movida de la política monetaria. La baja tasa de interés de intervención del Banco de la República ha reducido el costo del crédito con el fin de incentivar el consumo y de reducir el costo en el que incurren las empresas y el Gobierno para financiar su operación. Esto per se no es malo; de hecho, fue la única medida viable para evitar que la economía local sufriera un fenómeno de contagio a causa de la crisis internacional. Sin embargo, los efectos secundarios de dicha medida son perversos. Hoy día son muchos los inversionistas y especuladores que piden prestado para comprar activos financieros. Además, las tasas de interés son tan bajas, que las rentabilidades de muchos instrumentos de inversión seguros se vuelven risibles.
Estas bajas tasas de interés conducen tanto a los fondos obligatorios de pensiones como a los rentistas de capital a invertir en activos cada vez más riesgosos para garantizar el nivel mínimo de rendimientos que requieren. Sus compromisos de corto, mediano y largo plazo – ya sean desembolsos de mesadas pensionales o gastos de subsistencia – no se pueden cubrir con inversiones en CDT que renten el 4% anual. Así, la mayoría de portafolios de inversión se vuelcan de inversiones de bajo riesgo en renta fija a portafolios menos conservadores en acciones y productos derivados. Esto se traduce en un incremento en la demanda por acciones, lo que impulsa su precio al alza. Si bien las perspectivas son favorables y se prevé un auge en la mayoría de sectores económicos, el crecimiento de la demanda por activos riesgosos es muy superior a las expectativas acerca de la economía. Claramente, la bolsa no puede continuar creciendo a ritmos del 25% anual por mucho tiempo.

El círculo vicioso se culmina ante la existencia de especuladores. Estos son inversionistas que buscan obtener ganancias rápidas al comprar y vender acciones o cualquier otro activo financiero por cortos períodos de tiempo, aportando con su actividad a la volatilidad de los precios. El papel de los especuladores es crítico, pues sus operaciones mueven sustancialmente los precios y obran como combustible para los incautos que también quieren participar de las ganancias.

La burbuja, como su nombre lo indica, explota en el momento en que la mayoría de los agentes se enfrenta a lo que Malkiel ha llamado un “reality check”. Esta confrontación con la realidad se presenta cuando los reportes de las compañías dejan de ser tan favorables como lo esperaba el mercado o cuando, ante la amenaza de un fenómeno inflacionario, el banco central comienza a subir la tasa de interés causando un encarecimiento de los recursos líquidos. Así, los inversionistas empiezan a realizar el proceso inverso: venden los activos riesgosos para invertir en renta fija; pagan los recursos que antes tomaron prestados, pues su costo se vuelve muy alto, y la economía vuelve a recuperar su dimensión real… al menos hasta cuando la próxima burbuja se comience a construir. El problema de fondo es que mientras la burbuja dura meses y hasta años en consolidarse, su eventual caída se presenta en cuestión de días o semanas. Ventas masivas de títulos empiezan a aparecer en los titulares de los periódicos, fortunas enteras se pierden en instantes, y un buen día los inversionistas se dan cuenta de que los activos que antes les parecía haber comprado a un precio justo, estaban realmente sobrevalorados.

Evidenciar una burbuja es muy fácil como fenómeno ex post. Sin embargo, mientras esta se construye, los mercados caen en un fenómeno de irracionalidad colectiva – la exuberancia irracional de Shiller – que impide a los inversionistas ver lo que realmente está sucediendo. La avaricia de los agentes es mucho más poderosa que lo que dicta la lógica y pronto caen en el error de construir, comprar y vender castillos en el aire.

* Profesional en Finanzas y Relaciones Internacionales. Master of Science en finanzas de la Universidad Pompeu Fabra. Profesor Investigador Cipe – Universidad Externado de Colombia. germanf.forero@uexternado.edu.co
Twitter: @GermanForeroL

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